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Maduro gana las elecciones venezolanas con una participación del 46%

Nicolás Maduro da una rueda de prensa junto a la primera dama Cilia Flores en el Palacio de Miraflores en Caracas.

Alberto Ortiz

Caracas —

Frente a una oposición dividida entre la abstención y la figura del exchavista Henri Falcón, Nicolás Maduro fue reelecto este domingo con el 68% de los votos, pero con una participación que apenas rozó el 46%, la más baja de la historia democrática del país. Tras esta victoria en medio de una fuerte crisis de legitimidad interna y externa, el “hijo de Chávez” llamó a una mesa de diálogo con todos los sectores de la oposición para enfrentarse al difícil mandato de salvar al país del hundimiento económico.

Cuando las negociaciones entre el Gobierno y la oposición para unas elecciones pactadas fracasaron el pasado enero, el metamórfico Henri Falcón mantuvo su candidatura confiado en que conseguiría derrotar a la maquinaria electoral del chavismo para convertirse en presidente o, en el peor de los casos, reagrupar a la oposición en torno a su figura. Ayer fracasó estrepitosamente al reunir apenas 1,8 millones de votos, y quedar a cuatro millones del presidente reelecto hasta 2025.

La Mesa de Unidad Democrática (MUD), principal alianza de la oposición, que había llamado a la abstención por considerar que los comicios no reunían las suficientes garantías democráticas, demostró una fuerte capacidad de desmovilización, pero sus esfuerzos han quedado empañados por la campaña de Falcón. La estrategia del boicot electoral ha sido insuficiente para enfrentar al chavismo, aunque algunos de sus dirigentes ya asumen la fuerte abstención como una victoria.

Este domingo, antes de que se conocieran los resultados, Falcón habló ante los medios para no reconocer las elecciones y exigir unas nuevas. También se sumó a esa petición el pastor evangelista Javier Bertucci, que arañó un millón de votantes y se situó en tercer lugar. Ambos cargaron contra el Gobierno por haber incumplido los acuerdos electorales firmados y por haber usado la fuerza estatal para cooptar el voto de los venezolanos.

Maduro se sacudió esas denuncias en su primer discurso como presidente reelecto: “Dicen que a ustedes los obligaron a votar, dicen que los condicionaron. Es una falta de respeto al pueblo venezolano”, arengó antes de prometer que pondrá todos sus esfuerzos en la recuperación de la economía nacional. Para ello, convocó en su discurso a todos los líderes de la oposición para construir una nueva agenda nacional en una mesa de diálogo.

Este llamamiento a la reconciliación y a la cooperación con otras fuerzas parece extremadamente necesario tras estas elecciones, en las que a pesar de haber vencido con holgura a su rival, Maduro ha obtenido el apoyo de un 29% de los inscritos en el censo.

Una jornada electoral de extrema tranquilidad

“Quédense en sus casas. No salgan a votar”. La consigna de la MUD caló finalmente entre los electores desencantados con la gestión de Maduro. Calles desiertas y colegios vacíos coloreaban a primera hora las zonas tradicionalmente antichavistas, como Las Mercedes o Altamira.

Otra cara mostraba el deprimido barrio de Antímano, un tradicional bastión chavista. Una larga cola desbordaba el centro de votación. “Le ha tocado una guerra económica pero ha puesto empeño en luchar por su pueblo, y su pueblo le vamos a dar el voto a Maduro”, comentaba una votante, que reconocía que estos últimos meses están siendo duros, por la situación económica. “Yo voy a votar por mi presidente”, sonreía Cilia, a su lado.

En un colegio de La Florida, Francisco, dirigente del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), lamentó lo que ya se anticipaba como una elección con baja participación. “Hasta ahorita [el Gobierno] ha tenido que luchar muy duro. Ha tenido resistencias. Le han hecho la guerra. Lamentablemente, hoy la solución no está, porque la gente no quiere venir a votar”, repasó. A su lado, un interventor de la oposición llamaba a la abstención. “Así es la democracia –lo saludaba Francisco–, unos votan y otros no”.

