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Portugal, la huida de la emigración

Tras un tiempo de resignación, miles de portugueses se han manifestado contra los recortes. Foto: Efe

Susana Irles

Lisboa —

Portugal, un país de unos diez millones de habitantes que sufre la peor de las crisis de su democracia, ha pasado de padres a hijos el camino de la emigración como salida a su cíclica asfixia económica. Jóvenes profesionales o estudiantes a mitad de su carrera buscan hoy nuevos destinos en las antiguas colonias: Mozambique, Angola, Brasil... Sin miedo. Como sus padres y antepasados.

André cuenta una historia que he escuchado ya, pero frente a una cerveza, cuando el bar está a punto de cerrar y sus amigos le despiden. Llegan los últimos abrazos, hablan de la fiesta de mañana a la que él no irá. “Ve tú en mi nombre, por favor”, me ofrece. Mañana a las nueve de la mañana sube al avión que le llevará a Mozambique.

“Él ya fue y volvió. Él vivió allí quince años”, explica mientras presenta a sus amigos y algunos señores del bar “Os Canários”, una tasca estrecha donde quedan cada tarde a las siete después del trabajo y cuyo nombre recuerda a antiguos inmigrantes portugueses de las Islas Canarias.

¿Y no te da rabia tener que irte?

“Esa pregunta es muy de españoles”, recrimina a la periodista con una sonrisa.

“Lo llevamos en los genes. Es cíclico. Una generación tras otra. Cada diez años unos tienen que irse. Algunos se quedarán y les irá bien. Y otros nos iremos y nos irá bien también”, me explica con paciencia para que entienda qué es la emigración en Portugal.

En parte lo confirma la historia migratoria de este país de aquellos intrépidos marineros que en su día zarparon hacia tres continentes. La emigración es una “constante estructural” que llegó a sus mayores niveles en épocas relativamente recientes, desde mediados del siglo XIX a los años setenta, según uno de los historiadores portugueses más reconocidos del país, Vitorino Magalhães Godinho.

De la facultad al aeropuerto

De la facultad al aeropuerto

La historia sigue hoy. Miles de portugueses en los principios de su carrera profesional buscan su primer trabajo remunerado, promoción social, una relación salario y horas más equilibradas que en su país. En los primeros cuatro meses de 2012, 85 portugueses se dieron de baja cada día del Instituto de Desempleo para emigrar, según los datos del centro. En total, 10.200 personas anularon su solicitud de trabajo, más del doble que en 2008, cuando fueron 5.000 personas.

Pero la mayoría de los emigrantes portugueses no pasa por las puertas de las oficina de empleo. De la facultad van directos al aeropuerto. Según datos del secretario de Estado de las Comunidades Portuguesas, en 2011 emigraron entre 120.000 y 150.000 portugueses, unos datos que rozan las mayores oleadas de emigración de los años sesenta y setenta. Si en aquellas décadas, Francia era la tierra prometida –un millón de portugueses se asentaron en el cordón industrial de París en aquellos años– ahora son Mozambique, Angola, Brasil e Inglaterra los destinos privilegiados.

A esta nueva oleada migratoria contribuye el cuello de botella en el que se ha enfrascado la economía portuguesa. El que fuera el último imperio colonial europeo y en su día una potencia transoceánica vive pendiente de “llegar a fin de mes” y rendir cuentas con reformas y severos ajustes y recortes.

En medio de una crisis política que derivó en la dimisión del anterior primer ministro, el socialista José Sócrates, Portugal pidió en abril de 2011 un rescate de 78.000 millones de euros para financiar su deuda y evitar la bancarrota.

Dos meses después, las urnas otorgaron el mando al conservador Pedro Passos Coelho. Dispuesto a enderezar las cuentas, su Gobierno amaneció con una noticia que impactó a los portugueses en su primer debate en el Parlamento. Un impuesto extraordinario del 50% sobre la paga extra de diciembre de los trabajadores aguó las compras navideñas de los portugueses.

Desde entonces los portugueses han recibido recorte tras recorte como un martillazo tras otro: adiós a las pagas extras de vacaciones, subida del IVA, más impuestos sobre la renta, encarecimiento del transporte público y aumento del pago de los servicios médicos. El paro superará el 16%, según la previsión del Gobierno, rompiendo una barrera histórica, y la caída del PIB alcanzará el 3%. Y todo bajo el paraguas de la troika, los representantes de la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La respuesta de muchos es la de André: emigrar.

El “boom” de las excolonias portuguesas

El “boom” de las excolonias portuguesasAndré tiene 28 años. Su pasión es el cine, aunque vive del mundo de la publicidad. Tiene trabajo y gana unos 1.000 euros al mes en un país donde un 40% de los jóvenes hasta 34 años alcanza 600 euros de media. Pero se va.

