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The Guardian en español

Trump convierte la guerra civil de EEUU en una batalla cultural para movilizar a su base y ganar las elecciones

Donald Trump durante la celebración del 4 de julio en el Monte Rushmore, Dakota del Sur

David Smith

Washington —

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A poco más de tres kilómetros de la Casa Blanca hay una pequeña arma. La pistola derringer calibre 44 está exhibida en un museo debajo del Teatro Ford en Washington. Fue disparada por John Wilkes Booth, un supremacista blanco y simpatizante de la Confederación esclavista, cuando asesinó a Abraham Lincoln cinco días después del fin de la guerra civil de Estados Unidos. 

Booth nunca se hubiera imaginado que, un siglo y medio más tarde, aquella causa perdida tendría un nuevo abanderado en la Casa Blanca, ni tampoco que esa persona sería alguien como Donald Trump, un empresario de Nueva York obsesionado con estar en el lado vencedor. 

Mientras la ola de protestas contra el racismo de las últimas semanas ha derribado estatuas de líderes de la Confederación por todo el país y reclama que se le cambie el nombre a varias bases militares, el presidente estadounidense ha fijado posición a favor del status quo. De hecho, el pasado lunes fue más allá, criticando explícitamente a Nascar (siglas en inglés de la Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Serie) por prohibir la bandera de la Confederación esclavista. 

Por un lado, puede parecer extraño. Por otro, todo cobra sentido en el marco de la carrera presidencial contra Joe Biden, que culminará el próximo noviembre. El presidente, que tiene a 'Lo que el Viento se Llevó' entre sus películas favoritas, está convirtiendo la guerra civil en una batalla cultural contra su enemigo interno.

“Existe una razón que explica por qué dice lo que dice y de la forma en que lo dice, y es que es un tema que todavía tiene repercusión”, afirmó Michael Steele, expresidente del Comité Nacional Republicano, a la cadena MSNBC el lunes. “Es un tema que todavía atrae a una cantidad importante de ciudadanos blancos que viven en ciudades, suburbios y zonas rurales de Estados Unidos. Por eso, a Joe Biden le va a costar mucho más esfuerzo ganar esos votos en comparación con el esfuerzo que va a necesitar Trump”, añadió.

En la víspera del día de la Independencia (4 de julio), Trump realizó un acto frente al Monte Rushmore, que exhibe los rostros tallados de los presidentes George Washington y Thomas Jefferson, ambos esclavistas, junto a Lincoln y Theodore Roosevelt. Allí, Trump despotricó contra “el fascismo de extrema izquierda” que, según él, quiere profanar monumentos, generando una ovación de la multitud mayoritariamente blanca que estaba reunida en las Colinas Negras de Dakota del Sur.

“Me cuesta creer que Joe pueda arrasar en las elecciones, o que gane fácilmente, porque el presidente sabe muy bien lo que está haciendo. Él hace lo que hace y dice lo que dice cuando lo dice por una razón: sabe que este tema pega fuerte”, explicó Steele. “Mirad a la gente que se presentó en el Monte Rushmore poniendo en riesgo su salud. Es un tema relevante para muchas personas, más allá de los votantes de Trump”. 

Trump se ha pasado décadas atizando batallas culturales y divisiones raciales, pero ahora ha dejado de lado su discurso típico para expandirlo contra lo que él llama “la izquierda radical, los marxistas, los anarquistas, los agitadores, los saqueadores, la gente que –en muchos casos– no tiene ni idea de qué está haciendo”. 

En su tuit contra la Nascar afirmó que Bubba Wallace, el único piloto afroamericano de primera categoría, debería pedir disculpas por el “engaño” de la soga que fue encontrada en su garaje (fue Nascar, no Wallace, quien informó sobre la soga). Más tarde, Trump criticó en Twitter al equipo de fútbol americano Washington Redskins (Pieles Rojas de Washington) y al de béisbol Cleveland Indians (Indios de Cleveland) por ser “políticamente correctos” –y, por extensión, débiles– al estar evaluando cambiar de nombre.

Para algunas personas, esta puede parecer una estrategia desesperada. Tras más de 130.000 fallecimientos con coronavirus y decenas de millones de empleos perdidos, el presidente se sitúa en los sondeos por detrás de Biden por dos dígitos y necesita distracciones. 

Antes de las elecciones de mitad de legislatura de 2018, Trump buscó avivar temores hacia supuestas “caravanas” de inmigrantes ilegales, aunque ello no pudo evitar que los republicanos fueran derrotados en la Cámara de Representantes. Por eso, la historia y la lógica sugieren que apuntar a una base que cada vez se reduce más es un billete de ida hacia una derrota aplastante en un país cada vez más diverso donde los sondeos muestran un mayoritario apoyo a las protestas del movimiento Black Lives Matter.

John Zogby, escritor y experto en encuestas, afirma: “Creo que es una estrategia electoral intencionada, aunque sea un muy extraña. Recuerdo que también me parecieron muy extrañas las cosas que dijo hace cinco años bajando unas escaleras mecánicas en Nueva York, aunque en aquel momento tuvo la buena suerte de enfrentarse a alguien [Hillary Clinton] que tampoco generaba confianza y que a la gente le desagradaba”.

“Claramente, se ha ubicado en una posición muy limitada, uno podría decir que apela a la base de su base y la única forma de que eso funcione en una campaña electoral es si Biden fracasa total y completamente. Por supuesto, la otra parte de la estrategia de Trump es generar ese fracaso de su oponente –con apodos como Joe el Dormilón, Joe el Corrupto– y después esperar que Biden cometa un error atroz. Pero, desde cualquier perspectiva, esta es una estrategia extraña”, explica.

Es una apuesta muy grande que tiene en vilo a los republicanos, pero puede ser que Trump esté simplemente siguiendo sus instintos: incluso quienes lo critican han tenido que admitir que en 2016 logró vencer a los sectores dirigentes de ambos partidos con cierta inteligencia y genio para la publicidad.

Como siempre, el pensamiento de Trump también está moldeado por la conservadora cadena de noticias Fox News. “Para entender las raíces retóricas del discurso del Día de la Independencia de Trump en Mount Rushmore, hay que escuchar y mirar los monólogos de Tucker Carlson de las últimas seis semanas”, escribe el medio Axios, detallando una tras otra las similitudes entre las palabras de Trump y las del popular presentador.

Pero los comentarios sobre Nascar y la bandera confederada se pasaron de la raya, incluso para aliados republicanos de estados que pertenecían a la Confederación. El senador Lindsey Graham declaró a la CNN: “He vivido en Carolina del Sur toda mi vida y si tienes un negocio, la bandera confederada no es una buena forma de hacer prosperar tu negocio”. 

Antjuan Seawright, estratega demócrata del mismo estado, señala: “No tengo ninguna duda de que se trata de una estrategia muy enfocada, diseñada por Trump y sus aliados políticos y seguramente tendrá éxito en cierto segmento de votantes del país porque son las mismas personas que lo apoyaron en 2016 y parte de ese apoyo todavía lo mantiene”.

“Con esa retórica y ese tipo de mensajes, está regalando el oído y tocándole una fibra sensible a algunas personas. Sin embargo, creo de corazón que muchas personas han comprendido que los estadounidenses no somos así y que este país no puede avanzar ni progresar con un líder que se comporta de esa manera”, añade.

Traducido por Lucía Balducci

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