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El “rey de los hipermercados” de Brasil, acusado de mantener durante décadas una trama de abuso sexual de menores

Ilustración del empresario Samuel Klein rodeado de cuerpos de mujeres

Ciro Barros / Clarissa Levy / Mariama Correira / Rute Pina / Thiago Domenicci

Agência Pública —

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Una historia de violencia sexual en la infancia marcó para siempre la vida de Karina Lopes Carvalhal. A los nueve años, supo por sus hermanas que un gran empresario de su ciudad natal, São Caetano do Sul, en el estado brasileño de São Paulo, entregaba dinero y regalos a niñas y adolescentes que acudían a la sede de la empresa.

En ese momento, con tan solo 12 años, la hermana mayor de Karina dedujo que yendo a este lugar podría recaudar el dinero suficiente para poder comprarse unos zapatos nuevos. “No tenía zapatos para ponerme, usaba los zapatos de mis hermanas, tenía todos los dedos apretados”, dice. 

Karina recuerda cómo, en el año 1989, subió al piso donde se encontraba el despacho del jefe de la empresa y esperó ahí hasta que la llamaran. Al entrar en la oficina se sorprendió al ver a un hombre mayor, de unos 70 años. “Mi hermana me había dicho: 'Ká, no te asustes porque te va a besar'. Pero él no solo me saludo cuando llegué, sino que acto seguido me tocó los pechos. El hombre dijo además, 'qué niña tan guapa. Es muy bonita'”, cuenta imitando el acento polaco del empresario Samuel Klein, fundador de Casas Bahía, una de las cadenas de grandes almacenes de electrónica de Brasil.

Al abandonar el edificio asegura haberse sentido aliviada. Karina consiguió tras esa visita algo de dinero y unos zapatos deportivos de la marca Bical.

“Nos alegramos de haber conseguido aquellos zapatos deportivos. No sabíamos que se trataba de una situación de violencia”, dice en exclusiva para Agência Pública. La posibilidad de obtener otros bienes materiales hizo que repitiera las siguientes semanas.

En las nuevas visitas, según Karina, las situaciones de explotación sexual fueron en aumento y se convirtieron en rutina: “La segunda vez ya me llevó al cuartito”. Cuenta que el empresario contaba con una habitación anexa a su oficina, donde había una cama de hospital. Fue allí, dijo, donde ocurrieron los abusos.  

Karina no fue la única en ser engañada y explotada sexualmente por el empresario Samuel Klein. Agência Pública ha conseguido el testimonio de más de 35 fuentes, entre ellas mujeres que lo acusan de delitos sexuales, abogados, extrabajadores de Casas Bahía y miembros de su familia. 

El medio también ha tenido acceso a juicios, investigaciones policiales, documentos, fotos, videos de fiestas con connotaciones sexuales y declaraciones de las propias denunciantes, además de grabaciones de audio que indican que, al menos entre principios de 1989 y 2010, Samuel Klein formó parte presuntamente de una trama de explotación sexual de niñas de entre 9 y 17 años en la sede de Casas Bahía, en São Caetano do Sul, y en propiedades ubicadas en diferentes ciudades de la costa sureste de Brasil.

El empresario habría organizado una trama de captación y traslado de niñas, utilizando sus helicópteros privados, donde incluso los empleados participaban organizando fiestas y orgías. Para tapar estas situaciones, el empresario ofrecía dinero y todo tipo de productos de las tiendas de todo el país a las niñas ahí presentes y a sus familiares. 

Fue a partir de las acusaciones recientes, las cuales involucran al hijo del patriarca de la familia Klein, el empresario Saul Klein –investigado por el Ministerio Público del Estado de São Paulo (MP-SP) por seducir y violar a decenas de mujeres–, lo que llevó a investigar el pasado de Samuel y cuando se encontraron historias similares a las prácticas descritas por la Fiscalía al investigar a su hijo.

Según los testimonios, Samuel Klein cubrió sus crímenes con acuerdos legales, ahora archivados en secreto, con las denunciantes que pidieron una indemnización cuando se hicieron adultas. 

Tras las denuncias

Samuel Klein murió en 2014 dejando una imagen de héroe en el mundo empresarial. Nació en Polonia en 1923, perdió a su familia en un campo de concentración y emigró a Brasil en la década de 1950, cuando comenzó a vender productos en un carrito.

Años más tarde, fundó Casas Bahía, que en las próximas décadas se convertiría en una de las cadenas minoristas más importantes del país. Hoy, la cadena forma parte del conglomerado Via Varejo, con ventas anuales por valor de cerca de 30 mil millones de reales (4.626 millones de euros), y tiene entre sus principales accionistas a BlackRock, la empresa de gestión de activos más grande del mundo.

