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The Guardian en español

ANÁLISIS

Las alertas de Occidente sobre una invasión inminente de Ucrania pueden ser contraproducentes y beneficiar a Putin

El presidente ruso, Vladimir Putin

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Las advertencias de Estados Unidos de que las tropas rusas están preparadas para atacar Ucrania son cada vez más estridentes y acuciantes. Nadie puede dudar de que Estados Unidos está convencido de que Ucrania corre un riesgo inminente. Una demostración de que las alarmas se consideran por lo menos creíbles es la cantidad de países (incluido España) que han aconsejando a sus ciudadanos irse del país cuanto antes.

Pero poner el énfasis en una guerra casi inevitable y definir un margen estrecho de tiempo en el que se espera que ocurra es una forma de limitar las opciones de Estados Unidos y sus aliados y de abrirlas para Rusia. Moscú sigue manteniendo la iniciativa y crece el riesgo de que su presidente, Vladímir Putin, sea el que consiga una victoria diplomática dejando sin fundamento el miedo de Occidente a la guerra.

Se ha especulado mucho en torno al tiempo que Rusia puede mantener sus tropas en la frontera sin atacar y sin retirarse. Pero en noviembre, cuando Putin explicó por primera vez el propósito de la acumulación amenazante de fuerzas rusas, dijo que era importante mantener la presión “durante el mayor tiempo posible”. Tres meses después, la clave es saber durante cuánto tiempo Estados Unidos y sus aliados más próximos pueden seguir incrementando las advertencias ante un conflicto inminente.

Antes habría sido difícil considerar una retirada de Putin como otra cosa que no fuera un fracaso humillante para Moscú. Pero ahora Rusia podría elegir cualquier opción que no sea invadir, o sencillamente seguir en la frontera viendo cómo se incumplen los pronósticos de Estados Unidos, para dejar a Washington en ridículo y con la credibilidad de las revelaciones hechas por sus servicios de espionaje una vez más por los suelos.

Mientras tanto, la continua procesión diplomática a Moscú aporta pocos beneficios evidentes. En su mayor parte, se repiten argumentaciones que Rusia ya ha rechazado y se escuchan quejas cansinas de Moscú que resultan muy familiares. No hay ningún indicio de que las insistencias de los líderes y ministros occidentales hayan cambiado en nada los planes de Rusia. Ni siquiera cuando el presidente de Francia, Emmanuel Macron, aparentemente intentó negociar con Rusia con grandes promesas en nombre de Ucrania y de la OTAN.

Beneficios para Rusia

Por el momento, Rusia sigue cosechando beneficios por su despliegue militar. Los países occidentales no solo están retirando de Ucrania a sus ciudadanos y al personal de las embajadas sino que, con el objetivo de apartarlos de la línea de fuego en caso de ataque ruso, también se han retirado las misiones de formación militar estadounidenses, británicas y canadienses.

Es el enfoque opuesto al que Occidente emplea para proteger a los Estados bálticos, donde pequeños contingentes procedentes de múltiples Estados miembros de la OTAN se han integrado a los ejércitos nacionales precisamente para garantizar que, en caso de agresión rusa, haya una participación inmediata y directa. La estrategia ha demostrado tener un éxito sorprendente. En 2016 había mucho debate público en torno a los Estados bálticos como los principales candidatos para la próxima intervención rusa. Ahora hay gente que considera la situación de estos tres países como la más segura que han vivido en siglos.

Es demasiado tarde para adoptar ese enfoque con Ucrania. Mientras crecía esta crisis, Estados Unidos y Reino Unido descartaron casi de forma inmediata un apoyo militar directo y sobre el terreno. Moscú se habrá alegrado porque, una vez más, Occidente despejaba de la mesa el mayor temor de Rusia.

El apoyo a Ucrania está supuestamente limitado por el hecho de que no forma parte de la OTAN, pero no sería la primera vez que las potencias occidentales ofrecen protección ante agresiones cometidas contra países que no pertenecen a la alianza.

Es sorprendente el poco debate que ha habido en torno a la posibilidad de reducir las opciones de Rusia declarando zonas de exclusión aérea y marítima sobre Ucrania y sus inmediaciones, y mostrando la intención inequívoca de hacer cumplir esa prohibición. Para Rusia, esto supondría arriesgarse a enfrentamientos directos con los países de la OTAN en caso de que decida emplear la fuerza aérea o naval en un ataque contra Ucrania.

Rusia exige que la OTAN se retire de Europa del Este precisamente porque representa un elemento disuasorio y limitante de sus ambiciones. Los expertos militares hablan de la “estrategia de convencimiento” que emplea Moscú para conseguirlo, una forma abreviada de decir que Rusia emplea la amenaza de la fuerza para que Occidente le haga grandes concesiones, igual que un delincuente callejero. Pero si Occidente está dejándose atracar como una víctima indefensa es por decisión propia.

Hace cinco meses, el centro de estudios en geopolítica Chatham House publicó el informe What deters Russia [Lo que disuade a Rusia] en torno a los éxitos y fracasos de estrategias pasadas para conseguir que Rusia no ataque. El estudio de ejemplos tomados de incidentes y enfrentamientos a lo largo de décadas muestra una sorprendente consistencia: Rusia tiene éxito cuando los adversarios más poderosos ceden ante sus amenazas, pero retrocede si esos mismos adversarios demuestran la voluntad y determinación de protegerse a sí mismos junto a sus aliados o socios.

En Rusia, la red formada por propagandistas, portavoces y personas influyentes en las redes sociales lleva tiempo insistiendo en la idea de que un enfrentamiento con Moscú equivale a un riesgo de escalada casi inevitable hacia la guerra nuclear. Así se ha ocultado el hecho de que un enfrentamiento con Estados Unidos y sus aliados es el peor escenario posible para Rusia. De hecho, ese ha sido uno de los pocos elementos reales de disuasión para Putin.

Para Rusia, el riesgo de un posible apoyo directo de Occidente a Ucrania es mucho más inmediato, directo y palpable que las repetidas advertencias de nuevas sanciones. Además de alertar de los planes de ataque de Rusia, Estados Unidos y sus aliados deberían hacer creer a Putin que pueden hacer algo al respecto.

Keir Giles trabaja en el programa de Rusia y Eurasia de Chatham House. Es autor de Moscow Rules: What Drives Russia to Confront the West [Moscú manda: Lo que impulsa a Rusia a enfrentarse a Occidente]

Traducido por Francisco de Zárate.

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