El jefe del Pentágono ya no tiene el futuro asegurado en el Gobierno de Trump
James Mattis ha perdido influencia en la Administración de Trump y su futuro como secretario de Defensa de Estados Unidos es incierto, según analistas y ex altos cargos del Gobierno. Su declive preocupa a los aliados de Estados Unidos ya que Mattis había hecho muchos esfuerzos por tranquilizarlos y contrarrestar las acciones unilaterales y los comentarios fuera de tono de Donald Trump. Mattis se había comprometido a impulsar acciones de solidaridad y cooperación.
En la tensa fase previa a la cumbre de la OTAN celebrada en julio, los aliados europeos vieron en el secretario de Defensa una garantía de continuidad dentro de una Administración que actúa por impulsos.
Sin embargo, hay indicios de que cada vez está más alejado del centro de poder de la Casa Blanca. Según NBC News, Mattis no ha sido consultado en varias decisiones clave que ha tomado Trump, como romper el acuerdo nuclear con Irán, suspender de forma abrupta las maniobras militares conjuntas con Corea del Sur y el decreto presidencial por el que se crea una nueva “fuerza espacial”, en contra del consejo del Pentágono.
Desde que asumió el cargo de secretario de Defensa, Mattis se ha movido entre la espada y la pared intentando dar el máximo apoyo al presidente pero evitando las mentiras más flagrantes. Hasta cierto punto lo ha logrado, manteniendo un perfil bajo. Sin embargo, a medida que han pasado los meses, le ha resultado más difícil seguir siendo objetivo y leal al mismo tiempo.
Tras la cumbre de Singapur con Kim Jong-un, Trump y Mike Pompeo trataron de dar la impresión de que la declaración conjunta de los dos líderes era un triunfo diplomático y el punto de partida del proceso de desarme norcoreano.
Cuando le pidieron un ejemplo de que Pyongyang tenía intención de iniciar el proceso de desarme, Mattis reconoció que no tenía constancia de ninguno, contradiciendo a Trump. “Las negociaciones en concreto no han comenzado”, añadió.
Mattis ha sido una excepción en el Gabinete de Trump, ya que el presidente ha tolerado que se haya negado a elogiarlo o no le haya jurado lealtad incondicional. Trump admira su reputación de tipo duro y el vínculo que mantiene con los militares.
Aunque se comenta que Trump y Mattis hablan con mucha menos frecuencia que en los primeros meses de este primer mandato, no hay constancia de que el presidente haya hablado mal de su secretario de Defensa ante amigos y conocidos.
Esta fue la humillación que sufrieron el exsecretario de Estado Rex Tillerson y el exconsejero de Seguridad Nacional HR McMaster. El rotundo apoyo que ha recibido por parte de ex altos cargos del Ejército, a lo largo y ancho de todo el espectro político, le ha dado a Mattis más poder para mantenerse en el cargo.
“Con Mattis, el revés sería mucho mayor que con las otras personas que Trump ha dejado caer hasta ahora”, indica Michael Carpenter, subsecretario adjunto de Defensa en la Administración de Obama: “Mattis tiene el respeto del establishment republicano”.
“A diferencia de Tillerson, que realmente cometió errores de gestión en el Departamento de Estado, Mattis es un gestor muy competente”, puntualiza Carpenter, actual director principal del Centro Penn Biden para la diplomacia y el compromiso global.
“Mattis sería el cargo más difícil de reemplazar. Es el miembro del Gabinete con más apoyos”, señala Thomas Ricks, periodista y autor de varios libros sobre asuntos militares. “Sin embargo, lo cierto es que el iceberg se ha derretido un poco. Trump tiene más confianza en sí mismo que antes. Durante los primeros seis meses de su mandato, se mostraba temeroso, pero ha pasado a ser el viejo Trump de siempre”.
No confía en sus asesores
Ricks indica que Trump cada vez confía menos en sus asesores y más en su instinto. Julianne Smith, ex viceasesora de Seguridad Nacional del vicepresidente Joe Biden, cree que Mattis podría dimitir.
“Tiene sentido del deber y está comprometido con el trabajo, y ha hecho una labor admirable para frenar algunos de los peores instintos de Trump”, señala Smith, directora del programa de seguridad transatlántica en el think tank Centro para una Nueva Seguridad de Estados Unidos.
“Si se encuentra en una situación en la que sus opiniones no son tenidas en cuenta y se le pide que cumpla ordenes con las que está en profundo desacuerdo, se verá obligado a plantearse si es mejor dejar el cargo ahora o aferrarse a él y tener un final amargo, consciente de que este tipo de final suele ser humillante y terminar mal”.
No todo el mundo comparte la noción de que Mattis cada vez tenga menos poder. Evelyn Farkas, ex subsecretaria adjunta de Defensa para Rusia, Ucrania y Eurasia, señala que “no ha visto” ningún indicio “de que Trump haya cambiado de opinión o haya perdido el respeto que sentía por Mattis”.
“No estoy segura de que la situación haya cambiado, más allá de que ha pasado más tiempo, y se han ido acumulado más casos” (de Trump tomando decisiones sobre defensa sin consultar a Mattis), afirma Farkas. En cambio, sí cree que el hecho de que Tillerson y McMaster, que eran aliados de Mattis, ya no estén debilita su posición en los debates en el Gobierno.
En los próximos meses la situación puede cambiar; y también los cálculos de estrategia del presidente y su secretario de Defensa. Si cuando a mediados de julio se reúne con su homólogo ruso, Vladímir Putin, Trump hace el mismo tipo de concesiones que hizo con Kim en Singapur, será más difícil que aquellos que defienden una política de seguridad más tradicional, como es el caso de Mattis, puedan seguir en el Gobierno.
Traducido por Emma Reverter