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Ni faraón ni poder imperial: Mubarak, un dictador militar que sometió Egipto durante 30 años

Hosni Mubarak (izquierda) y Anwar Sadat durante el desfile militar en 1981 en el que fue asesinado el presidente.

Javier Biosca Azcoiti

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Desorientado, Hosni Mubarak, entonces vicepresidente de Egipto, logra levantarse y apartar las sillas amontonadas en el suelo. El presidente, Anwar Sadat, acaba de ser asesinado a tiros en pleno desfile militar y el número dos del Gobierno estaba sentado a su lado en el graderío. El 14 de octubre de 1981, tan solo una semana después del atentado, Mubarak se convierte en el nuevo presidente del país.

Fallecido este martes a los 91 años, Mubarak acaparó la presidencia durante tres décadas. Es frecuente leer que fue el mandatario que más tiempo ha ocupado el cargo desde el bajá Muhammad Ali, que gobernó Egipto en nombre del Imperio Otomano entre 1805 y 1848. En Occidente no se resistía la tentación de llamarle 'el faraón'. Pero lejos de ese poder absoluto, fue un dictador militar que se enfrentó a movilizaciones y protestas desde los 90 a pesar de décadas de represión levantadas sobre un permanente estado de emergencia.

Inmediatamente después del asesinato de Sadat, Egipto declaró el estado de emergencia, que Mubarak mantuvo durante los 30 años de su mandato para mantener a raya todo tipo de oposición –y que fue uno de los motivos principales de las protestas que finalmente acabaron con su reinado–. En un estado de anormalidad permanente se permitían detenciones indefinidas sin cargos, restricciones a la libertad de reunión y movimiento, control de los medios de comunicación, etc.

Mientras tanto, el régimen continuaba con la falsa apertura democrática iniciada por Sadat. El predecesor de Mubarak, en su empeño de 'desnasserización' –eliminar el legado de Gamal Abdel Nasser, fundador del Egipto moderno–, inauguró un sistema de apertura política que en teoría acababa con el poder del partido único. Mubarak, por su parte, mantiene durante años el sistema ideado por Sadat, entendido por algunos expertos como una forma de canalizar y mantener bajo control a la oposición, que tenía una mínima representación.

El largo camino de las protestas

En la segunda mitad de los 90, Mubarak se enfrenta a las primeras protestas que exigen reformas democráticas. En 2003, los principales partidos legales de la oposición y algunas organizaciones de la sociedad civil crearon el 'Comité en Defensa de la Democracia', cuya principal exigencia era limitar los poderes presidenciales y modificar el sistema de elección presidencial –los ciudadanos solo tenían la opción de ratificar el candidato propuesto por el Parlamento, pero no podían elegir entre varios candidatos–, así como la derogación del estado de emergencia.

El comité derivó posteriormente en el 'Movimiento Egipcio por el Cambio', más conocido por su grito de guerra en las manifestaciones: 'Kefaya!' (basta). “Kefaya proclama lo más alto posible que no dejará de oponerse al régimen ni de realizar manifestaciones pacíficas hasta romper el monopolio de autoridad que le ha sido tomada por la fuerza a su verdadero poseedor, el pueblo egipcio. No dejaremos de enfrentarnos al régimen y de denunciarlo, usando todos los medios pacíficos a nuestro alcance, hasta que cada criminal reciba su justo castigo”, señalaba un comunicado del movimiento tras una manifestación que acabó con cargas policiales el 25 de mayo de 2005.

Unos meses antes, en febrero, Mubarak había presentado una reforma constitucional que dio paso a las primeras elecciones presidenciales de la historia del país con varios candidatos. “Esto viene de mi convicción absoluta por consolidar los esfuerzos para más libertad y democracia”, declaró el dictador. Celebradas en septiembre de ese mismo año, Mubarak ganó las elecciones con un 88,6% y entraba en su quinto mandato consecutivo.

El mandatario llevó a cabo una política de liberación económica y, según los datos oficiales, entre 2006 y 2008 el PIB creció a una media del 7%. Sin embargo, ese crecimiento no repercutió en los ciudadanos. El porcentaje de población que vivía bajo el umbral de la pobreza en el año 2000 estaba en un 16,7%. En 2009, esa cifra era del 21,6%, más de 16 millones de personas. “Los logros macroeconómicos no sirvieron para reducir los niveles de pobreza”, sostiene un informe de 2011 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Una huelga y una paliza mortal como puntos de inflexión

Entre 1988 y 1993 se estima que hubo en total 167 protestas de trabajadores, lo que supone una media de tan solo 27 acciones al año. Pero entre 1998 y 2003 la media anual aumentó a 118. Solo en 2004 ya hubo 265 acciones colectivas. En 2011, año de la caída del régimen, se produjeron 1.419 protestas laborales con la participación de más de 600.000 trabajadores. En este contexto, la huelga general de 2008 fue un punto de inflexión hacia el derrocamiento de Mubarak. Su objetivo era lograr un salario mínimo de 200 dólares –el de entonces era de 23–.

Otro de los puntos de inflexión más importantes en la caída del dictador fue la paliza y asesinato policial del joven Khaled Said en junio de 2010. Su muerte desencadenó una ola de protestas por todo el país. La página de Facebook 'Todos somos Khaled' acabó convirtiéndose en una poderosa herramienta de convocatoria que en tan solo unos meses acumuló 425.000 seguidores.

“Para esquivar la draconiana ley de emergencia que rige Egipto desde hace 30 años y que prohíbe las asambleas públicas, encontramos una solución: [convocar protestas en las que] miles de egipcios se quedasen de pie en largas filas separados cinco metros unos de otros. Todos permanecen en silencio o leen el Corán o la Biblia. De esta forma no rompemos las leyes que prohíben reuniones de más de cinco personas, los eslóganes, etc. Solo nos quedamos de pie, tristes, vestidos de negro como símbolo de nuestro pesar por lo que le está ocurriendo a nuestro país”, afirmó su fundador.

Y llegó el día. Los movimientos erigidos durante todos estos años –incluidos los surgidos tras la huelga general de 2008 y el asesinato de Khaled Said–, animados por lo ocurrido en Túnez unos días antes, convocaron una protesta para el 25 de enero, día nacional de la policía en Egipto. 18 días después, Mubarak dimitió.

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