John Glenn, el hombre del espacio que no quería pasar desapercibido
John Glenn, fallecido a los 95 años, fue el primer estadounidense que orbitó la Tierra y, más tarde, la persona de mayor edad que haya viajado al espacio. Durante su larga carrera, pasó de ser un piloto de combate muy condecorado a convertirse primero en astronauta (la NASA lo incluyó en 1959 entre el grupo de pilotos militares que iban a ser los primeros astronautas de EEUU, los Mercury Seven) y después, en uno de los más antiguos y eficaces senadores de su país.
Su histórico vuelo del 20 de febrero de 1962, cuando dio tres vueltas a la Tierra en la nave Friendship 7, viajando 130.000 kilómetros a más de 27.000 km por hora, se retransmitió en directo a todo el mundo. Glenn no lo sabía entonces, pero el centro del control había recibido señales que demostraban que el escudo térmico se había soltado. Además, los controles de altitud de la cápsula dejaron de funcionar y, cuando Glenn supo lo del escudo térmico durante su tercera órbita, se dio cuenta de que tendría que calcular el ángulo de reentrada por sus propios medios. Si cometía un error, la cápsula ardería; si no lo cometía, había grandes posibilidades de que pasara lo mismo.
Los controles de altitud se recuperaron parcialmente in extremis, y el problema del escudo térmico resultó ser un error de un indicador defectuoso; pero fueron unos minutos desoladores. Durante las últimas fases de su vuelo de cinco horas, las pulsaciones del astronauta pasaron de 87 a 132 y, cuando cayó en el océano Atlántico, la población de los Estados Unidos estalló de júbilo. John Fitzgerald Kennedy lo recibió personalmente en Cabo Cañaveral y lo condecoró con la Medalla de Servicios Distinguidos. La población lo premió con una marcha triunfal por Nueva York a la que asistieron cuatro millones de personas.
Del espacio al Senado
Consciente de que el superhéroe local sería imbatible en unas elecciones, el presidente vio una oportunidad perfecta de conseguir un senador por Ohio, el Estado natal de Glenn. Sin embargo, Glenn rechazó su propuesta, aunque se siguió reuniendo con él y con su hermano Bobby de forma regular. En 1963, tras el asesinato de Kennedy, el astronauta anunció su candidatura al Senado; pero se tuvo que retirar al principio de la campaña, por una caída en la bañera de su casa que le provocó una conmoción cerebral grave y daños en el oído interno.
El asesinato de Bobby Kennedy (1968) lo empujó a presentarse otra vez como candidato a senador en las elecciones de 1970, pero su inexperiencia política le costó una derrota en las primarias del Partido Demócrata. El cargo se le resistió hasta 1974, después del escándalo del Watergate, cuando ganó a su oponente por una diferencia de más de un millón de votos. Más tarde, en 1980, se alzó con el mayor triunfo electoral de la historia de Ohio, y terminó convertido en el primer senador del Estado que ganaba cuatro elecciones consecutivas.
Glenn no soportaba estar lejos de los focos. En 1996, decidió que las elecciones de 1998 pondrían fin a una carrera política que lo había tenido 24 años en el Senado, y convenció al director de la NASA, Daniel Goldin, para que le permitiera viajar otra vez al espacio. Al principio, su idea fue recibida con frialdad; pero los médicos de la agencia llegaron a la conclusión de que Glenn, que entonces tenía 77 años, estaba en condiciones de formar parte de la tripulación del Discovery en el papel relativamente cómodo de especialista de carga.
Dictaminaron que la experiencia podía ofrecer información útil sobre el efecto de la ausencia de gravedad en el cuerpo de un anciano, y Glenn se ganó un puesto en la misión nº 92 de la lanzadera espacial, que duró nueve días.
