Las muertes de Gaza sacan a la calle a los árabes de Israel
Agentes antidisturbios dispersaron con brutalidad el 19 de mayo las principales protestas que tuvieron lugar en Israel en denuncia de la represión contra “Gran Marcha del Retorno” de Gaza en la que las tropas mataron a un centenar de palestinos e hirieron a miles.
La manifestación más importante se produjo en Haifa. “La policía no tardó en cargar contra la multitud, pegando a la gente y efectuando arrestos”, denunció el Centro Mossawa, la organización de la sociedad civil árabe-israelí convocante de la manifestación.
De los 21 detenidos, siete requirieron de tratamiento médico en urgencias. “La calle se convirtió en un campo de batalla, con sillas volando y lanzamiento de piedras contra los policías, algo ilegítimo incluso en un Estado tolerante y democrático”, dijo después director de la Policía Nacional, Roni Alsheich.
Adalah, Centro Jurídico para la Defensa de la Minoría Árabe de Israel, lo niega: “Los policías encajonaron a los manifestantes que simplemente estaban de pie en el lugar de la manifestación, apiñando a unos contra otros. Cuando intentaron salir, la policía comenzó a pegarles y a arrestarles”.
Para el diputado árabe-israelí, Ahmed Tibi, el motivo de la brutalidad policial fue político. “La policía llegó inmediatamente cuando vieron banderas y símbolos palestinos”, explicó el miembro de Lista Árabe Unida, que cuenta con 13 escaños en el Parlamento.
Agresión policial al director de una ONG
Según la veintena de organizaciones de derechos humanos árabes de Israel que denunciaron la “brutalidad policial y el abuso de derechos fundamentales”, el caso más flagrante fue el del director del Centro Mossawa, Jafar Farah, una de las figuras públicas más relevantes de la minoría árabe de Israel (que representa el 20% de la población), quien asegura haber sufrido graves lesiones por parte de la policía.
“Cuando me detuvieron y llevaron a la comisaría permanecí allí dos días. Un agente me golpeó y me rompió la rodilla. Solo pregunté por qué mi hijo, presente en la manifestación, estaba en la comisaría sangrando en el suelo”, explica a este diario Farah. “Sin más me dio una patada en la pierna y me rompió la rodilla”, añade.
Farah relata que tuvo que ser llevado a urgencias del hospital Bnei Zion de Haifa, y que una vez allí los agentes presionaron a los médicos para que le dieran el alta inmediatamente a pesar de que estos recomendaban que el herido permaneciese hospitalizado por la gravedad de sus lesiones.
En la imagen difundida por el Centro Mossawa se ve a Farah en muletas y visiblemente afectado antes de la vista del pasado domingo en la que un juez de Haifa ordenó su puesta en libertad junto al resto de detenidos. Las pruebas visuales presentadas por la defensa, que atestiguan la brutalidad ejercida por varios de los agentes, habrían convencido al magistrado para desestimar los cargos presentados contra los detenidos.
Los afectados presentaron una denuncia por abusos físicos y verbales contra los agentes, especialmente contra el que presuntamente fracturó la rodilla de Jafar Farah y que, según varios de los detenidos, habría vejado a otros tantos más, informó Haaretz.
El Ministerio de Justicia ha abierto una investigación para dirimir responsabilidades. “Si hubo un oficial de policía que actuó violentamente o está mintiendo, ciertamente no hay hueco para él en la policía”, dijo el ministro de Seguridad Pública, Gilad Erdan.
Erdan pidió a la Fiscalía General que abriera diligencias contra otro diputado árabe-israelí, Ayman Odeh, líder de Lista Árabe Unida, que llamó “perdedores” a los agentes que le impidieron la entrada al hospital cuando quiso visitar a Jafar Farah. “Estos terroristas no pertenecen al Parlamento sino a la cárcel. Ya es hora de que paguen el precio por lo que están haciendo”, dijo de él el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman.
Doble rasero
La violencia empleada por la Policía Nacional israelí en Haifa contrastó con la empleada contra los manifestantes de Jerusalén que protestaban por el traslado de la embajada de los Estados Unidos el 14 de mayo. “Las intervenciones policiales varían según se trate de unos colectivos u otros”, asegura en una entrevista telefónica el director de la ONG de derechos humanos israelí B'tselem, Hagai El-Ad. “Al ser árabe-israelíes fue mucho más dura que la de Jerusalén, dado que en ésta participaban organizaciones donde la mayoría de los activistas son judíos, como Shalom Ajsav” (Paz Ahora), añade El-Ad, una de las pocas voces críticas que quedan en la sociedad israelí.
La presencia de los diputados y, sobre todo, de un buen número de activistas judíos de países anglosajones hizo que el comportamiento de la policía fuera correcto, dedicándose a mantener el orden y a evitar enfrentamientos con otros grupos de cristianos evangélicos –también llegados de países anglosajones– que a poca distancia se manifestaban en apoyo de la decisión de Donald Trump. Hasta que algunos de los manifestantes comenzaron a ondear banderas palestinas y los agentes pasaron a la acción, requisándolas por la fuerza y reduciendo a quien se resistiera a soltarlas. Aunque emplearon la fuerza, en ningún momento lo hicieron como en Haifa.
“La razón por la cual intervinimos es porque violaron los acuerdos a los que habíamos llegado”, justificó el portavoz de la Policía, Micky Rosenfeld. “Al sacar las banderas palestinas ellos mismos se buscaron el problema”, agregó, asegurando que a pesar de que no sea un acto ilegal se considera como una provocación que puede alterar el orden público. Catorce personas fueron detenidas ese día.
Otro ejemplo. En el Día de Jerusalén el 12 de mayo, la policía permaneció impasible cuando los jóvenes colonos entraron en masa al barrio musulmán de la Ciudad Vieja, causando daños en algunas tiendas y aterrorizando a sus residentes.