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The Guardian en español

Los soldados rusos que se niegan a ir a la guerra en Ucrania: “Quiero volver con mi familia, y no en un ataúd”

Vehículos militares rusos en una carretera cerca de Mariúpol, Ucrania, el 18 de abril.

Pjotr Sauer

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Cuando a principios de abril se comunicó a los soldados de una brigada de élite del Ejército ruso que se prepararan para un segundo despliegue en Ucrania, el miedo se apoderó de sus filas. La unidad, estacionada en el extremo oriental de Rusia en tiempos de paz, entró por primera vez en Ucrania desde Bielorrusia cuando empezó la guerra a finales de febrero y fue testigo de duros combates con las fuerzas ucranianas.

“Pronto quedó claro que no todos los soldados estaban de acuerdo con la instrucción. Muchos de nosotros no queríamos volver al frente”, explica Dmitri, un miembro de la unidad y que ha pedido no ser identificado con su nombre real. “Quiero volver con mi familia, y no en un ataúd”.

Dmitri y otros soldados más comunicaron a sus comandantes que se negaban a regresar al campo de batalla de Ucrania. “Se enfurecieron. Pero al final se calmaron porque no podían hacer mucho”, dice.

Pronto lo trasladaron a Belgorod, una ciudad rusa situada cerca de la frontera con Ucrania, y desde entonces está destinado allí. “He servido cinco años en el Ejército. Mi contrato termina en junio. Cumpliré el tiempo que me queda y luego me iré”, explica. “No tengo nada de qué avergonzarme. No estamos oficialmente en estado de guerra, así que no pueden obligarme a ir”.

Amparados por la ley

La negativa de Dmitri a luchar pone de manifiesto algunas de las limitaciones del Ejército ruso como consecuencia de la decisión política del Kremlin de no declarar formalmente la guerra a Ucrania y de describir en su lugar la invasión, que ya lleva casi cuatro meses, como una “operación militar especial”.

Según Mikhail Benyash, un abogado que ha estado asesorando a los soldados que eligen la opción de negarse a luchar en Ucrania, estos pueden ser despedidos pero no pueden ser procesados. Benyash señala que “cientos y cientos” de soldados han contactado con su equipo para pedir consejo sobre cómo evitar tener que ir al frente. Entre ellos, 12 guardias nacionales de la ciudad de Krasnodar, en el sur de Rusia, que fueron despedidos tras negarse a ir a Ucrania.

“Los comandantes intentan amenazar a sus soldados con penas de prisión si disienten, pero nosotros les decimos a los soldados que pueden negarse”, dice Benyash. Indica que no tiene conocimiento de ninguna causa penal contra soldados que se hayan negado a combatir. “No hay motivos legales para iniciar un caso penal si un soldado se niega a luchar mientras está en territorio ruso”. Por ello, muchos soldados han optado por ser despedidos o trasladados antes de entrar en “la trituradora de carne”.

Sergey Bokov, un soldado de 23 años que a finales de abril decidió abandonar el ejército tras combatir en Ucrania ofreció un testimonio similar al de Dmitri en una entrevista con la edición en ruso de la BBC. “Nuestros superiores ni siquiera iniciaron una discusión cuando se lo comunicamos porque no éramos los primeros en irnos”, dijo Bokov.

Refiriéndose a las leyes militares rusas, Benyash precisa que sería más difícil para los soldados negarse a luchar si Rusia declarara una guerra a gran escala. “En tiempos de guerra, las normas son completamente diferentes. En ese caso, negarse a combatir supondría penas mucho más duras. Se enfrentarían a penas de cárcel”.

Sin suficientes soldados

Aunque la cifra exacta de soldados que se niegan a luchar sigue sin estar clara, estas historias ponen de manifiesto lo que, según los expertos militares y los gobiernos occidentales, es uno de los mayores escollos de Rusia en Ucrania: una grave escasez de soldados de infantería. Según un cálculo de analistas occidentales, en febrero, Moscú destinó a la guerra cerca del 80% de sus principales fuerzas de combate terrestre, 150.000 hombres. Pero el ejército ha sufrido un daño importante, ya que se ha enfrentado a problemas logísticos, a una moral baja y a una resistencia ucraniana que subestimaron.

Rob Lee, analista militar, afirma que “Putin debe tomar una decisión sobre la movilización en las próximas semanas”. “Rusia carece de suficientes unidades terrestres, con soldados contratados que hagan posible una rotación sostenible. Los soldados están agotados: es una situación insostenible a largo plazo”, dice.

Lee cree que una opción para el Kremlin sería autorizar el despliegue de unidades de reclutas en Ucrania, a pesar de las promesas anteriores de Putin de que Rusia no utilizaría ningún recluta en la guerra. “Los reclutas podrían llenar algunos de los huecos, pero estarán mal entrenados. Muchas de las unidades que se supone que entrenan a los reclutas están luchando en el campo de batalla”, dice Lee. Pero sin los batallones de reclutas, Rusia podría pronto “luchar para mantener el territorio que actualmente controla en Ucrania, especialmente cuando Ucrania reciba mejor equipamiento de la OTAN”.

Cuando quedo claro que en Ucrania no iban a conseguir una victoria rápida, el Gobierno ruso intensificó discretamente sus esfuerzos para reclutar nuevos soldados. Una investigación de la edición rusa de la BBC ha revelado que el Ministerio de Defensa ruso llenó las páginas web de empleo con vacantes, ofreciendo a personas sin experiencia de combate oportunidades de unirse al ejército con lucrativos contratos a corto plazo. Algunas grandes empresas gubernamentales han recibido cartas en las que se les insta a inscribir a su personal en el ejército. Rusia también ha recurrido a mercenarios para reforzar su ofensiva, desplegando combatientes del turbio grupo Wagner, vinculado al Kremlin.

Pero los analistas afirman que es poco probable que los reclutas voluntarios y los grupos de mercenarios supongan un aumento sustancial de la cifra de nuevos soldados, en comparación con los números que aportaría una movilización parcial o a gran escala.

Soldados heridos sin indemnizaciones

A pesar de las especulaciones previas, Putin no declaró formalmente la guerra contra Ucrania durante su discurso del Día de la Victoria, el 9 de mayo.

Andrei Kolesnikov, investigador del Carnegie Endowment, indica que a las autoridades les puede preocupar que una movilización general provoque el rechazo de amplios sectores de la población que apoyan la “operación especial”. Los rusos “pueden estar a favor del conflicto, pero en realidad no quieren luchar”, según explica. Cree que una movilización general supondría “pérdidas masivas de soldados sin la formación necesaria”.

Y aunque el hecho de que no se haya declarado formalmente una guerra da a los soldados rusos una vía legal para negarse a participar en el conflicto, algunos soldados se han quejado de que esto también ha provocado que no se les atienda adecuadamente.

Un sargento de bajo rango afirma que resultó herido durante uno de los recientes ataques ucranianos en el territorio fronterizo ruso donde estaba destinado. Sus superiores argumentaron que no debía recibir la compensación monetaria de hasta 2.960 euros a la que los rusos heridos tienen derecho por ley porque su lesión tuvo lugar en suelo ruso, lo que significa que no entraba en las normas de la “operación militar especial” de Rusia.

“Es injusto, estoy luchando en esta guerra igual que los demás en Ucrania, arriesgando mi vida”, lamenta el soldado. “Si no recibo pronto la indemnización a la que tengo derecho, lo haré público y tendrán un problema”.

Traducción de Emma Reverter

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