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The Guardian en español

Nicolas Sarkozy afila el cuchillo de la derecha para reconquistar la presidencia francesa

"Nos han declarado la guerra. Francia debe ser despiadada, tiene que lanzar ese miedo al otro lado", defendió Sarkozy hace poco en una entrevista.

Angelique Chrisafis

París —

Posando en pantalones cortos de ciclista en la Costa Azul, Nicolas Sarkozy cortejó descaradamente a la extrema derecha con duras promesas políticas sobre el islam y la identidad nacional francesa. En ese momento, las vacaciones de verano del expresidente conservador provocaron una sensación de déjà-vu.

Era exactamente lo que él quería: Sarkozy, uno de los personajes más controvertidos de la política francesa, está a punto de lanzar su batalla para volver a ganar unas elecciones presidenciales y colocarse de nuevo en el poder en 2017.

Hace tan solo seis meses, la misión del expresidente para reconquistar el Palacio del Elíseo –y vengar la derrota que sufrió en 2012 a manos del socialista François Hollande– parecía el sueño predestinado de este adicto a las elecciones, que una vez dijo sobre la política que “hay que sacar la aguja despacio” pero que nunca consiguió dejar el hábito.

Apodado “el hiperpresidente” por su mandato frenético entre 2007 y 2012, Sarkozy aún cuenta con la aprobación de una parte de los simpatizantes de su partido recientemente rebautizado como Los Republicanos, pero es rotundamente rechazado por una mayoría de la población francesa.

Su impopularidad viene de su desagradable personalidad y su etiqueta de “presidente de los ricos”, así como de unos resultados económicos mediocres: tras prometer restaurar los valores del trabajo y sus recompensas, dejó Francia con muchos más parados de los que encontró a su llegada al poder.

Pero Sarkozy cree que el ambiente actual de miedo y ansiedad que reina en Francia, tras la muerte de más de 230 personas en atentados terroristas reivindicados por los islamistas en los últimos 19 meses, implica que la nación necesita un hombre de autoridad como él.

“Nos han declarado la guerra”, dijo hace unos días a la revista Valeurs Actuelles en la mansión de verano de su mujer, la cantante Carla Bruni. “La guerra. Francia debe ser despiadada, tiene que lanzar ese miedo al otro lado”, proclamó. Sarkozy está planteando un programa de duras políticas sobre identidad nacional francesa, islam y seguridad, posicionado incluso más cerca de la extrema derecha que en 2012, cuando pretendía hacerse con los votantes del Frente Nacional de Marine Le Pen.

Quiere vetar el velo musulmán en las universidades y empresas públicas, limitar el derecho a la nacionalidad francesa de los hijos de padres extranjeros y prohibir que haya opciones sin cerdo en los comedores escolares para que los niños musulmanes y judíos no tengan un menú alternativo.

Pero antes de nada, Sarkozy tiene que pasar por la implacable batalla de las primarias de la derecha francesa para elegir a su candidato a presidente.

Por primera vez, el centroderecha del país organizará una contienda abierta en la que cualquier persona que esté en el censo electoral podrá votar si paga dos euros y firma una declaración en la que dice ser afín a “los valores del centroderecha”. Hasta cuatro millones de personas podrían votar en esas primarias a dos rondas, el 20 y el 27 de noviembre. La campaña oficial empieza el próximo mes, y el resultado está lejos de ser previsible.

Por detrás de Alain Juppé

Sarkozy presentará su campaña en unos días. Pero aunque volvió a liderar Los Republicanos en 2014 para posicionarse como el candidato natural, sigue siendo en gran medida el adversario. Quien lidera las encuestas y es actualmente el político favorito de Francia es Alain Juppé, el alcalde de Burdeos, exprimer ministro que también fue ministro de Exteriores con Sarkozy.

Juppé, de 71 años, lleva meses en la cima de las encuestas de popularidad, tanto para las primarias como a nivel general. Este político ha experimentado un asombroso cambio de imagen. Hace veinte años era el primer ministro más odiado de la época moderna, tras una polémica reforma de las pensiones que sacó a la calle a dos millones de personas en 1995. Ahora, sin embargo, es visto como un hombre de Estado tranquilo y mayor, que promueve reformas estructurales a favor de las empresas. También tiene imagen de político moderado que genera menos divisiones en temas de identidad.

Sigue teniendo ventaja sobre Sarkozy en las primarias, pero durante el verano el expresidente ha empezado a acercarse. El aumento del apoyo a Sarkozy, especialmente entre los simpatizantes de Los Republicanos, llega después de una caída a principios de año, cuando le afectó lo que fue un resultado decepcionante de su partido en las elecciones regionales.

“El terrorismo se ha convertido ahora en una gran preocupación para los votantes franceses y sin duda será un tema central en las primarias”, valora Yves-Marie Cann, director político del instituto de encuestas Elabe, de París. “Las cuestiones de la seguridad y la identidad nacional son asuntos sobre los que Sarkozy ha construido en gran medida su carrera política. Pero a pesar de su mejora, sigue en desventaja en términos de imagen e intención de voto en la carrera por las primarias”.

El foco informativo que se ha puesto sobre la lucha contra el terrorismo encaja bien con las fortalezas de Sarkozy y desvía la atención de los resultados económicos de su mandato y de las investigaciones judiciales sobre la financiación del partido en su campaña presidencial de 2012, sobre la que niega cualquier irregularidad.

“Sarkozy tiene gran capacidad para captar la atención de los votantes. Conoce los medios, se pronuncia sobre temas controvertidos con más pasión que consenso”, cuenta François Miquet-Marty, director del instituto de encuestas Viavoice. “A Juppé, más racional, le resulta más difícil conseguir dicha atención”.

Miquet-Marty cree que la carrera continúa abierta, añadiendo que a menudo es más fácil ganar unas elecciones como contrincante que como favorito.

Las elecciones presidenciales francesas –para las que solo faltan ocho meses– continúan completamente abiertas porque los candidatos clave todavía no han sido decididos. Le Pen está apostando el futuro de su partido en conseguir llegar a la segunda vuelta electoral, pero todavía no se conocen sus principales rivales.

Las primarias de los conservadores son cruciales porque quien quiera que gane será visto como el favorito para llegar a ser presidente. Hollande no anunciará si se postula para un segundo mandato hasta diciembre.

Muchos votantes franceses están desesperados. La perspectiva de que Hollande, el presidente francés más impopular de la era moderna, y Sarkozy planten cara a Le Pen –el mismo enfrentamiento de las pasadas elecciones presidenciales de 2012– amenaza con ser decepcionante. El mes pasado, un sondeo de Ifop para Atlantico halló que el 73% de los franceses no quiere que Hollande vuelva a ser elegido el año que viene y que el 66% no quiere el regreso de Sarkozy. El 63% tampoco quiere que Le Pen llegue a ser presidenta.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo y Cristina Armunia Berges

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