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The Guardian en español

Suecia tiene un grave problema con la delincuencia juvenil: “No queremos que os maten”

Agentes de Policía investigan la escena en la que un joven fue tiroteado el 27 de septiembre en un polideportivo en Estocolmo

Miranda Bryant

Örebro / Estocolmo —

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En la ciudad sueca de Örebro, que cuenta con más de 150.000 habitantes, es tan fácil conseguir armas que, según los servicios sociales, la mayoría de los jóvenes con los que trabajan en materia de delincuencia podrían hacerse con una en un solo día.

“Si quieren un arma, la pueden conseguir sin problemas. Las drogas es incluso más rápido conseguirlas”, afirma Sabrina Farlblad, que trabaja en los servicios sociales de la ciudad. Hace dos años, su equipo creó grupos de apoyo para jóvenes que, según su criterio, tienen un mayor riesgo de verse implicados en actos violentos.

Hasta ahora, el enfoque preventivo parece haber funcionado. No tienen constancia de que ninguno de los jóvenes que han participado en los grupos de apoyo se haya visto implicado en tiroteos.

La policía señala que en Suecia es relativamente fácil acceder a armas ilegales, en su mayoría procedentes de los Balcanes. A medida que menores de edad cada vez más jóvenes, algunos de tan solo 10 años, son reclutados para el tráfico de drogas, aumenta el número de ellos que utiliza armas de fuego en enfrentamientos con consecuencias mortales. La policía teme que sea solo cuestión de tiempo que las armas de Ucrania lleguen a Suecia.

Según datos recientes, desde 2019 el número de jóvenes de entre 15 y 17 años procesados por delitos graves como asesinato e intento de asesinato ha alcanzado su nivel más alto. En los primeros seis meses de este año, 42 adolescentes de ese grupo de edad han sido declarados sospechosos de intento de asesinato. La cifra del primer semestre de 2023 contrasta con la registrada en la totalidad del año anterior: 38 adolescentes. El mes de septiembre se ha convertido en el peor en materia de muertes por disparos desde que empezaron los registros en 2016.

En los últimos días se han producido varios incidentes mortales en el país en los que se han visto implicados adolescentes, incluido un joven de poco más de 20 años que fue detenido tras la muerte de un hombre en un tiroteo en la ciudad de Helsingborg, en el sur del país. En otro caso, dos chicos de 14 años fueron hallados muertos en un bosque, al parecer asesinados porque no habían cumplido las tareas encomendadas por una red delictiva. Este miércoles un joven de 18 años fue asesinado a tiros en un suburbio de Estocolmo y el jueves una mujer en la veintena murió en una explosión que se investiga como asesinato.

La magnitud del problema ha llevado recientemente al Gobierno a anunciar planes para facilitar que las escuelas, los servicios sociales y la policía compartan información para evitar que los jóvenes se vean arrastrados a la delincuencia e identificar precozmente a los menores de edad en situación de riesgo. En todo el país se están impulsando proyectos piloto y técnicas para tratar de frenar la violencia, como el plan de la ciudad de Örebro, situada entre Estocolmo y Gotemburgo.

Además de haber creado grupos de apoyo, Örebro también aplica el enfoque de intervención en grupos de violencia, que consiste en actualizar continuamente un mapa de inteligencia policial que rastrea a las personas implicadas o socialmente asociadas con delitos violentos.

Johanna Sollerman, estratega de prevención de la delincuencia de Örebro, explica que en las reuniones de apoyo el mensaje principal es: “No queremos que os maten”. A los jóvenes se les dice que si perpetúan la violencia, serán perseguidos desde todos los frentes, desde los servicios sociales hasta la agencia tributaria.

En lo que va de año ha habido un tiroteo mortal en Örebro, comparado con los cuatro registrados en 2021, cuando se produjeron tiroteos en parques infantiles y frente a una guardería.

Evin Cetin, experta en delincuencia juvenil y abogada, asegura que los enfrentamientos tienen mucho que ver con las drogas y las luchas de poder en determinadas zonas: “El Gobierno debe preguntarse: '¿Podemos acabar con la delincuencia de bandas, que recluta a menores de edad, sin acabar con el negocio de los estupefacientes, que mueve miles de millones?'”.

