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The Guardian en español

“El amor no es turismo”: parejas sin matrimonio, separadas por la COVID-19

Una pareja se abraza en la zona de salidas del Aeropuerto Internacional de Sydney, Australia.

Michael Safi

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En abril, Sarah tomó un vuelo en dirección a su país de origen, Alemania, y su novio, Fares, se quedó en Jordania. Ninguno de los dos sabía cuándo se volverían a ver. “Ella pensaba que estaríamos separados un par de meses”, explica Fares. En cambio, él se mentalizó de que podía no verla en mucho más tiempo. “Pero no se lo dije”.

Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19, las parejas no casadas de diferentes nacionalidades se han convertido en víctimas no visibles de los cierres de fronteras que se han dado a escala mundial. Se estima que unos 9.000 europeos que tienen una pareja fuera de la UE han quedado separados de ella. Miles de parejas de otras procedencias también han quedado separadas a raíz de la pandemia.

Felix Urbasik, un programador alemán, todavía no ha podido reunirse con su pareja, de nacionalidad australiana. April se ha quedado atrapada en Sydney, y no puede reunirse con él porque el gobierno ha prohibido los viajes. En julio, Urbasik creó un grupo en Facebook para personas en situaciones similares y también un sitio web y un foro para movilizar a los afectados y compartir historias. “Tuvimos 50.000 visitas en la primera semana”, explica. Se han creado varios grupos en las redes sociales y también páginas web.

Una de las campañas que ha conseguido cierta notoriedad tiene el lema Love Is Not Tourism (El amor no es turismo), para presionar a los países para que concedan exenciones de viaje a las parejas en relaciones en las que hay un compromiso. “No somos turistas”, dice el sitio web de la campaña. “No queremos viajar y hacer turismo. Tenemos un destino: los brazos de nuestros seres queridos. Estamos dispuestos a hacer cuarentena por el tiempo que sea necesario. Estamos dispuestos a someternos a pruebas tantas veces como sea necesario”.

Han conseguido que se empiece a escuchar su petición. Dinamarca, Noruega, los Países Bajos y otros seis países están entre los primeros en permitir la entrada de los “amores” de sus ciudadanos, independientemente de su nacionalidad, siempre y cuando se hayan hecho la prueba de COVID-19 y haya dado negativa.

Todavía quedan obstáculos por superar. Las autoridades noruegas exigen que las parejas hayan estado al menos una vez en el mismo país y que lleven un mínimo de nueve meses juntas. En el caso de los Países Bajos, se exige tres meses de noviazgo pero en este caso las parejas tienen que haberse visto de forma “regular” durante su relación. En el caso de Francia, para quedar exentas de la prohibición de viajar las parejas deben presentar una prueba de su relación ante el consulado de su país de origen.

La campaña cuenta ahora con el apoyo de la UE. De hecho, Bruselas ha auspiciado un encuentro de las autoridades fronterizas, prevista para este viernes, con el objetivo de establecer excepciones en todo el bloque. Fuera de la Unión Europea, la campaña avanza más lentamente, especialmente en las regiones que todavía lidian con brotes graves o en países conservadores que tienen prejuicios con las parejas de hecho. “En Europa, desde el principio de la campaña contamos con activistas con conexiones políticas, y eso es lo que nos falta en el resto del mundo: alguien que conoce a alguien que conoce a alguien”, explica Urbasik.

En Jordania, Fares ha pasado los últimos meses tratando de encontrar la forma de viajar a Alemania. El aeropuerto del país todavía está cerrado, y aunque han sido varios los intentos de reapertura. todos se han cancelado en el último minuto. “Esta situación pone tensión en la pareja, ya que no se cumplen nuestras expectativas”, lamenta.

Durante meses, Alemania se había negado a permitir que las parejas de distinta nacionalidad pudieran reencontrarse. El viernes, y sin previo aviso, incluyeron a las parejas no casadas a su lista de exenciones. Sarah escuchó la noticia en la radio. Le envió un mensaje a Fares, y cuando él no respondió inmediatamente, lo llamó. “¿Escuchaste la noticia?” le preguntó. “Era mi gran esperanza,” reconoce Fares. Afirma que su alegría se ve empañada por la situación de amigos menos afortunados con parejas en el Líbano y otros países que aún no contemplan una solución parecida y que lidian con “meses y meses sin luz al final del túnel”.

El foro de la campaña se ha convertido en un cúmulo de relatos que ilustran el coste del coronavirus en términos de relaciones interrumpidas y parejas que han quedado separadas. “Es como una sentencia de prisión”, subraya una mujer en Sudáfrica, separada de su marido estadounidense desde abril. “Sólo queremos vivir juntos”.

“La gente piensa que [las prohibiciones de viaje] suponen no poder ir de vacaciones a Bali este verano”, señala Urbasik. “Pero no se trata de unas vacaciones, sino de la vida de muchas personas. Es un mundo interconectado y tener pareja o familia en el extranjero es lo normal hoy en día. Algunas personas han perdido a sus seres queridos, o sus parejas han pasado por el quirófano o han dado a luz. Imaginen lo que supone tener un hijo y no poder vivir ese momento”, indica. “Y estos momentos ya no se pueden recuperar”.

Fares se está preparando para navegar por los rigores de los viajes al extranjero en la era del coronavirus. Su vuelo a Frankfurt sale el domingo. Urbasik está intentando gestionar a su pareja un visado que le permita volar a Alemania. Los trámites le llevarán meses pero al menos en su caso tienen esta posibilidad. “Lo que te mata con estas restricciones es la sensación de impotencia. Sólo puedes esperar y esperar. Es por este motivo que empecé una campaña, porque así siento que estoy haciendo algo.”

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