En su momento, se dijo que la misión no era más que un truco publicitario de una agencia preocupada por su presupuesto y por la falta de interés en los vuelos tripulados. También se dijo que era una recompensa política por su lealtad al Partido Demócrata y un premio de consolación por la decisión del presidente Kennedy, quien lo excluyó del vuelo que llevó al hombre a la Luna por miedo a perder un héroe nacional.
Fascinación por el aire
Como muchos niños estadounidenses de la década de 1920, Glenn estaba obsesionado con los aeroplanos. En 1903, los hermanos Wright habían volado 250 metros en su Flyer 1, de 12 caballos de potencia; y dieciocho años más tarde, cuando Clare Sproat y John Glenn (de Cambridge, Ohio) celebraron el nacimiento de su hijo John, ya había un servicio aéreo de correo entre Nueva York y Washington, además de espectáculos de aviones por todo el país.
Eran tiempos apasionantes para cualquier joven con habilidades deportivas y sentido de la aventura. Tras terminar sus estudios en el instituto Concord, Bud Glenn –el nombre por el que todos le conocían– se metió en un programa gubernamental de formación de pilotos civiles, y demostró tales aptitudes que obtuvo el permiso de piloto comercial antes de empezar su carrera universitaria.
Meses después, Japón atacó Pearl Harbor y Glenn abanbonó el Muskingum College e ingresó en la USAAC (United States Army Air Corps, nombre de la Fuerza Aérea de los EEUU entre los años 1926 y 1941). Para su frustración, la USAAC desestimó sus servicios y lo pasó a la reserva naval; pero su maestría en los entrenamientos de combate le consiguió un puesto en el Cuerpo de Marines, donde ingresó con grado de alférez de 1943, justo el año en que se casó con Anna Castor, a quien había conocido en la universidad.
Fue el piloto de su escuadrón que ejecutó más horas de bombardeos en picado, motivo por el cual obtuvo la primera de sus muchas condecoraciones. Al final de la guerra había ascendido a capitán y se había convertido en piloto profesional de los Marines.
Durante la guerra civil china, participó brevemente en ataques contra las fuerzas del PCCh, aunque sirvió esencialmente como instructor de vuelo hasta el estallido de la guerra de Corea, en 1950. Ascendido a comandante, se hizo famoso por mantener sus misiones de localización de objetivos a pesar del fuego antiaéreo, hasta el punto de que, en cierta ocasión, volvió con 203 agujeros en su caza. Cuando se firmó el armisticio de 1953, tenía siete medallas más por actos de combate.
Entonces, tomó la decisión que marcó el resto de su vida: presentarse a piloto de pruebas, puesto que consiguió gracias a su férrea y afamada determinación. Luego, le encargaron que ayudara a desarrollar el F8U Crusader, el nuevo caza de la Marina, cuyo motor se debía probar en condiciones límite antes de que el aparato pudiera entrar en servicio; y a Glenn se le ocurrió la idea de probarlo haciendo el primer vuelo supersónico sin escalas entre las dos costas de los EEUU.
Naturalmente, tuvo que superar las reticencias oficiales; pero el 16 de julio de 1957 pilotó el avión desde Los Ángeles hasta Nueva York en un tiempo récord de tres horas y 23 minutos. Había batido una marca que puso su nombre entre los mejores y le consiguió publicidad, apariciones en programas de televisión y una sensación generalizada de que era un hombre al que se debía tener en cuenta.
Tres meses después, la Unión Soviética asombró al mundo con el lanzamiento del Sputnik I, que demostraba la capacidad de la URSS de poner armas en órbita sobre los Estados Unidos. El Gobierno estadounidense creó entonces la NASA (National Aeronautics and Space Administration) y empezó a buscar posibles astronautas entre los pilotos militares de pruebas.
