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The Guardian en español

ANÁLISIS

La respuesta de Biden al Gobierno más ultraderechista de Israel: evitar la confrontación

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el líder de la oposición de Israel, el primer ministro Benjamin Netanyahu.

Chris McGreal

Nueva York (EEUU) —

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Cuanto más cambian las cosas en Israel, más se esfuerza Joe Biden por asegurarse de que sigan igual. El nuevo Gobierno de extrema derecha del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que incluye a personas racistas abiertamente antiárabes, ya genera preocupación en la Casa Blanca por sus planes para aumentar los asentamientos y anexionarse territorios ocupados.

El ministro de Economía y líder del Partido Sionista Religioso, Bezalel Smotrich, que repudia la creación de un Estado palestino, estableció rápidamente un enfrentamiento con la Autoridad Palestina confiscando algunos de sus fondos y llamándola “enemiga”.

El ministro de Seguridad y líder del partido Poder Judío, que ha pedido la expulsión del país de los ciudadanos árabes “desleales” a Israel, Itamar Ben-Gvir, ha iniciado una represión de los manifestantes israelíes contrarios al Gobierno al tiempo que ha ordenado a la policía arrancar las banderas palestinas por considerarlas una “identificación con el terrorismo”. Incluso el partido de Netanyahu, el Likud, ha promulgado leyes que limitan la capacidad del poder judicial para vetar políticas del Gobierno.

Este jueves, Palestina ha denunciado la muerte de nueve personas en enfrentamientos con el ejército israelí en Jenin, Cisjordania. Ya son 21 los palestinos muertos por fuego israelí en lo que va de año y el 2022 fue el más mortífero de los últimos 18 años.

Las líneas rojas de la Casa Blanca

Aaron David Miller, que ha trabajado para seis gobiernos estadounidenses, también como asesor en las negociaciones palestino-israelíes, dice que Biden se encuentra en territorio desconocido. “Ninguna administración se ha encontrado con un gobierno israelí como este”.

Miller señala que aunque existen líneas rojas para la Casa Blanca –incluido el caso de que Israel aproveche la creciente debilidad de la Autoridad Palestina para anexionarse territorio–, la respuesta inmediata del Gobierno ha sido la contención. “[Desde la Casa Blanca] van a hacer todo lo que puedan para evitar una confrontación sostenida con los israelíes”, dice.

Ya está habiendo una oleada de actividad diplomática. A principios de enero llegó a Washington el ministro israelí de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, el hombre de Netanyahu para Estados Unidos. El asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, viajó la semana pasada a Israel; el próximo lunes, el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, visitará Israel; y en febrero está previsto que Netanyahu viaje a Washington.

Si los palestinos ocupaban antes el centro de las conversaciones, ahora comparten protagonismo con el programa nuclear de Irán, la reticencia de Israel a apoyar a Estados Unidos frente a Rusia en Ucrania y las relaciones del Estado judío con el mundo árabe en general.

Pero los palestinos siguen formando parte de las negociaciones, al menos en la medida en que la Casa Blanca no quiere que Israel haga nada que les obligue a posicionarse. Como dijo hace unos días Sullivan en la emisora de radio NPR, la política estadounidense se basa en mantener lo que algunos llaman la ilusión de un “proceso de paz”. “Seguimos apoyando la solución de los dos Estados y nos opondremos a las políticas y prácticas que pongan en cuestión la viabilidad de la solución de los dos Estados o que atenten gravemente contra el statu quo histórico de Jerusalén. En estos puntos seré claro y directo”, dijo.

Una Casa Blanca reacia al riesgo

Miller escribió hace poco junto al exembajador estadounidense en Israel Daniel Kurtzer un artículo pidiendo a Biden que amenace con interrumpir el envío de armas a Israel si el nuevo Gobierno de Netanyahu las usa para anexionarse tierras palestinas, expulsar a los árabes o acabar definitivamente con la menguante posibilidad de un Estado palestino. En su opinión, no es probable que el presidente lo haga.

“Biden es extraordinariamente proisraelí. Conoce a Netanyahu y ha sido humillado por Netanyahu, pero al mismo tiempo tiene un fuerte compromiso con Israel”, dice.

“En segundo lugar, creo que Biden entiende que este tema es una mala jugada política: lo último que necesita es quedar atrapado entre el Partido Republicano, que le está machacando por sus críticas a Israel, y su propio Partido Demócrata, cada vez más dividido sobre el tema”.

Según Khaled Elgindy, exasesor de los dirigentes palestinos en las negociaciones con Israel, Biden no está dispuesto a dar esa pelea. En parte por la humillante retirada del entonces presidente Barack Obama cuando en 2009 trató de forzar a Netanyahu a detener la construcción de asentamientos, dice. “Obama abordó la cuestión palestina, se quemó rápidamente y luego dio marcha atrás”, subraya. “Esta Casa Blanca es muy reacia al riesgo y está bastante claro que no quieren invertir ningún capital político significativo en los palestinos. Desde el principio han dejado claro que iban a mantenerse a la espera”, añade Elgindy.

“Consideran que es una cuestión perdida porque no se presta a soluciones fáciles. Cualquier avance requeriría un gran esfuerzo político y van a tener que estar preparados para enfrentamientos con el Gobierno israelí, con los republicanos en el Congreso y con el establishment dentro de su propio partido”, señala.

Elgindy coincide en que la Casa Blanca está estableciendo algunas líneas rojas en lo referente a la alteración del statu quo, “aunque no son de un rojo muy definido”. “Al mismo tiempo siguen con la estrategia que el Gobierno [de EEUU] ha mantenido siempre de expresar en privado cualquier desacuerdo grave”, añade.

¿Una tercera intifada?

Según Miller, la cuestión palestina “no está lista para el horario de máxima audiencia”. “Es un lío y lo único que puede hacer Biden es evitar que ocurran cosas malas, muy malas”, dice. “Me resulta difícil ver que todo esto se pueda gestionar durante los próximos años, hay demasiadas variables en juego”.

El aumento de la violencia y la posibilidad de que estalle una tercera intifada palestina ocupan el primer lugar en la lista de preocupaciones. También, la pérdida de poder de la Autoridad Palestina.

Algunos dirigentes israelíes consideran a la Autoridad Palestina como una herramienta útil para administrar las principales ciudades palestinas y actuar como brazo de la ocupación israelí. Pero otros de la derecha, como Bezalel Smotrich, se oponen instintivamente a cualquier cosa que huela a nacionalismo palestino o a construcción de un Estado. Luego está la campaña de la derecha israelí para anexionarse parte de los territorios ocupados.

Elgindy señala que cualquiera de esos acontecimientos podría obligar a Biden a enfrentarse a Israel, pero su sospecha es que probablemente se produzcan con el suficiente sigilo como para que la Casa Blanca no se vea obligada a actuar. “El derrumbe de la Autoridad Palestina no es algo que vaya a ocurrir de la noche a la mañana... Será una desintegración lenta y gradual”, dice. “Lo mismo con la anexión; no va a haber una declaración formal a favor de la anexión de Cisjordania. La anexión de facto se está produciendo todos los días con cada carretera y cada asentamiento y va a ocurrir de una forma mucho más paulatina; así que no veo a Biden haciendo gran cosa”.

Traducción de Francisco de Zárate.

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