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The Guardian en español

Los encuentros abiertos con los ciudadanos, el símbolo de la democracia en Reino Unido, cuestionado tras el asesinato de David Amess

El minuto de silencio en la Cámara de los Comunes este lunes por el asesinato de David Amess.

Michael Savage / Toby Helm / James Tapper

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Un votante que se acerca furtivamente a un diputado para hacerle saber que conoce la marca de su coche y dónde ha estado conduciendo el fin de semana; otro que se aproxima a un diputado para avisarle de que conoce el nombre del colegio al que asisten sus hijos; un tercer diputado que en su propio encuentro con votantes se ve forzado a hacer de guardia de seguridad expulsando a una persona agresiva que se había puesto a insultar; familiares de diputados a los que les echan cosas en cara; miembros del personal siendo maltratados de forma cotidiana… 

Los diputados británicos enseguida hacen una larga lista de experiencias funestas en cuanto empiezan a comentar los riesgos tras la horrible noticia de que otro de los suyos ha sido asesinado mientras cumplía con sus deberes básicos. “Hablando con los colegas esta tarde, no hay ni uno de nosotros, ni uno solo, que no pueda dar una lista de ejemplos alarmantes por las cosas que se dicen o se hacen en una consulta de circunscripción”, dice un diputado y miembro del Gobierno.

Charles Walker, miembro de la comisión de la Cámara de los Comunes (entre otras funciones, se encarga de la seguridad de los diputados), ha dicho estar conmocionado por el número de diputados que han denunciado agresiones y amenazas ante las autoridades de los Comunes. “Vivir con miedo se ha convertido en parte rutinaria de la vida de muchos de mis colegas”, dice. “Muchos tienen la increíble capacidad de separar y aislar esa parte de su vida, pero no deberían tener que hacerlo”.

Con la conmoción y la desesperación por el asesinato de David Amess, los grupos privados de los diputados en WhatsApp no tardaron en llenarse de comentarios. Algunos hablaban abiertamente sobre la posibilidad de trasladarse fuera de su circunscripción por cuestiones de seguridad. Otros decían no estar seguros de poder seguir con los eventos de su circunscripción en los que no hace falta pedir cita para acudir.

El botón del pánico

Algunos diputados han introducido la obligatoriedad de la cita previa y han traslado los eventos de circunscripción a lugares más seguros para minimizar los riesgos que corren personalmente. “Intentamos arreglárnoslas haciendo todo lo posible por teléfono y si nos reunimos, ahora lo hacemos en el despacho, no en salas vacías”, dice un exministro. “Por lo menos tenemos botones del pánico”, dice. Algo 'normal' para los diputados que sería alarmante para la mayoría.

Todos comentan que las agresiones por Internet son normales y que no es nada raro tener que informar a la policía por una amenaza o un comportamiento agresivo.

El asesinato de Jo Cox en 2016 hizo que se reforzara la seguridad y se creara un registro central para denunciar las agresiones contra diputados, pero entre los parlamentarios hay poco acuerdo sobre las medidas que se deben tomar para minimizar los riesgos personales y mucho debate sobre la manera de enfocar la vida en la circunscripción. 

“Todos mis encuentros con electores son con cita previa y no anunciamos el lugar ni la hora con antelación”, dice un exministro. “Me temo que va a tener que ser así”. 

“Ahora solo hago un encuentro convencional una vez al mes y con cita previa, pero la mayoría de los sábados por la mañana hago sesiones en la calle, en medio de las vías principales y de los mercadillos, donde cualquiera puede acercarse a mí y a los concejales, eso es lo más importante”, dice otro diputado, miembro del Partido Conservador.

Algunos parecían dispuestos a mostrarse desafiantes el pasado sábado. El diputado tory por Elmet y Rothwell Alec Shelbrooke es uno de los que se empeñaron en realizar una sesión abierta en su circunscripción. “No podemos permitir que este tipo de sucesos reduzcan la estrecha relación que hay entre un diputado y sus electores”, dijo. “Quiero que los ciudadanos, independientemente de que me hayan votado o no, puedan acercarse a mí en la calle, en el pub, en el supermercado o en uno de mis encuentros”. 

El diputado tory por High Peak Robert Largan también ha seguido adelante con las reuniones y ha dicho que quería “defender la democracia”.

Más insultos e agresiones

Pero hace ya algún tiempo que se observa una tendencia creciente de insultos y agresiones hacia los diputados. En los últimos años, el gasto en seguridad de los parlamentarios ha experimentado una subida enorme, en gran parte por las medidas adoptadas tras la muerte de Cox. Entre 2015 y 2016, solo se gastaron 171.000 libras esterlinas (unos 200.000 euros) en seguridad de los diputados. En la sesión entre 2017 y 2018, la partida aumentó hasta 4,2 millones de libras (unos cinco millones de euros). Así se instalaron botones de pánico, se reforzaron las puertas en las oficinas de las circunscripciones y se mejoraron los sistemas de alarma.

Según los datos de la Policía Metropolitana de Londres, en 2017 hubo 151 presuntos delitos denunciados por los diputados; en 2018 hubo un aumento del 126%, hasta un total de 342 denuncias. Según una encuesta de 2019 hecha por la BBC, más del 60% de los parlamentarios se había puesto en contacto con la policía por amenazas recibidas durante 2018.

Según Alice Lilly, investigadora del centro de estudios Institute for Government, cuando encuestan a los parlamentarios sobre el número de amenazas que reciben, “la cantidad de agresiones de las que son objeto parece indicar que las cosas han empeorado en los últimos cinco o seis años”. “Creo que el debate va a girar en torno a la conveniencia de adoptar nuevas medidas concretas, ¿debería haber algún tipo de reducción en las reuniones cara a cara? En mi opinión, es algo a lo que muchos diputados son bastante reacios”, dice.

Los diputados dicen que el número de incidentes que ellos y su personal afrontan de forma cotidiana, con agresiones en Internet y amenazas de muerte, parece en crecimiento constante. “Es una auténtica epidemia”, dice un veterano diputado. “El número de personas en prisión o esperando juicio por agredir o amenazar a diputados es enorme, es un mal británico”.

Sin respuesta policial

Varios diputados afirman que la policía no estaba tomándose más en serio las amenazas que reciben. Algunos han tenido buenas experiencias pero otros dicen que solo habían sido contactados por las fuerzas de seguridad en momentos de alto riesgo, como el del ataque de la semana pasada, y que por lo general los agentes se limitan a preguntar '¿qué medidas quiere que tomemos?'.

Una diputada cuenta que había dejado de denunciar casos preocupantes por la falta de respuesta: “La policía parlamentaria y la policía local están a menudo en desacuerdo y como consecuencia no hay una evaluación coherente del riesgo”. “He dejado de denunciar cosas porque las dos se responsabilizan mutuamente y ninguna cree que estés en peligro a menos que alguien se acerque de verdad a ti”, dice. 

Un antiguo empleado de Paula Sherriff, una exdiputada en cuya puerta del despacho aparecieron pintadas esvásticas, contó que la policía se había reído de un mensaje sobre la amenaza. “Por ahora, lloramos a nuestro querido amigo David Amess, pero es evidente que falta un enfoque coherente por parte de las distintas agencias policiales para tratar las amenazas que reciben los diputados, y eso es algo que tiene que cambiar”, dice Sherriff. 

Muchos diputados dicen que en muchas ocasiones las amenazas recibidas por su personal eran tan graves como las que sufren ellos.

Lenguaje político incendiario

Otro tema mencionado una y otra vez es el lenguaje incendiario de algunos colegas, entre ellos el de Boris Johnson y el de líderes del laborismo como Angela Rayner, criticada por llamar “escoria” a los tories durante la conferencia del Partido Laborista.

En 2019, Sherriff se quejó a Boris Johnson por su retórica. Le recordó lo sucedido con Cox y le advirtió de que el uso de palabras como “rendición” estaban subiendo la temperatura. Una declaración que el primer ministro consideró un “disparate”.

“Durante bastante tiempo, el lenguaje de la política ha creado una situación en la que la gente piensa en un diputado como un blanco posible”, dice un miembro del Gobierno. “Es algo sobre lo que tenemos que volver a reflexionar”.

Según el exministro y actual diputado tory por North West Cambridge, Shailesh Vara, el lenguaje que emplea la gente cuando se comunica con los diputados en las redes sociales y también por otros medios es cada vez más hostil y agresivo. “Llamarme hijo de… , o referirse a los políticos como cabrones y utilizar tonos desagradables y agresivos es lo normal para algunas personas en esta época”.

Día oscuro

Varios diputados han dicho que lo fácilmente accesible que Amess se mostraba con el público era también lo que le hacía un buen diputado.

“Como diputados de circunscripción, tratamos de ser reconocibles y de estar disponibles y accesibles para todos”, dice un miembro del Gobierno. “Un buen diputado de circunscripción es esa persona a la que la gente siente que puede acercarse en el bar o, por molesto que sea a veces, cuando está haciendo la compra. No queremos tener que hablar con la gente a través de un cristal, ni ir con dos fornidos guardias de seguridad. Tal vez se hayan terminado los días de encuentros de circunscripción sin cita pero si hay alguien lo suficientemente interesado [en hacer daño], va a encontrar otra forma”.

Traducido por Francisco de Zárate

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