Samuel se convirtió en un hombre conocido en la ciudad donde se instaló, y hoy en día todavía es reconocido como uno de los peces gordos más grandes del mundo empresarial en la historia de Brasil.

Pero “el rey del comercio minorista”, como se le conocía, fue acusado a lo largo de los años por varias mujeres de abuso y explotación sexual de niñas y adolescentes.

Uno de esos casos es el de Renata, quien aseguró, en un proceso al que tuvo acceso Pública, que fue violada por el empresario cuando tenía 16 años. Renata contó a la policía que en octubre de 2008 acudió a la casa de playa del empresario, en Angra dos Reis, Río de Janeiro.

Supuestamente viajó con Samuel y su piloto privado en el helicóptero del empresario. Por la noche, el empresario la llamó para tener una conversación en el chalet que ocupaba. Alrededor del chalet había aproximadamente 12 guardias de seguridad. En el interior, un enfermero le inyectaba viagra al empresario, quien en ese momento tenía 85 años.

En la declaración, Renata dijo que Samuel le hizo varias promesas para ayudarla económicamente, pero ella se resistió. “Me tomó por la fuerza, me rasgó la ropa y me violó. No sirvió de nada gritar”.

En ese momento, Samuel Klein reconoció, en una declaración ante la Policía Civil de São Paulo, que Renata y un amiga se encontraban en su casa, en Angra dos Reis, pero afirmó que las jóvenes que asistían a “su residencia en la playa nunca eran menores de edad”. Renata no quiso dar una entrevista.

En los últimos meses, Agência Pública ha intentado contactar con 26 mujeres que han presentado demandas, además de otras que no acudieron a los tribunales. Diez mujeres concedieron entrevistas, la mayoría sin revelar su identidad por miedo a represalias. Sin embargo, tres de las entrevistadas estuvieron de acuerdo con que se divulgaran sus nombres.

A pesar del sufrimiento, muchas de las mujeres y niñas involucradas desconocían la magnitud del abuso que sufrían y no veían forma de denunciarlo. No es posible saber con certeza el número de mujeres que estuvieron relacionadas con este asunto, dado que los abusos habrían ocurrido durante décadas y en diferentes lugares. Uno de los guardias de seguridad de la familia aseguró que “en una ocasión, Samuel pasó una semana en Angra y fue una locura. El helicóptero iba y venía con chicas, todos los días varias veces”.

El escenario de los abusos

Según los testimonios, tras un primer contacto que a menudo incluía abusos sexuales, el empresario elegía mujeres y niñas para que participaran en fiestas de otros magnates en sus propiedades de diferentes ciudades.

Según los relatos y registros en las demandas, sus empleados cercanos organizaban los viajes, reclutaban a mujeres menores y adultas, las dividían en grupos para transportarlas a las propiedades de Samuel y llevaban cestas de alimentos básicos a los familiares. Las adolescentes solían ser reclutadas en vecindarios de bajos ingresos, de distintos estados, alrededor de sus propiedades.

La mayoría de las mujeres entrevistadas relatan haber pasado años yendo a fiestas y participando en sesiones de explotación sexual, como lo sugieren unas imágenes de 1994 –obtenidas en exclusiva– de una fiesta en la que Samuel se encuentra rodeado de niñas y adolescentes.

Una de las mujeres dijo que, siendo joven, viajó varias veces a una de sus mansiones. La víctima puso a disposición de Agência Pública varias fotos de los viajes en cuestión. En ellas, aparece abrazada por el empresario frente a un helicóptero registrado a nombre de Casas Bahía, que aterrizó en Angra en 1999.

Cláudia* tenía 20 años cuando participó por primera vez en una cena con Samuel en la sede de Casas Bahía, en São Caetano do Sul, en 2008. 

“Me dijeron que solo iba a cenar y hacerle compañía, darle cariño”, asegura. También cuenta que no se dio cuenta de la naturaleza de la reunión hasta que llegó al lugar. “Yo estaba en shock. Me sentí atrapada. Una vez que estás allí, sientes que no hay vuelta atrás”.

Después de la comida, dice que Samuel habló con las participantes sobre sus intereses, estudios y dificultades financieras. “Era como una selección”. A partir de las conversaciones, el empresario convocaba a sus favoritas en la sala. Ella fue una de las elegidas.

También asegura que le dijeron que afirmase que tenía 17 años para poder asistir “y ser del estilo de Samuel, a quien le gustaban más las niñas pequeñas”. “Le gustaban las chicas con cuerpos menos desarrollados, que era mi caso” dice.

