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The Guardian en español

La muerte de Isabel II vista desde Kenia: entre el luto, la indiferencia y la ira por un “legado brutal”

Un guardia de seguridad keniano lee el periódico 'The Standard' con el titular que anuncia la muerte de la reina Isabel II en Nairobi, Kenia.

Caroline Kimeu

Nyeri (Kenia) —

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En 1952, la entonces princesa Isabel estaba de tour real con su marido Felipe y se hospedaba en el hotel Treetops de Kenia. No lo podía imaginar, pero Isabel recibiría la noticia de la muerte de su padre durante aquella visita y el alojamiento rural sería recordado durante mucho tiempo como el lugar donde la monarca más longeva de Reino Unido “se fue a dormir como princesa y se despertó siendo reina”.

Apenas dos años después de su visita, los Mau Mau, luchadores por la libertad en Kenia que se oponían al dominio colonial británico, incendiaron el albergue. Fue reconstruido en 1954, y los residentes de más edad que viven junto al largo y sinuoso camino que lleva al hotel recuerdan con cariño la segunda visita de Isabel a la zona, en 1983. Dicen que, como resultado, su zona se dio a conocer. Pero Treetops no estuvo abierto durante el final de la vida de la reina Isabel II. Cerró sus puertas el año pasado después de que la caída del turismo durante la pandemia lo llevara a la quiebra.

El hotel, en el bosque de Aberdare, goza en lo alto de una imponente presencia, pero las escaleras polvorientas y las ventanas con telarañas dan cuenta de la soledad y el abandono. La mayoría de las personas que interactuaron de forma directa con la reina están muertas, según dice un cazador que trabajó allí. La casa del árbol está adornada con fotos y relatos de sus visitas, pero pocas historias sobre ella han perdurado en la memoria. La vaguedad de los recuerdos refleja la desvanecida relevancia de la monarquía británica en Kenia.

Alabanzas de los líderes

Sin embargo, tras el anuncio de la muerte de la reina el jueves pasado, las reacciones en Kenia no se hicieron esperar. Los líderes del país rindieron homenaje con mensajes en los que expresaban “un gran dolor y un profundo sentimiento de pérdida”, saludaban a un “sobresaliente icono del servicio desinteresado a la humanidad” y alababan su “admirable” liderazgo de la Commonwealth (la mancomunidad de naciones que incluye a 54 países). El presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, decretó cuatro días de luto mientras la noticia de la muerte de Isabel II ocupaba las portadas de los principales periódicos locales y era el asunto predominante en Internet.

Pero, en las calles de Nairobi, se mostraban indiferentes o desconocedores de la noticia. Algunos kenianos más jóvenes hablaban de ella en un tono distante. Para muchos de ellos, era una figura lejana, más conocida a través de las representaciones ficticias de ella en populares series de televisión como The Crown.

Una oleada de críticas también inundó la web. Durante su reinado, los soldados británicos cometieron múltiples atrocidades contra los kenianos en el momento álgido del levantamiento Mau Mau, entre 1952 y 1960. Alrededor de 1,5 millones de personas fueron llevadas a campos de concentración donde fueron sometidas a torturas, abuso sexual y otras violaciones a los derechos humanos. La investigación posterior demostró que los británicos se habían esforzado por destruir y ocultar los registros oficiales de su represión brutal.

Los observadores aseguran que el borrado de la historia tuvo consecuencias que persisten hoy. “No recuerdo haber aprendido sobre los males del imperio colonial”, dice Njoki Wamai, profesor de Política y Relaciones internacionales en la Universidad Internacional de Estados Unidos-África. “Muchos de nosotros hemos tenido que educarnos en instituciones públicas, y debido al legado de la educación colonial en Kenia, la reina ha sido venerada y tratada como una figura icónica”, agrega.

El dolor del pasado

Aun así, las desgarradoras historias de la dominación colonial británica se han transmitido de generación en generación. “Cuando te sientas con tus abuelos y te cuentan sus historias, el dolor es casi tangible. Puedes sentirlo”, dice Nyambura Maina. “Me niego a poner el dolor que hoy sienten otros por encima del dolor que sufrió nuestro pueblo”, asegura.

Kikonde Mwamburi, de 33 años, dice: “La muerte no debe utilizarse para remediar su legado brutal. Me alegro de que esta cultura obtusa sea cuestionada por las generaciones más jóvenes”.

En lugar de rendir homenaje a la reina, varios kenianos optaron por honrar al movimiento independentista. Las palabras “Mau Mau”, “Dedan Kimathi” y “luchador por la libertad” fueron tendencia durante las primeras horas de la mañana.

Sin embargo, el sentimiento del público contrasta con las declaraciones elogiosas por parte de los dirigentes del país. “Las élites políticas se beneficiaron con el imperio a través del poder político o económico”, indica Wamai. Cree que se le resta importancia al legado de violencia británico por motivos económicos.

Kenia mantiene fuertes lazos económicos y comerciales con Reino Unido y forma parte de la Commonwealth. Pertenecer a ella refuerza la capacidad de los países para ejercer presión y ofrece oportunidades para la economía y la educación.

Pero la relevancia geopolítica de la organización transnacional ha sido cuestionada en los últimos años y el rey Carlos III se verá presionado para reforzar los lazos con los países de la Commonwealth y solidificar el poder blando de Reino Unido. A principios de este año, los esfuerzos para ello de la familia real británica se vieron subvertidos en Jamaica, después de que los líderes y el público exigieran reparaciones por la esclavitud y “una disculpa completa y formal por sus crímenes contra la humanidad”.

La reina mantuvo relaciones sólidas con los líderes de los países de la Commonwealth a lo largo de sus 70 años de reinado, incluidos muchos de los presidentes de Kenia. Los expertos dicen que el rey Carlos tiene una difícil tarea por delante: mantener vivos esos lazos mientras en medio de las críticas al imperialismo británico en las antiguas colonias alrededor del mundo, y que se puede esperar que se enfrente a las crecientes peticiones de que aborde las injusticias cometidas en tiempos coloniales.

Traducción de Julián Cnochaert.

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