“Mi problema no es falta de trabajo. Lo que pasa es que cuando llega la crisis nos exprimen a horas”, explica.

Quiere calidad de vida. “Del Trópico de Cáncer hacia abajo, por los rayos de sol o no sé qué la gente es más feliz. Las personas no se empeñan, no pueden pedir créditos, comprar casas... Viven con lo que tienen y no tienen tantas preocupaciones”, recuenta parafraseando a su padre, que también marchó hace más de una década a Mozambique y con el que va a reencontrarse.

La antigua colonia portuguesa también tiene una de las esperanzas de vida más bajas de África, que ronda los 50 años. Y André sabe que si quiere formar una familia allí, tendrá que pagar colegios y seguros de salud privados. También reconoce las trabas burocráticas. Resume en una frase el laberinto sin salida de meses para conseguir un visado: “Al final me tocó pagar un whisky a un funcionario”.

Algunos buscan ganar dinero rápido en pocos años para conseguir lo que en portugués se llama “um pe de meia”, un colchón financiero suficiente para sentirse seguros en su país. André ve algo más en la antigua colonia portuguesa.

“Allí con estar formado es suficiente, puedes llegar lejos. Un poco de tu conocimiento puede ayudar mucho, cambiar el país”, explica.

Oportunidades es la palabra más repetida. Para confirmarlo, pone un ejemplo. Cuando tenía 23 años, recién licenciado, viajó a Mozambique. Dio unos cursos a gente que quería aprender edición de vídeo. Uno de sus alumnos más aplicados se llamaba Benson.

“No sabía hacer nada y le enseñé lo básico pero aquello marcó la diferencia, le permitió avanzar. Cinco años después le llamé para decirle que volvía y me ofreció un trabajo porque es el director de una productora. ¡En cinco años!”, repite.

En esos cinco años Mozambique ha progresado a un ritmo que sólo tiene un reducido grupo de países. En 2011 su economía creció al 7,4%, mientras que Portugal se ha enfrascado en la peor de sus recesiones económicas desde el inicio de la democracia en 1974.

Además de Mozambique, el otro gran destino por excelencia de los portugueses es Angola, cuna de diamantes, oro y petróleo, y excolonia contra la que portugueses lucharon durante quince años para conservar su territorio.

Las previsiones para este año son de un crecimiento del 7%. Los grandes magnates angoleños –en especial, la hija del presidente, Isabel dos Santos– se acercan al capital portugués con inversiones en sectores estratégicos, como la banca y los medios de comunicación. Como muchos otros portugueses, André, sin embargo, ve inconvenientes: “Las ofertas de trabajo son de sueldos increíbles, pero es un país muy peligroso”.

También está Brasil, “El Dorado” de muchos portugueses durante dos siglos. Una mínima formación te aseguraba un puesto de trabajo y un buen salario. A pesar de que el Gobierno brasileño ya está poniendo trabas burocráticas, en el primer semestre de 2012 la concesión de visados por trabajo a portugueses aumentó un 63%.

La descapitalización de la sociedad

La descapitalización de la sociedad

Si se echa la mirada atrás en la historia portuguesa, hay un episodio dolorosamente simbólico para el país: la huida de sus propios reyes en 1808 hacia Brasil. Portugal perdió entonces algo más que la soberanía del Gobierno, que cedió a la Corona británica para defenderse de la invasión napoleónica. Con la familia real zarparon 15.000 personas, en su mayoría la élite de comerciantes, intelectuales y abogados.

La sangría demográfica y de capital humano se mantiene perenne a lo largo de la historia con golpes al espíritu de este pequeño país de 10,6 millones de habitantes. La primera gran oleada de emigrantes, un millón y medio, partió a Brasil y Estados Unidos durante el siglo XIX y principios del XX.

Francia acogió en la década de los sesenta un millón de portugueses, concentrados en la periferia de la Ille-de-Paris. Los “avec”, como se llama coloquialmente a los portugueses emigrados a Francia y Suiza, vuelven en masa con sus matrículas extranjeras reconocibles cada verano hablando un portugués afrancesado que los locales parodian.

Pero el caso de Luxemburgo es particularmente representativo. El pequeño país en el corazón de Europa empezó a recibir emigrantes portugueses a finales de los años setenta y representan un 14% de la gente. Hay localidades como la ciudad de Larochette en las que la población lusa supera a la autóctona y un 60% de las empleadas del hogar hablan portugués.

No es de extrañar así que el primer gol marcado a la selección portuguesa en la fase clasificatoria para el Mundial de Brasil, en el partido contra Luxemburgo, fue de Daniel da Mota, hijo de portugueses emigrados.

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