Testigos de la supuesta trama

Empleados de Casas Bahía confirman los frecuentes pagos en efectivo y productos a las llamadas “samuquetes”, como se apodaba a las “niñas de Samuel” –esta situación está reflejada en algunas condenas del Tribunal del Trabajo–.

Josilene*, quien fue gerente de una tienda Casas Bahía en São Paulo entre 2005 y 2008, dice que tanto Samuel como su hijo Saul Klein usaban efectivo de la tienda como parte de los pagos para estas niñas y mujeres. Según ella, “las chicas tenían derecho a elegir lo que querían de la tienda. En ese momento, como eran niñas nuevas, se llevaban muchos móviles, dispositivos de sonido y televisiones”.

En 2010, Casas Bahía fue condenada por varias denuncias laborales. En siete de ellas, los empleados alegaban daño moral por situaciones desconcertantes vividas en el trabajo. Describieron que a menudo debían pagar a las mujeres que se presentaban en las tiendas cobrando dinero y mercadería y que, por lo general, llevaban notas escritas a mano de Samuel ordenando los pagos. 

Según los informes, la trama estaba tan estructurada que Samuel tenía empleados y proveedores de servicios que trabajaban para asegurar que tuviera acceso a niñas y adolescentes para practicar la explotación sexual cuando quisiera. “Parecía que vivía para eso. Recibía niñas varias veces a la semana, todo el mes”, narra un guardia de seguridad que trabajó para la familia Klein durante 19 años. 

Las entrevistas sugieren que Samuel se aprovechó de la situación de vulnerabilidad de las familias empobrecidas y se hacía pasar por un “benefactor”, creando una lógica que, al mezclar abusos y recompensas económicas, atrapaba a las víctimas en la trama criminal.

Itamar Gonçalves, gerente de la organización Childhood Brasil, que trabaja en la protección de niños y adolescentes, explica que las niñas explotadas sexualmente pueden terminar introduciendo a otras en tramas criminales.

“Se les anima a traer a su hermana, familiares, amigas y amistades para aumentar las ganancias”, explica. En tales casos, las víctimas no pueden ser consideradas responsables. “El papel del reclutador es el del adulto que se está aprovechando de la situación. Lamentablemente, debido a que tenemos una justicia machista, muchas veces se normaliza la actuación de un adulto que se beneficia y/o articula este tipo de situaciones”.

Discursos morales, prejuicios, machismo y falta de escucha silencian a las víctimas de violencia sexual, a las que muchas veces se culpa mientras sus agresores quedan impunes, dice Graça Gadelha, socióloga especialista en derechos del niño. 

Los procesos no avanzan

En los tribunales, ningún procedimiento para responsabilizar a Samuel Klein ha prosperado. El empresario cerraba acuerdos judiciales y evitaba las citaciones de las acciones en curso como táctica para evitar que avanzaran los juicios.

Jorge Alexandre Calazans, abogado que representó a cuatro víctimas, dice que estableció acuerdos entre los abogados del empresario y las mujeres que lo buscaron. “El acuerdo se hacía rápido, recibían el dinero y detenían el proceso de indemnización que habían abierto”, informa.

Otro abogado entrevistado para el reportaje señala que cerró un acuerdo judicial, con un pacto de confidencialidad, con seis mujeres que alegaban abusos por parte de Klein, todas menores de edad en el momento de los hechos.

La oficina de Aquino Ribeiro Advogados & Associados, ubicada en Santos, representó seis casos de mujeres que habrían sido abusadas sexualmente por el empresario a finales de la década de 1990. Los abogados del despacho solo recibieron denuncias en 2011.

Cinco de los seis casos llevados a los tribunales por el despacho de abogados fueron declarados prescritos ya que, en ese momento, el plazo de prescripción de 20 años había comenzado a correr a partir de la fecha en que la víctima cumplió la mayoría de edad. Pero, como el empresario tenía más de 70 años cuando las mujeres acudieron en busca de una indemnización, el tiempo para hacer viable el proceso se redujo a la mitad, es decir, 10 años. 

“En la mente de la víctima, ella todavía piensa que se le puede culpar. Se toma el tiempo para pensar que la agresión, lo que ella pasó, es culpa suya. Esto era lo que buscábamos: tener al menos una opinión experta, un psicólogo o psiquiatra que pudiera evaluar por qué no actuaron en ese momento”, argumenta el abogado Antônio Sérgio de Aquino, que representa a estas mujeres.