Era obvio que el teniente coronel John Glenn estaba técnicamente cualificado, pero no lo estaba desde un punto de vista físico. La capacidad de carga de los primeros cohetes de EEUU era bastante limitada, y los astronautas tenían que pesar menos de 80 kilos. En poco tiempo, Glenn adelgazó más de diez y pasó a formar parte de un grupo de 508 candidatos. Tras unas pruebas exhaustivas que dejaron fuera a la mayoría, se convirtió en uno de los siete astronautas del Proyecto Mercury.
Sus compañeros se dedicaron a ligar con mujeres y beber fuera de servicio, pero Glenn se impuso un duro régimen físico que lo volvió tan impopular como su costumbre de recordar al resto sus obligaciones, lo cual enturbió su relación con el capitán Alan Shepard.
Glenn estaba obsesionado con la idea de convertirse en el primer astronauta de EEUU que viajara al espacio, y se llevó una decepción cuando sus camaradas votaron a Shepard. La fama nacional que obtuvo por el vuelo suborbital de 1961 fue particularmente dolorosa para Glenn, quien entendía que su selección para el primer vuelo orbital estadounidense tripulado por un ser humano (ya se habían hecho dos, con un mono) era un simple premio de consolación.
El preferido de la prensa
Sin embargo, su opinión cambió por la atención de la prensa, que se volcó sobre él y sobre su familia, y por las dificultades del propio proyecto. Entre diciembre de 1961 y enero de 1962, el mal tiempo obligó a posponer todos los lanzamientos. En una ocasión, Glenn llegó a estar cinco horas en la minúscula cápsula Mercury, embutido en su traje espacial, hasta que una densa capa de nubes provocó la suspensión definitiva del vuelo.
La Mercury se encontraba a 30 metros de altura, en un cohete Atlas que transportaba 80 toneladas de oxígeno líquido a -293 grados centígrados. El fino revestimiento de metal se dilataba y contraía constantemente alrededor de Glenn y, teniendo en cuenta que ya habían estallado varios cohetes, el astronauta tuvo que echar mano de todo su aplomo para soportar la tensión y hacer historia un mes más tarde.
La larga carrera de Glenn como senador fue un reflejo de su eficaz acción política. Estuvo entre los primeros defensores del medio ambiente, y se esforzó para que la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) tuviera categoría de ministerio. También apoyó reivindicaciones clave de los progresistas como el derecho al aborto y la fracasada enmienda constitucional de igualdad de derechos. Pero su principal batalla, frecuentemente solitaria, fue la lucha contra la proliferación nuclear. Cuando redactó la ley de no proliferación 1978, destinada a imponer normas estrictas en las ventas de materiales nucleares a otros países, él y otros senadores tuvieron que soportar una verdadera oleada de presiones empresariales y diplomáticas.
Su éxito en el Senado lo empujó a creer que tenía posibilidades de convertirse en presidente, y en 1984 hizo un breve y desastroso intento de conseguir la nominación del Partido Demócrata. Tuvo poco impacto en el país, pero a él lo dejó con una deuda de tres millones de dólares. Fue entonces cuando se vio envuelto en el escándalo Keating.
En 1987, Glenn y cinco senadores más asistieron a una reunión para convencer a las autoridades federales de que no actuaran contra Charles Keating, un prestamista que había apoyado económicamente sus campañas electorales. Al final, Keating fue condenado por fraude, y los senadores involucrados terminaron ante el Comité de Ética del Senado. Glenn fue declarado inocente, pero el caso tuvo un efecto tan grave en su popularidad que, a pesar de no tener oposición en las primarias de Ohio de 1992, sólo obtuvo el 51% de los votos en las elecciones generales, el peor resultado de su vida.
Tras poner punto final a su carrera política y volver de la misión del Discovery, Glenn se dedicó a trabajar con alumnos de la Universidad Estatal de Ohio (Columbus). En el año 2012, con motivo de la celebración del 50º aniversario de su vuelo orbital, habló a la tripulación de la Estación Espacial Internacional. Ese mismo año, obtuvo la Medalla Presidencial de la Libertad.
Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez