Hipopótamos, las nuevas víctimas de la sed insaciable por el marfil
Cuesta entender que el deseo por un ornamento o una pieza de joyería de marfil justifique asesinar a un majestuoso elefante, pero el descenso en su población ha obligado al insaciable mercado negro a inclinarse por alternativas 'creativas' para satisfacer sus ansias.
Los cazadores furtivos de marfil han puesto el ojo en otras criaturas, desde el narval ártico a mamuts fosilizados. Sin embargo, una víctima inesperada de esta práctica barbárica es el humilde hipopótamo. Un nuevo estudio señala que el aumento en la demanda por los dientes de hipopótamo está amenazando a este mamífero con su extinción.
Cazar un elefante conlleva grandes esfuerzos. En la mayoría de países en los que pastan –y la regulación internacional está clara– los elefantes gozan de una buena protección legal. Además, el tráfico internacional de grandes colmillos es bastante descarado. Los hipopótamos suponen una opción más barata, y de alguna manera, una alternativa “más fácil” de conseguir marfil.
La triste verdad es que no están a la cabeza de las prioridades de la comunidad internacional de conservación. Si te encuentras con un grupo de elefantes africanos en la naturaleza lo más probable es que o estén controlados por collares de rastreo o sean el objeto de estudio de una extensa investigación de conservación, ecoturismo o estén controlados por cuerpos de seguridad.
Muy diferente es el caso de los hipopótamos. Al contrario que sus primos de la sabana, ellos no tienen un séquito de seguridad, con lo cual los cazadores furtivos se pueden tomar su tiempo en atraparlos. Además, no están especialmente protegidos a nivel nacional ni internacional.
La mayoría de poblaciones de elefantes están registrados bajo el nivel más alto (apéndice I) de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), pero los hipopótamos están bajo el apéndice II de este tratado internacional, lo que significa que es posible cierto comercio.
El problema no es sólo que es imposible garantizar que se extraigan de manera ilegal dientes de hipopótamo sino que la mayoría de las veces se exceden mucho las cuotas. Hemos creado una situación en las que se puede disparar a “algunos” hipopótamos, pero tenemos pocas formas de regular el comercio de manera efectiva, dejando la puerta abierta al abuso.
Habiendo vivido en África y trabajado en la primera línea del debate, he visto de primera mano cómo en nombre del arte, ningún animal con marfil está a salvo. He oído historias, y he visto con mis propios ojos, cuerpos de hipopótamos agujereados como un colador por tiros de metralleta, con la boca abierta, sangrando y sin dientes.
Mucha gente está trabajando para poner fin a esta situación, y autoridades de las reservas naturales hacen todo lo que pueden, pero hasta que no haya un cambio real en la demanda de marfil, el hipopótamo se ha unido al elefante en un grito desesperado por nuestra ayuda.
Ben Garrod es periodista y ayudante de cátedra en la Universidad Anglia Ruskin.