Consciente de la importancia de la participación, Maduro sorprendió a los venezolanos con un voto madrugador. Los colegios electorales apenas habían abierto a las 6.00 de la mañana y ya depositaba su papeleta en la urna:

Acusaciones de fraude

A pesar de la presencia de unos 2.000 observadores internacionales, entre ellos José Luis Rodríguez Zapatero, que en rueda de prensa el sábado aplaudió la independencia de estas elecciones y del Consejo Nacional Electoral (CNE), las acusaciones de fraude se sucedieron a lo largo de la jornada y concluyeron con la decisión de Falcón de no reconocer las elecciones. En la rueda de prensa que concedió antes de conocer los resultados, repasó una serie de irregularidades que, aseguró, el Gobierno cometió este 20 de mayo.

La mayoría de ellas estaban relacionadas con los cuestionados ‘puntos rojos’. Son carpas que el PSUV despliega cerca de los colegios electorales para hacer un recuento de los votantes de su fuerza. Tradicionalmente, la oposición acusa al partido del Gobierno de utilizarlos como una herramienta de proselitismo durante la jornada electoral, por lo que uno de los compromisos que los candidatos y el oficialismo pactaron para estos comicios marcaba que las carpas debían situarse a más de 200 metros de distancia de los centros de votación.

La oposición cargó con especial vehemencia en el último mes contra estas carpas después de que Maduro plantease en el inicio de la campaña dar premios a quien escanease tras la votación su “carnet de la patria”, una herramienta que el Estado usa para distribuir subsidios y bonos especiales a las personas más castigadas por la crisis económica.

El sábado en rueda de prensa, el vicepresidente primero del PSUV, Diosdado Cabello, defendió que estos puntos son un mero instrumento de recuento de sus votantes y que no afectan para nada al proceso electoral.

Como marca la norma, a 200 metros de la salida del colegio Julio Bustamante, en La Florida, este domingo se situaba un ‘punto rojo’ coordinado por referentes de los CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), los organismos oficiales del Gobierno en los barrios para facilitar la llegada de bonos y paquetes de comida a la población.

Los votantes hacían cola para comparar los datos de su “carnet de la patria” con los de las listas del partido. Daban su nombre y número de documento. Bárbara mostraba su carnet. Acababa de votar y acudía al centro, donde conversaba con amigos y otros simpatizantes. “Vengo aquí por un compromiso de solidaridad con el Gobierno. Con el presidente Maduro, que es el único que nos ha brindado el apoyo, que ha seguido el legado de Chávez”, explicaba.

La crisis lastra las esperanzas

Estas han sido unas elecciones atípicas. Apenas sin atmósfera electoral durante la campaña y con una mayoría de la población apática ante las conversaciones políticas, por un lado debido a la decisión de la MUD de no presentarse y boicotear la cita, pero sobre todo a raíz de la fuerte crisis económica que se ha intensificado en los últimos meses.

La inflación escala hasta el 15.000% anual, hay escasez de productos básicos, medicinas e incluso gasolina, algo paradójico en el país con mayores reservas petrolíferas del mundo. La estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) está al borde de la quiebra y las exportaciones de crudo de Venezuela han sufrido un fuerte descenso.

En la calle apenas circula efectivo, después de que el Gobierno introdujera en enero billetes nuevos, valorados en hasta 100.000 bolívares, que no alcanzan para contener la demanda. Las operaciones con tarjeta y las transferencias bancarias se han multiplicado en los últimos meses para evitar acarreos de bolsas de billetes y hasta los vendedores ambulantes tienen puntos de venta electrónicos.

Las estanterías de los supermercados también son reveladoras: un bote de salsa de tomate cuesta 2,5 millones de bolívares, equivalente a un salario mínimo. Apenas 2 dólares según el cambio en el mercado negro. Unas lonchas de queso, 1,5 millones; un filete, 3 millones.

Maduro ha ganado las elecciones, pero tiene una tarea mucho más dura por delante: levantar el país de la crisis, algo para lo que tendrá que forzar un viraje en su política económica. A pesar de la llamada al diálogo, previsiblemente lo tendrá que hacer solo, puesto que su liderazgo no cuenta con el respaldo ni de la oposición ni de buena parte de la comunidad internacional. Países como Estados Unidos, España o Colombia, así como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y otros organismos anticiparon antes de las elecciones que no reconocerían el resultado, convencidos de que el CNE no es un poder fiable.

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