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La escultura vandalizada del esclavista Edward Colston se expone en Bristol para que los vecinos decidan su futuro

La escultura de Edward Colston cubierta de pintura roja

Peio H. Riaño

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Este lunes se ha cumplido un año uno de los derribos de estatuas llevados a cabo en todo el mundo por ser consideradas racistas dentro de las protestas de Black Lives Matter. Bristol, lugar donde se encuentra el monumento del comerciante de esclavos Edward Colston (1636–1721), ha invitado a sus vecinos a considerar qué hacer con la figura.

La estatua melancólica de Colston diseñada por el escultor John Cassidy, que apoyaba la mano derecha sobre un bastón y dejaba descansar su cabeza sobre su mano izquierda, fue vandalizada y lanzada a las aguas del río Avon después de 126 años de presencia en las calles de la ciudad británica. Dos días después, el Ayuntamiento rescató el bronce sumergido en el puerto y la llevó al taller de restauración del museo local M Shed, donde ahora se inaugura una exposición temporal que muestra el cuerpo tumbado del monumento derribado. La comisión de historia We Are Bristol plantea de esta manera el debate con la ciudadanía sobre el futuro de la imagen, que fue sufragada en 1895 con las aportaciones económicas de los vecinos, en un presente antirracista. 

El protagonista de la consulta pública ha sido restaurado tal y como se recogió del fondo del río. El equipo de conservación del M Shed ha preservado los grafitis con los que los manifestantes pintaron de rojo sus ojos y boca, y de azul otras partes de su cuerpo. Además, han estabilizado las marcas de la vandalización sobre la superficie del bronce original para evitar que se pierdan, después de limpiar el limo que los ponía en peligro. Desde el M Shed aseguran que el papel de la institución es reflejar la historia y los problemas contemporáneos vinculados a la historia de Bristol, sin borrar ni aderezar. Las pintadas ya son parte de la historia del monumento y de la localidad.

Tanto el museo como la comisión esperan que la exposición permita a los visitantes sacar sus propias conclusiones y que estas sean compartidas, para darle un destino a esta estatua melancólica, con la mirada perdida en algún pensamiento profundo, más propia del estereotipo de filósofo que de un comerciante de seres humanos. Tanto en sala como en la web se recopilarán las aportaciones de los ciudadanos de Bristol y de más allá, porque desde la comisión señalan que este derrumbe no fue un incidente aislado.

Hay estatuas en todo el mundo que celebran la esclavitud, pero también el supremacismo blanco, como las de Robert E. Lee, el militar confederado de los EEUU. Las estatuas de Cristóbal Colón también han sido señaladas en toda América como cómplice de la esclavitud y del racismo que provocó la invasión de los españoles, en 1492. No es un movimiento contra las estatuas, sino contra lo que la sociedad ya no puede soportar, señalan desde dicha comisión local de historia. “Están tratando de erradicar el racismo de la sociedad y traer la igualdad en aquellos lugares donde existe la disparidad racial”, añaden. 

De hecho, dos años antes de tirar el bronce del esclavista al río, la población agredida por su presencia en la vía pública pidió al consistorio la retirada y su traslado a un museo. Nunca recibieron contestación. Sin embargo, la escuela primaria y una sala de conciertos que llevaban su nombre sí fueron rebautizados. La estatua se presentaba como un tema tabú. Y días antes de la manifestación que puso fin a la presencia de Colston en la vía pública, se recogieron firmas para exigir al Ayuntamiento que apartara el monumento de la avenida que lleva el nombre del esclavista. En cuestión de horas se superaron las 7.000. Tampoco hubo contestación. Nietzsche dice que enfadarse seriamente es conveniente para que las cosas mejoren y los vecinos de Bristol se hartaron de que las cosas no cambiaran. 

El día del derribo alguien manipuló la placa que celebraba la presencia de la figura y alteró con pintura blanca los términos grabados en el epígrafe: de “erected” (“erigido”) pasó a leerse “rejected” (“rechazado”). El lenguaje es mucho más flexible e irónico que la Historia. Otro manifestante colocó en la parte inferior del pedestal un cartón en el que se leía: “Black Lives Still Matter” (“Las vidas negras aún importan”). Todos esos carteles que acompañaron a la consumación final del homenaje a un pasado ofensivo están en las paredes de la exposición del M Shed, como propuesta del diálogo acerca de una historia ampliada de los monumentos. 

