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Francia quiere crear un diploma para enseñar hiphop, pero la idea desata la controversia: “Es casi colonialista”

El presidente francés, Emmanuel Macron, aplaude un espectáculo de breakdance en junio de 2022.

Amado Herrero

París —
23 de marzo de 2024 21:58 h

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En el espacio de cuatro décadas, el hiphop ha pasado de ser una corriente underground a uno de los estilos más populares e influyentes en la cultura de Francia. Después de haber entrado en la Ópera de París en 2019 –gracias a una innovadora coreografía de Bintou Dembélé– el debut del breakdance en los Juegos de París como disciplina olímpica marcará un nuevo paso en la consagración de uno de los estilos de música y baile más asociado con la diversidad y la juventud urbana francesa, especialmente en las banlieues.

Además, el hiphop y otras variedades de street dance se han ido introduciendo poco a poco en los conservatorios, los espectáculos y la enseñanza. Sin embargo, los profesores que enseñan esta disciplina no cuentan con el mismo estatus, las mismas garantías y los mismos derechos que los de otros estilos de baile tradicionales. Solo los docentes de danza clásica, contemporánea o jazz pueden obtener el diploma oficial, documento imprescindible para trabajar en el sistema educativo francés: necesario para dar clases en los conservatorios, presentarse a oposiciones o beneficiarse de las mismas condiciones de ascenso o reconversión profesional.

La situación está a punto de cambiar gracias a una nueva proposición de ley, votada este mes por la Asamblea Nacional. El texto pretende crear un nuevo marco legal para “profesionalizar la enseñanza” de todos los estilos de baile, según explican sus impulsoras, las diputadas Fabienne Colboc (Renacimiento) y Valérie Bazin-Malgras (Los Republicanos). No obstante, la medida divide a la comunidad hiphop francesa, que se debate entre el temor a la institucionalización y la necesidad de un sistema más protector, tanto para los profesores como para los alumnos.

De entrada, una de las razones por las que el texto despierta el rechazo de una parte de la comunidad es que obligará a todo aquel que desee enseñar hiphop a tener un diplôme d'État, una titulación que exigirá tres años de estudios superiores de pago. En su ausencia, la ley estipula multas de hasta 15.000 euros y el cierre de las escuelas de danza. Estos requisitos pueden significar la exclusión, por motivos económicos, de una parte de la comunidad de un estilo de baile asociado con la libertad creativa y la espontaneidad de la práctica.

Por esta razón, varios colectivos se están movilizando para expresar su oposición. Entre ellos un grupo de 180 profesionales de la danza (profesores y artistas) llamado Non à la loi 1149 (No a la ley 1149), que denuncia una proposición de ley que, a su juicio, “desposee a quienes han creado y comparten” esta cultura. “Nuestro baile se ha desarrollado fuera de los circuitos institucionales, a menudo en comunidades estigmatizadas y rechazadas (personas racializadas, pobres, queer, etc.)”, dicen. Además, defienden que la transmisión de los bailes derivados del hiphop y su práctica “sin necesidad de jerarquía o de normas codificadas” no necesita ningún sistema institucional.

¿Apropiación de la cultura?

De momento más de 20.000 personas han firmado su petición en change.org, en la que cuestionan la legitimidad de “instituciones que no nos conocen y que estigmatizan a nuestras comunidades” y defienden la enseñanza libre en la calle o en los clubes. El bailarín y coreógrafo Fabbreezy, uno de los miembros del colectivo, denunció recientemente en un vídeo de la web Konbini el intento del Gobierno francés de un intento de “apropiación” de las culturas urbanas con un sistema “casi colonialista de la cultura underground”. Mylana Malsert, directora de una escuela de dancehall, también criticó, en un vídeo recogido por Libération, el interés de “controlar y gravar el sector con impuestos”.

La ministra de Cultura, Rachida Dati, salió al paso de estas críticas en la Asamblea Nacional: “Hoy, a menudo, es un bailarín de danza clásica o contemporánea el que forma en hiphop en los conservatorios. Eso sí que es apropiación cultural”, respondió.

Esa es también la posición de la Organización Nacional del hiphop (ON2H), un colectivo que aboga por el desarrollo de esta cultura a través de su institucionalización y que ha participado en la consulta de la proposición de ley. “Algunos profesores consiguen el certificado oficial en otras disciplinas artísticas para tener la titulación y poder enseñar, a otros se les contrata como animadores, a otros se les paga en negro: nos vemos obligados a saltarnos las normas y jugar con las palabras”, denuncia la ON2H, que defiende que el diploma estatal permitiría regularizar la práctica y mejorar las condiciones de las personas que se dedican a ella.

Contra el racismo y la marginación

Poco después de llegar en los años 80 procedente de Estados Unidos, el hiphop ganó popularidad y adeptos rápidamente en Francia, especialmente en las grandes ciudades y las banlieues. En 1984, H.I.P.H.O.P, un programa de televisión emitido en TF1, uno de los grandes canales de TV franceses, contribuyó a ese impulso que con el paso del tiempo ha consolidado a Francia como el segundo mercado mundial de hiphop.

“El hiphop surgió en Francia cuando los hijos de inmigrantes de antiguas colonias empezaron a ser visibles en la esfera pública, expresando sus preocupaciones contra el racismo y la marginación”, escribía hace unos meses la ensayista francesa Rokhaya Diallo en una columna de opinión en el Washington Post.

En París, el hiphop y otras manifestaciones de street dance se han convertido en parte del paisaje urbano. En Trocadéro, frente a la Torre Eiffel, la superficie pulida y resbaladiza de la plaza es una de las favoritas de los bailarines. En el centro comercial de Les Halles –uno de los lugares históricos de la práctica improvisada hasta los 2000– hoy hay un centro cultural dedicado al hiphop llamado La Place. Y en muchos barrios de la región parisina, las Maisons des jeunes et de la culture (centros juveniles y culturales) han ido creando y abriendo espacios para nuevos tipos de baile.

Debate cultural

De momento, el proyecto de ley ha sido aprobado con el voto favorable de la mayoría de los grupos y el rechazo de Francia Insumisa y el Partido Comunista. Ahora necesita su confirmación en el Senado, aún sin fecha, y la redacción de un decreto del Consejo de Estado que defina las condiciones de aplicación.

De manera más general, el debate se produce en un contexto de tensión sobre la evolución de la cultura popular francesa y sobre la necesidad de integrar nuevas realidades. Hace unos meses, la ceremonia de apertura de la Copa del Mundo de rugby, presentada por el actor Jean Dujardin, fue criticada por ofrecer una imagen estereotipada y poco diversa de Francia. Estas últimas semanas los políticos de extrema derecha se han movilizado en los medios de comunicación –particularmente los del grupo de Vincent Bolloré– para atacar a la cantante franco-maliense Aya Nakamura, después de que se revelase que podría participar en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos versionando a Édith Piaf.

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