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La clase política brasileña empieza a encajar las críticas de las revueltas

Rousseff afirma que "la voz de la calle tiene que ser escuchada"

Bernardo Gutiérrez

“No conseguimos entender los motivos de las manifestaciones”. La frase la pronunció ayer por la mañana el ministro Gilberto Carvalho, de la Secretaría General de la Presidencia. Unos minutos después, la mismísima presidenta Dilma Rousseff realizó sus primeras declaraciones sobre las multitudinarias revueltas que sacudieron Brasil en la ya histórica jornada del #17J: “Brasil, hoy, se despertó fortalecido. La grandeza de las manifestaciones de ayer comprueba la energía de nuestra democracia, la fuerza de la voz de la calle y el civismo de nuestra población”. Pero la declaración solemne dio paso a las dudas y el desconcierto. Sin embargo, Dilma, en cierto sentido, dio un paso que otros gobernantes del mundo no han dado frente a revueltas como la Primavera Árabe, el 15M o la Primavera Turca. “Los que salieron ayer a las calles enviaron mensajes directos al conjunto de la sociedad: el derecho de influir en las decisiones de todos los Gobiernos, del Legislativo y del poder Judicial”. Otro de los pesos pesados del Partido de los Trabajadores (PT), Tarso Genro, Gobernador del Estado de Río Grande do Sul, también reconoció la insuficiencia del sistema de partidos y tendió la mano ayer a los manifestantes.

¿Han entendido los Gobernantes brasileños las revueltas que están incendiando el país ante la sorpresa del mundo? ¿Cómo está encajando la izquierda un levantamiento popular de semejante envergadura? Con pocas excepciones, la clase política brasileña está bastante desconcertada. Marina Silva, histórica líder del Partido Verde (PV), fundadora de Rede Sustentabilidade, que aspira a convertirse en partido político, lanzó hace dos días un vídeo en You Tube en el que meditaba sobre “los nuevos movimientos” y las estructuras políticas: “Es un error tratar a estos movimiento como si fueran exclusivamente digitales. No quieren ser más espectadores y sí protagonistas”. El Gobernador Tarso Genro, que se ha reunido en varias ocasiones con el movimento 15M español, también destacó ayer la radical diferencia de la nueva política que se está fraguando en las calles. “Los programas de la izquierda deben combinar la democracia representativa con la participación directa de la sociedad”, aseguró en entrevista a Valor Econômico. La propia Dilma Rousseff reconoció que las “manifestaciones sobrepasan los mecanismos de los partidos políticos”. Pero en el fondo, como confiesa un conocido periodista de São Paulo, que prefiere mantenerse en el anonimato, “una buena parte del PT tiene pavor de que la revuelta se convierta en un ”fuera Dilma“.

Manifestaciones masivas

Sin embargo, a pesar de cierta voluntad de escucha, la clase política brasileña no acaba de encontrar la tecla apropiada para activar un camino de negociación diferente. La gran apuesta para solucionar el conflicto en São Paulo, donde las protestas están siendo más masivas, fue una reunión del alcalde del PT, Fernando Haddad con el Consejo de la Ciudad (un centenar largo de personas) y el Movimiento Passe Livre. La reunión, que fue retransmitida por streaming en Internet, pretendía resolver la petición hasta ahora más visible de la protesta: la cancelación de la subida del precio del transporte urbano. A lo largo del día, diferentes ciudades de Brasil, entre ellas capitales como Porto Alegre, Vitória, João Pessoa y Cuiabá, anunciaron bajadas o congelaciones en las tarifas. Y el Ayuntamiento de São Paulo parece dispuesto a ceder y a congelar, por lo menos, una parte de la subida. ¿Pero será suficiente una negociación clásica, en un espacio político tradicional, para acalmar la variopinta revolución que está naciendo en Brasil?

Célio Turino, miembro del Consejo de la Ciudad, publicó un texto justo después de haber participado en la reunión. Su título habla por si mismo: La multitud que se resiste a ser cosa. Célio, articulador de los exitosos Puntos de Cultura de la era Lula, pone el acento justamente en la nueva política: “Los tiempos cambiaron. Ahora la negociación es con la multidud. La multitud no quiere seguir siendo engañada con juegos de palabras. Por eso no hay representantes jerárquicos. O se escucha con respeto y se atiende la voz de la multitud, o se da las espaldas a ella y se enfrentan las consecuencias”. Silvio Meira, un popular científico de la blogosfera brasileña, toca también el asunto de la participación política en su post Las redes, las calles, en Brasil: “Los $0,20 centavos nos recuerdan que la política pasó, hace tiempo, a servir a los políticos y no como mecanismo de representación del pueblo”.

Brasil vivió durante la jornada de ayer un nuevo día de revuetas. Hubo concentraciones masivas en Florianópolis (Capital del Estado de Santa Catarina), Belo Horizonte (Capital de Minas Gerais), Porto Alegre (capital de Río Grande du Sul), Manaus (Amazonas), Brasilia y en Nova Iguaçu (Rio de Janeiro), entre otras. La reclamación más común fue contra el mal funcionamiento del transporte público, aunque también hubo alusiones directas contra el Mundial de Fútbol y la FIFA. En São Gonçalo, en el Estado de São Paulo, la multitud de la que hablaba Célio Turino en su artículo deambuló por las calles y rodeó el Ayuntamiento. En São Paulo, los indignados cercaron el Ayuntamiento y ocuparon la gigantesca avenida Paulista y otras calles de la urbe. Salvo la concentración en el Ayuntamiento - que acabó con violencia, la bandera del Estado quemada, bombas caseras y represión policial -, la noche paulistana vivió al ritmo de las multitudes inteligentes de las que habla Howard Reingold. Redes y calles tomadas, streamings ciudadanos, inteligencia colectiva modificando el comportamiento urbano. Los indignados son, como afirma la líder ecologista Marina Silva, “multicéntricos, horizontales” y no están “dirigidos por partidos, sindicatos, ni por lideres carismáticos”.

Dilma y algunos líderes políticos declaran haber tomado nota de la indignación que recorre Brasil (y el mundo). Sin embargo, la gramática política del país permanece intacta. Tras el programa televisivo Cidade Alerta, de la Rede Record, que retransmitió en directo los actos violentos de la ciudad de São Paulo, la publicidad política de varios partidos brindaba el retrato del Brasil real. Un anuncio del partido Mobilização Democrática intentaba sacar provecho de las revueltas que sacuden al gigante latinoamericano: “Sólo la movilización provoca el cambio”. Misteriosamente, los medios más conservadores apoyan ya sin titubeos unas revueltas de final imprevisible.

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