De estos casos, solo uno se encuentra aún en juicio y está pendiente de análisis de los recursos por parte del Tribunal Superior de Justicia (STJ, por sus siglas en portugués).

Además de las fotos de las adolescentes en las propiedades de Klein y los testimonios del propio grupo de mujeres, los abogados investigaron los casos basándose en una investigación policial abierta contra Samuel Klein en 2006, la más avanzada en términos de investigación.

El análisis de la investigación trae la historia de Bianca*, quien denuncia haber sido víctima de abusos sexuales y violaciones cometidas por Samuel Klein cuando tenía 13 años, en 2001. Ella denunció el caso en abril de 2006 ante el Consejo de Tutela de Campina Grande en Paraíba, donde comenzó a vivir con su madre. 

En una carta escrita de su puño y letra, informó que el empresario intentaba “acariciar” y “forzar de manera horrorosa”. “Estoy aquí para denunciarlo para que esto no suceda con otras jóvenes, o que han pasado y están pasando por esto y no tienen el valor de hacer la denuncia, por miedo y vergüenza, tal como yo sentía”, escribió. En el escrito, también informa sobre la persecución a la familia. “No lo llevé ante la justicia porque me amenazó a mí y a mi familia” afirmó.

En 2011, el juez responsable del caso dictó prescripción del castigo para Samuel Klein en el caso de Bianca y ordenó el cierre de la investigación contra el empresario. 

En 2009 cuando Francielle Wolff Reis tenía 14 años, un conocido la invitó a visitar al fundador de Casas Bahía. Según el relato, el empresario prometió dinero si tenía relaciones sexuales con él, de entonces 85 años.

Durante año y medio, la niña habría ido a la oficina de Samuel dos o tres veces por semana. En 2013, presentó una demanda por daños morales contra Samuel. La demanda de Francielle se pospuso durante años y el empresario falleció sin siquiera ser citado por los tribunales. En 2017, tres años después de la muerte de “el rey del comercio minorista”, un agente judicial finalmente logró citar al heredero de Samuel, el hijo mayor, Michael Klein. 

La demanda aún está pendiente en el tribunal. En febrero de 2021, el juez del caso negó la indemnización solicitada por Francielle. Aceptó los argumentos de la defensa de que Klein había estado postrado en cama desde 2006 y no podía practicar los abusos denunciados. En marzo, los abogados de Francielle recurrieron. Actualmente, el caso está en proceso de análisis por la Corte de Justicia de São Paulo.

Además, en octubre de 2008 se abrió una investigación en la Comisaría de Mujeres de Santos. El caso se convirtió en una acción penal que se tramitó en el primer Juzgado Penal de la ciudad, y Samuel fue investigado por los delitos previstos en el Estatuto de la Niñez y la Adolescencia. Seis años después, se cerró el caso por la muerte del empresario. 

La otra parte

Agencia Pública ha intentado contactar con Michael Klein, hijo y mano derecha de Samuel Klein en la dirección de Casas Bahía hasta 2010 y accionista mayoritario de Via Varejo. Pero, a través de su asesor, este informó que no contestaría a las preguntas del medio. 

Tras su publicación, el asesor de la familia Klein, que en un principio no quiso hablar, envió la siguiente nota.

Con gran tristeza, la familia Klein se ha enterado de la publicación de un artículo sobre Samuel Klein, fundador de Casas Bahía y quien falleció en 2014. Inmigrante polaco, judío y superviviente del Holocausto, siempre enseñó que se requiere de mucho trabajo y coraje para enfrentar las dificultades de la vida. Es una pena que no esté vivo para defenderse de las acusaciones mencionadas. Sobre los dos procesos en curso, se ejecutan en secreto desde los tribunales y las decisiones serán aceptadas”.

Via Varejo, la empresa que controla la marca Casas Bahía, respondió en una nota, la cual reproducimos a continuación: 

Aclaramos que la familia Klein nunca ejerció un rol de control en Via Varejo, una compañía holding creada en 2011 para administrar las marcas Casas Bahía, Pontofrio, Extra.com.br y Bartira. Esta empresa, que hasta agosto de 2019 formaba parte del Grupo Pão de Açúcar, es hoy una corporación independiente, sin bloque controlador, como se puede ver en este enlace. Por lo tanto, no comentamos casos que puedan haber ocurrido en un período anterior a la gestión actual de la empresa.

Via Varejo tiene muy claro cuáles son sus valores y principios de conducta. Repudiamos enérgicamente todo tipo de acoso, prácticas ilegales y actos discriminatorios en nuestras instalaciones, incluidas nuestras sedes administrativas y tiendas“.

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