Marvin Rees, alcalde de Bristol, está a favor de un diseño de ciudad en el que todos compartan sus puntos de vista sobre las presencias y homenajes en las calles. Entrevistado en The One Show hace unos días, el alcalde dijo que Bristol “necesita un espacio para reunirse después de un evento que potencialmente fue muy divisivo”. Espera que la exhibición en el M Shed pueda proporcionar ese espacio.

La exposición ya es controvertida. Una campaña de los partidarios de la restauración de la estatua bloqueó todas las entradas para este martes haciendo uso del sistema de reserva gratuito para limitar el acceso al museo. Usuarios de Twitter se han organizado para tratar de hacer lo mismo para el resto de la semana.

La historia de esclavitud de Bristol

La participación fomentada y alabada ahora no ha sido lo habitual en la historia de la estatua y su debate público.

En julio de 2018, los descontentos se dirigieron al Ayuntamiento reclamando, al menos, la rectificación de la placa del pedestal, que dice: “Erigido por los ciudadanos de Bristol, como un monumento a uno de los hijos más virtuosos y sabios de su ciudad”.

Los vecinos más molestos con esta presencia propusieron un proceso de reescritura de la placa, para que la filantropía no escondiera la participación de Colston en la trata de seres humanos en el Atlántico. Sin embargo, el consistorio no aceptó una nueva redacción. 

La fama y riqueza de Bristol se construyó sobre el comercio de esclavos y se estima que los barcos de Edward Colston transportaron unos 80.000 hombres, mujeres y niños capturados como esclavos, desde África al continente americano. El icono esclavista inglés del siglo XVII, y responsable de la Royal African Company (RAC) se dedicó desde 1680 a alimentar el monopolio en el comercio de esclavos de la compañía, fundada por los reyes Carlos II y Jacobo II de Inglaterra. En nueve años, Colston ya era el subdirector de la empresa que comerciaba con seres humanos.

Hacinados y encadenados en las embarcaciones, los esclavos debían resistir un viaje de entre seis y ocho semanas, acostados sobre sus propios excrementos entre otras barbaridades. El 20% fallecía por enfermedad o suicidio. Cuando Colston se enriqueció lo dejó y se pasó al negocio de los préstamos. Entonces empezó a invertir en su blanqueamiento como mecenas de escuelas y hospitales. 

Esta versión de los hechos, sin embargo, es repudiada por el Ayuntamiento. En el perfil de Colston que mantiene la web oficial de los museos históricos el texto se pregunta qué pasó para que el venerado filántropo se convirtiera en “un traficante de esclavos vilipendiado en la ciudad donde nació”. “Edward Colston nunca, hasta donde sabemos, negoció con esclavos africanos por su propia cuenta. Ni sabemos cuántas ganancias obtuvo del comercio de africanos esclavizados de la RAC”, asegura. También pone en duda las ganancias que pudo tener con el comercio de esclavos y cierra el debate histórico de esta manera: “Lo que sí sabemos es que fue miembro activo del órgano de gobierno de la RAC, que comerciaba con africanos esclavizados, durante 11 años”. 

La medida tomada por Bristol abre un debate que no se ha seguido, por ejemplo, en Chile, con la escultura del militar Manuel Baquedano, que fue retirada de plaza Dignidad con la orden de restaurarla y devolverla a su estado original. En ambos casos, las calles se han mostrado como un centro de debate y conflicto donde el paisaje conmemorativo ni es eterno, ni puede serlo sin haber consultado o escuchado a la ciudadanía previamente.

El movimiento de la comisión de historia We Are Bristol defiende que la abolición de este tipo de homenajes no mejora el pasado, sino que lo aclara. Los expurgos ejecutados por la población o por las autoridades no pretenden purificar la memoria, sino filtrar los símbolos. El objetivo de las autoridades de Bristol es que la comunidad pueda elegir qué referentes del pasado desea exponer en la ciudad.  

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