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La lucha de los repartidores de Nueva York para mejorar sus condiciones laborales: “Es David contra Goliat”

Un repartidor de comida en la Octava Avenida, en Nueva York.

Sarah Yáñez-Richards

Nueva York —

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Mientras que Jonathan Bazán hacía un reparto de comida en su moto, un coche se saltó un semáforo y lo atropelló. Antes trabajaba más de diez horas al día, pero desde el accidente ha rebajado la jornada a cinco horas, ya que compagina el trabajo con la rehabilitación. El primer empleo en Nueva York de este mexicano de 29 años fue como lavaplatos en un restaurante. Luego pasó a los fogones, pero desde hace dos años se dedica a llevar comida de un lado a otro de Nueva York a través de varias aplicaciones.

“Ser deliverista (repartidor) no es muy seguro, pero se gana un poco más que trabajando para un restaurante”, dice Bazán. Explica que las empresas para las que trabaja le pagan entre 3 y 4 dólares (2,66 y 3,55 euros) por pedido, más la propina.

Se estima que hay 65.000 repartidores de comida en Nueva York. Además de los posibles accidentes de tráfico, estos trabajadores se enfrentan a la posibilidad de que les roben sus bicicletas eléctricas y motocicletas.

Es el caso de Antonio Solís, miembro del grupo Los Deliveristas Unidos. Le robaron la moto mientras subía comida a un cuarto sin ascensor. Tras el incidente le instaló un GPS a su nuevo vehículo. Ahora comparte la ubicación de su moto con otros repartidores de la zona para tener un respaldo si vuelve a pasar. “Hace poco a unos compañeros les robaron tres motos poniéndolas en una camioneta. Lo publiqué en vivo (en la red de repartidores de la zona), fuimos y las motos estaban ya dentro de una camioneta. Llegamos todos y llegó la policía y no se las alcanzaron a llevar. Se llevaron una nada más”, dice Solís.

No obstante, el mexicano destaca que no siempre cuentan con el rápido respaldo de la policía y que en ocasiones se ven obligados a enfrentarse a situaciones peligrosas al intentar seguir por su cuenta la señal GPS de la moto robada: “Sabemos que ahí está la moto, pero no sabemos si el ladrón lleva un arma y tenemos que cuidarnos”.

Las motos y bicicletas, además de una herramienta de trabajo esencial, suponen una gran inversión inicial para los repartidores. Gustavo Cabrera, de 19 años, se compró una hace dos años para empezar a trabajar, siguiendo así los pasos de sus primos. También tuvo que adquirir una bolsa térmica para la comida, que suele costar entre 50 y 60 dólares (44 y 53 euros). Ahora trabaja en Queens y Brooklyn entregando comida durante diez horas cinco o seis días a la semana.

“David contra Goliat”

Pese a que las condiciones son duras, sobre todo cuando el tiempo no acompaña, todos señalan que les gusta ese trabajo tanto por la libertad que dicen sentir al recorrer las calles neoyorquinas como por la de no tener que responder a ningún jefe directo. Pero todos trabajan para varias empresas, como Uber Eats, DoorDash o Postmates, y se quejan de la falta de transparencia de las aplicaciones, sobre todo a la hora de cotizar la totalidad de sus propinas.

“Estamos batallando con las apps millonarias, es como una pelea entre David y Goliat, por decirlo así, pero nosotros somos fuertes y lo hemos demostrado”, dice Gustavo Ajche, uno de los fundadores y líderes de Los Deliveristas Unidos.

Desde que este guatemalteco inició el movimiento al principio de la pandemia, la comunidad latina de repartidores ha conseguido tener más voz. Su mayor movilización fue una marcha por la ciudad en la que participaron más de 3.000 trabajadores en abril.

El mayor hito fue conseguir que el Ayuntamiento de Nueva York aprobara un paquete legislativo, con seis proyectos de ley. “De aquí al 24 de enero parte de las legislaciones que logramos ganar entrarán en vigor, como el acceso a los baños, la transparencia en las propinas y que (las apps) no te cobren un pago adicional cuando quieras retirar tu dinero o que las aplicaciones te den una bolsa cuando quieras trabajar con ellas”.

Ajche recuerda que durante la pandemia los repartidores se volvieron esenciales para que nadie tuviera que salir de casa y entregaron a los neoyorquinos no solo la comida de los restaurantes y los supermercados, sino también mucho alcohol. Pero critica que, pese al riesgo que corrían, los locales no les dejaban ni pasar al baño con el pretexto de que las instalaciones solo eran para empleados: “No tenía lógica, los repartidores ayudábamos a que esos negocios no se fueran a la quiebra. Muchos de los pequeños negocios están vivos gracias al repartidor de comida que nunca dejó de trabajar”.

Mucho por conseguir

A Los Deliveristas Unidos, formado principalmente por latinos pero que busca integrar también a la comunidad de repartidores de Bangladesh, le quedan muchos retos por conseguir, como que las aplicaciones se comprometan o a pagar un salario por hora o a subir la cantidad que se llevan los repartidores por viaje.

También quieren lograr que la ciudad se vuelva más segura para ellos, algo que la organización ya ha planteado tanto a Chuck Schumer, senador neoyorquino y líder de la mayoría demócrata en la Cámara Alta, como al alcalde entrante Eric Adams. “No me quiero ilusionar ni emocionar”, dice Ajche en referencia a los posibles cambios que puede conllevar la llegada al poder del expolicía Adams para su gremio, sobre todo en lo relacionado con la inseguridad, cuando este tome las riendas de la ciudad el próximo enero.

Ahora, trabaja de repartidor solo por las tardes y los fines de semana. Manda gran parte del dinero que gana a su familia en Guatemala para pagar la universidad de sus hijos: “El sueño americano y una mejor vida para nuestras familias es por lo que venimos todos los que emigramos a este país. Gracias a este país he logrado que mis hijos estén ya en la Universidad. No me quejo en ese sentido, pero lucho por los repartidores, porque mucha gente inmigrante desconoce que tiene derechos, tiene voz o tiene el poder de hacer que las cosas cambien”.

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