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ANÁLISIS

¿Hasta dónde puede llegar el derecho a la legítima defensa en EEUU?

Una marcha en contra de la absolución de Kyle Rittenhouse en Kenosha, Wisconsin.
26 de noviembre de 2021 21:58 h

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No hay tantos países donde un chaval de 17 años pueda llevar legalmente un rifle y probablemente hay aún menos en los que pueda salir armado a la calle, matar a dos personas y después salir absuelto. Medio mundo se pregunta cómo se ha librado Kyle Rittenhouse, el joven que mató a dos personas durante las protestas de Wisconsin contra el racismo, de la cadena perpetua, pero en EEUU multitud de abogados llevaban semanas advirtiendo de cómo iba a acabar esto. Dicen que lo supieron desde el mismo momento en que quedó claro cuál iba a ser su estrategia legal: la legítima defensa. 

La labor del jurado no era preguntarse qué pintaba un menor de edad “defendiendo la propiedad privada” en una ciudad que ni siquiera era la suya. Según la ley de Wisconsin, cualquiera puede ir por la calle con un arma a la vista, incluso si no parece muy aconsejable en mitad de una protesta masiva después de que un policía blanco disparara siete veces por la espalda a un joven negro. Lo que el jurado tenía que decidir era otra cosa: ¿tenía Kyle Rittenhouse un “temor razonable” a que sus víctimas lo mataran? ¿Había “agotado cualquier otra forma de evitar la muerte”?

Pues depende. Según los testigos, la primera de las víctimas mortales de Rittenhouse le arrojó una bolsa de plástico y la segunda le intentó golpear con un monopatín. ¿Da eso para un “temor razonable” de perder la vida? Pues aparentemente en EEUU sí, porque el argumento de su defensa era que lo que querían esas personas era quitarle el arma y usarla contra él. En otras palabras: la persona que lleva un arma tiene más fácil justificar haber disparado contra alguien ante el peligro que supone para ella su propia arma, en caso de que se la quiten.

Si Rittenhouse estuviera en España, es probable que el tribunal le dijera que lo suyo no es legítima defensa porque no existe “necesidad racional del medio empleado” para impedir la agresión. Es decir: no le hacía falta disparar cuatro veces a una persona, una de ellas a la cabeza, para repeler el ataque. También puede que le recordaran que otra de las condiciones es que no haya provocación previa por parte del que se defiende y eso, en el caso de sus siguientes víctimas, es difícil de apreciar: todos le habían visto disparar a la anterior persona, todos se sentían en peligro. 

La “ventaja” del superviviente

Esta forma de entender la legítima defensa crea una lógica perversa: interesa disparar primero e interesa matar. Kyle Rittenhouse se ha librado de la cárcel por argumentar que temió por su vida, pero si alguien le hubiera matado a él en ese mismo incidente hubiera podido evitar la cárcel alegando lo mismo. En una situación peligrosa en la que hay varias personas llevando armas a la vista y todas pueden decir que temen que se las quiten y las usen contra ellos... el superviviente siempre tiene un argumento ganador. 

En los casos de legítima defensa en EEUU, es la Fiscalía la que debe probar que el acusado no cumple los requisitos para acogerse a esa excepción en vez de al revés. Es más, basta con que uno de los miembros del jurado tenga dudas: para echar atrás el argumento de que era “legítima defensa” hace falta que todos estén de acuerdo por unanimidad. Tampoco se les pide que decidan si el acusado estaba verdaderamente en peligro de muerte, sino simplemente si esa persona “tenía motivos razonables para sentirse así”, y es increíble la cantidad de personas que se sienten rápidamente amenazados de muerte en presencia de una persona de color

Además, como en el caso de Rittenhouse, los miembros del jurado analizan lo sucedido durante el altercado, pero no los sucesos que han llevado a esa situación. No valoran si la actitud de la propia persona hizo más peligrosa la situación. Que el joven viajara con un arma comprada ilegalmente a una ciudad que no era la suya y con otros paramilitares que había conocido en Facebook para “ayudar” al Ejército y la Policía ya desplegados sin que nadie se lo pidiera... nada de eso cuenta. 

La excusa del temor

Y con todo, Wisconsin no es el peor lugar para esto. En más de la mitad de los estados de EEUU rigen leyes 'stand your ground' (mantén tu territorio), que te permiten acabar con la vida de alguien si te sientes amenazado, incluso si puedes huir fácilmente de la situación. Es decir: si temes por tu vida, incluso si pudieras pisar el acelerador de tu coche y salir cómodamente del peligro, puedes decidir matar a una persona y nadie te hará responsable por ello.

Con el argumento del “miedo razonable”, este tipo de legislación ha puesto en libertad a los autores de multitud de homicidios contra personas afroamericanas. El caso más evidente es el de George Zimmerman, que como parte del grupo vecinal de vigilancia de una urbanización disparó y mató a Trayvon Martin, un joven afroamericano desarmado que estaba visitando a unos parientes en Florida. Zimmerman se acogió a un supuesto temor por su vida y a su derecho a no huir que le reconocía la ley 'stand your ground'. Fue absuelto y Trayvon se convirtió en un símbolo de las desigualdades raciales en la aplicación de la legítima defensa. Tenía 17 años, como Kyle Rittenhouse cuando salió de patrulla.

Sin embargo, este miércoles, un jurado de Georgia rechazó el argumento de la legítima defensa y declaró culpables de asesinato a los tres acusados que mataron al afroamericano Ahmaud Arbery el año pasado cuando este estaba practicando deporte. Georgia es uno de esos estados donde rige la ley 'stand your ground', pero esta regulación no aplica si el que alega legítima defensa instigó el encuentro. En este caso, los acusados persiguieron a Arbery porque sospechaban que estaba involucrado en una serie de robos.

Según afirmaba la historiadora Caroline Light en una entrevista con Politico, la aplicación de la ley también depende de quién sea el acusado. “Veamos el caso de Cyntoia Brown, una joven afroamericana de 16 años a la que un hombre blanco de mediana edad pagó para tener relaciones sexuales. En 2004, ella usó el arma de fuego [de él] para matarle. Sus abogados argumentaron que fue en legítima defensa y el jurado la declaró culpable de asesinato. Pasó 15 años en prisión. Si vemos los casos en función del género y color de piel, no solo del acusado, sino también de la víctima, vemos un patrón”.

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