Según la experta legal, en lugar de centrarse en castigar a los menores de edad que venden droga, debería hacerse más hincapié en los que se las compran. Esta opinión la ha compartido hace unos días la ex primera ministra sueca Magdalena Andersson, socialdemócrata, que ha pedido que se encarcele a quienes compran drogas a menores de edad. “Se trata de proteger a nuestros jóvenes y a la sociedad”, dijo.

Cetin detalla que, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de Europa, donde la distribución corre a cargo de una organización jerárquica dirigida por hombres mayores, en Suecia jóvenes de 16 y 17 años compran medio kilo de cocaína en préstamo y consiguen que niños más pequeños la vendan. “Por eso se producen estos tiroteos”, afirma.

La abogada y experta en delincuencia juvenil ha conocido a jóvenes de 22 años que llevan 10 años en el negocio de la droga: “Hablaban de sí mismos como si fueran ancianos. Algunos expertos suecos sostienen que el problema radica en un sistema jurídico que castiga con menos severidad a los menores de 18 años por delitos graves. Pero según Cetin, la culpa es de los sucesivos gobiernos y de la policía, que en 2010 no hicieron caso a Carin Götblad, experta en delincuencia juvenil y ahora comisaria de policía, cuando alertó de que 5.000 niños y jóvenes estaban en riesgo de delincuencia grave”.

Cetin señala que esos niños, que entonces tenían 12, 13 y 14 años, son ahora figuras destacadas de la delincuencia de bandas. Cada vez que las bandas pierden a un niño o a un joven, porque se aleja de la delincuencia, porque va a la cárcel o porque muere, reclutan a otro. “Y este es el gran problema. Podemos poner en la cárcel a tantos como queramos, pero seguirán llegando nuevos niños”, lamenta Cetin.

En su opinión, las crecientes desigualdades sociales y económicas son factores que motivan a los menores a empezar a vender drogas, especialmente en el caso de los chicos jóvenes que fracasan en la escuela en zonas vulnerables con altos niveles de desempleo. “Cuando hablo con los jóvenes, lo que observo es que no tienen confianza en sí mismos... no tienen sueños”, afirma Cetin.

Götblad, que ha trabajado en delincuencia juvenil durante toda su carrera, explica que la edad de los jóvenes que tienen y disparaban armas está descendiendo. Puntualiza que si bien la delincuencia entre los jóvenes estaba disminuyendo, un pequeño grupo ha empezado a involucrarse en delitos mucho más graves, sobre todo adolescentes de origen inmigrante que viven hacinados en viviendas.

“Se pelean por los estupefacientes porque valen mucho dinero”, indica Götblad. “Hay mucha cocaína de Sudamérica que llega directamente a Suecia, [y luego] se vende... en Europa. Esto es lo que genera conflictos”, dice.

Un informe gubernamental publicado este mes, en el que Götblad colaboró como experto, propone que los menores de entre 15 y 17 años que cometan los delitos más graves sean encarcelados. En general, los menores a partir de 15 años pueden ser enviados a centros de menores, pero no a prisión.

“Tiene que haber muchas más herramientas correctivas porque hoy tenemos una sociedad ingenua. La sociedad para la que están hechas nuestras leyes y autoridades, eso ya no existe”, señala Götblad. El experto subraya que hay muchos programas de prevención de la delincuencia en marcha y ahora las autoridades locales están obligadas por ley a elaborar un plan de prevención. En su opinión, es importante apoyar y ayudar a las familias desde el principio.

En Järva, una zona de Estocolmo muy asociada a la delincuencia violenta, Semret Meskel, de la organización comunitaria Fryshuset Husby, cuenta que han conseguido frenar los tiroteos gracias a una combinación de importantes inversiones económicas en apoyo preventivo y colaboración entre servicios. “Juntos hemos creado una acción conjunta que es muy poderosa”, cuenta.

Fryshuset intenta ofrecer apoyo a largo plazo y un lugar seguro al que los jóvenes puedan acudir. Además de actividades y eventos, forma a los jóvenes según los principios del diálogo para el cambio pacífico (DPC), el programa de resolución de conflictos fundado en Irlanda del Norte.

El líder del DPC, Samrand Faik, afirma que el programa debería enseñarse en todas partes para ayudar a los jóvenes a desenvolverse en la vida cotidiana: “Queremos que nuestros jóvenes sean la voz de Järva y de los jóvenes en la sociedad sueca”.

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