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The Guardian en español

Grifos con sensores y puertas sin picaporte: hacen falta nuevos baños públicos en la nueva normalidad

Un trabajador desinfecta los baños del aeropuerto de Hong Kong durante la epidemia de coronavirus

Elias Visontay

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido las deficiencias en el diseño de los baños públicos convencionales. En su guía para un buen lavado de manos, instruye a los usuarios para que al terminar cierren el grifo con una toallita de papel y eviten así posibles contagios.

El coronavirus está centrando la atención en las innovaciones en diseño y en códigos de construcción necesarias para un futuro en el que los edificios cumplan con las medidas de control de contagios. Los especialistas en enfermedades contagiosas tendrán que tener una mayor participación en los proyectos de construcción que, hasta ahora, entienden la fase del diseño como una oportunidad para reducir costes.

Entre las innovaciones sugeridas para los baños públicos figuran cubículos que se limpian a sí mismos, salidas que no requieren contacto humano, personal de asistencia y más grifos con sensores. Según sus defensores, se mejora la higiene al minimizar la exposición a superficies que podrían estar infectadas y se aumenta la confianza del público en la limpieza de las instalaciones públicas.

De acuerdo con Peter Collignon, profesor de Enfermedades Contagiosas y Microbiología en la Universidad Nacional de Australia, los baños públicos representan un problema por las superficies de sus grifos y puertas, sobre todo para virus que se propagan por la materia fecal. “La principal forma de transmisión del coronavirus es a través de gotas respiratorias, así que puedes contagiarte con las superficies que tocan tus manos... Hay otras maneras, incluso puede estar en las heces. En torno al 60% de los pacientes muestra eso”, explica. “Ahora que están relajándose las medidas de confinamiento necesitamos que haya baños públicos, pero cuantos más sean de los que no se tocan, mejor. Hay que pensar en grifos activados por medio de sensores”.

El control de contagios tiene que ser una prioridad

Collignon, que hace poco asesoró a los comités de expertos de la OMS, recomienda desinfectarse las manos después de visitar un baño público, donde suelen tocarse grifos y puertas que pueden transmitir el virus. “Es hora de repensar muchas cosas, y los baños son una de ellas”, dice. “Hasta ahora, la COVID-19 así como la tasa de contagios para otros virus respiratorios está descendiendo debido a nuestras medidas de distanciamiento y de lavado de manos. Para el próximo año nuestro foco va a ser la COVID pero estas medidas podrían reducir significativamente muchos contagios si seguimos tomándonos en serio la higiene de las manos”.

Según Collignon, el control de los contagios no ha sido hasta ahora una prioridad en las edificaciones. En su opinión, los profesionales sanitarios deberían intervenir más en su diseño. “En un baño, el control y la protección de contagios debería ser tan importante como las medidas de seguridad contra incendios. Hoy en día no se puede diseñar nada sin tener en cuenta las precauciones contra incendios pero cuando se trata de evitar contagios, bueno, cuando hay que ahorrar esa parte es la que suele perder. Ya es hora de que desarrollemos un código estándar para el control de contagios en la construcción. No hacerlo está teniendo un coste”.

Según Ian Mackay, profesor asociado de Virología en la Universidad de Queensland (Australia), también hay que repensar las entradas y salidas de los baños públicos para minimizar el riesgo de tocar la superficie de una puerta, sobre todo si el usuario anterior no se lavó bien las manos. “Una salida sin contacto sería ideal”, dice. En su opinión, hay que insistir en la colaboración entre arquitectos y especialistas sanitarios para el diseño de baños públicos: “Hay otros virus conocidos cuya propagación fecal-oral puede darse a través de los baños”.

En su tesis para la Universidad de Auckland, Sarah Bookman investigó las implicaciones políticas y culturales de los baños públicos. En su opinión, hay problemas de diseño relacionados con la higiene de estas instalaciones que “no pueden seguir descuidándose”.

Bookman dice que los gobiernos deberían instalar más sanitarios que se limpian de manera autónoma y por completo al cerrar la puerta. “Es una demostración notoria de limpieza, algo que se puede oler, se puede oír, un procedimiento de limpiado que está teniendo lugar. Creo que eso va a formar parte del diseño en el futuro. Nuestras prácticas actuales de aseo no son sostenibles”, dice.

También aboga por otras soluciones futuras “en las que el lavado de manos no dependa de usar una servilleta de papel al final para cerrar el grifo... Después de la COVID, se extenderán los grifos y las descargas de inodoro que funcionan con sensores”.

Según Bookman, que ha diseñado baños públicos en el destacado estudio de arquitectura neozelandés Studio Pacific, incorporar mejoras higiénicas importantes y visibles en los baños también puede ayudar en la recuperación económica post-pandemia. “Que haya personal de asistencia en los baños es un ejemplo. Puede ser importante para la gente ver que los baños y las áreas públicas están siendo constantemente cuidadas”. Otro indicador de baños bien cuidados, dice, es hacer transparentes los dispensadores de jabón para que los usuarios puedan ver cuánto queda.

A medida que se levantan las medidas de confinamiento, dice Bookman, la gente dudará si tratar o no los espacios públicos como antes. En el caso de los baños públicos, es algo que puede afectar al tiempo que pasan fuera de su casa. “Si no puedes usar un baño público se limita tu tiempo fuera... Para que la gente vuelva a la vida pública, hace falta que la gente salga de nuevo, es bueno para la economía de la ciudad”.

Los más necesitados de baños públicos, dice Bookman, serán las personas con menores ingresos: los trabajadores esenciales y las personas sin hogar. “En ciudades con pocas instalaciones de baños públicos, la gente tiende a ir a un restaurante para usar el baño, especialmente en países como EEUU. Pero eso ya no es una opción, especialmente en una pandemia”.

Las nuevas medidas serán caras pero en su opinión ahorrarán dinero a largo plazo. “Por lo general es difícil calcular cuánto cuesta no tener seguridad, pero después del golpe económico del coronavirus probablemente sí se pueda, si no tenemos en los baños públicos una buena higiene que minimice la propagación de la enfermedad, es posible que vuelva una pandemia”.

Los diseñadores de baños y los expertos en salud deberían analizar con lupa cada etapa de uso de un baño público y preguntarse qué soluciones pueden incorporarse para reducir el contacto, explica Bookman. “Tenemos esta pequeña oportunidad de la pandemia en la que la gente va a escuchar y va a cambiar, la gente va a seguir lo que hagamos ahora para arreglar los baños públicos”.

Traducido por Francisco de Zárate

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