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The Guardian en español

TS, SI, FVEY: lo que las iniciales de las documentos secretos del Pentágono revelan sobre el espionaje moderno

Fotografía de Jack Teixeira tomada de su perfil de Instagram.

Dan Sabbagh

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En los archivos filtrados del Pentágono destacan las siglas TS (top secret, alto secreto), y también las siglas SI. Estas letras corresponden a Inteligencia Especial (special intelligence) y revelan que la información procede de inteligencia de señales, es decir, a través de la interceptación de sistemas de información y comunicaciones. Esto incluye escuchas, vigilancia e incluso acceso indirecto a los sistemas burlando la seguridad de los mismos –todo ello como parte de un conjunto de información clasificada recabada a escala mundial por distintas agencias de inteligencia de EEUU–.

La inteligencia de señales comunicó a los 1,25 millones de estadounidenses con acceso a información clasificada como de alto secreto –y a veces incluso a sus aliados británicos– que Rusia había logrado avances menores en el campo de batalla en Ucrania, que el grupo Wagner podría estar autorizado a reanudar el reclutamiento de prisioneros e incluso que piratas informáticos rusos se habían hecho con el control de un gasoducto canadiense que esperan hacer saltar por los aires.

También revelaron que António Guterres, secretario general de la ONU, “parecía molesto” por la idea de tener que reunirse con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en una visita a Kiev; que Zelenski se quejó en una reunión de que Ucrania no tenía misiles de largo alcance “capaces de alcanzar a los soldados rusos desplegados en el interior de Rusia”; y que dirigentes del Mossad, la agencia de inteligencia israelí, “abogaron” por que sus funcionarios protestaran contra los cambios previstos en el poder judicial.

Una parte significativa de esta inteligencia de señales no procede de Estados Unidos, sino del Reino Unido y de los demás miembros de la alianza de agencias de inteligencia de los Cinco Ojos, de la que forman parte Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos.

Procede de puntos de escucha como la base aérea de Akrotiri de las fuerzas aéreas británicas en Chipre, que puede captar información de lugares tan lejanos como Afganistán. Según una fuente con conocimiento interno, la información se “guarda en una cesta compartida” para que todas las agencias de inteligencia de la alianza la analicen.

“Si no valiera la pena para los estadounidenses, no lo harían”, ha puntualizado el exagente británico. A cambio de este esfuerzo conjunto, el Pentágono clasifica como “FVEY, Five Eyes Alliance” muchos de sus análisis, proporcionando acceso a los profesionales de las cinco agencias. De este modo, Reino Unido tiene acceso a flujos diarios de información de la maquinaria de inteligencia estadounidense.

De hecho, el factor de los Cinco Ojos apunta a la preocupación principal por las posibles consecuencias de las filtraciones.

Lord Ricketts, un exasesor de seguridad nacional del Reino Unido, señala que “las filtraciones siempre son perjudiciales”. En este sentido, matiza que “lo más perjudicial es que revelen fuentes o métodos”. “Puedes estar seguro de que los rusos habrán rastreado todo esto en busca de pruebas de cómo Estados Unidos ha obtenido su información, ya sea de una fuente humana o por medios digitales. El riesgo es que consigan bloquear el acceso a la información en el futuro”, advierte.

Sin embargo, a la vista de los documentos, los métodos utilizados son difíciles de discernir para personas externas a las agencias. Muchos de los documentos filtrados revelan información, en particular sobre la guerra de Ucrania. La filtración más alarmante, de una serie analizada por The Guardian, es que Ucrania se podría quedar sin misiles de defensa antiaérea para sus sistemas S-300 en una fecha concreta, el 2 de mayo.

Un mapa marca en rojo a partir de mayo casi todas las principales ciudades de Ucrania, excepto la capital, y las describe como “infraestructuras nacionales críticas sin defensas aéreas”. Otro documento señala que Ucrania espera formar 12 nuevas brigadas para su fuerza contraofensiva, pero le faltan 53 de los 253 tanques considerados necesarios. Gran parte del resto del material prometido no se había entregado a finales de febrero.

El recuento de soldados en el frente muestra que las fuerzas ucranianas se ven superadas en número a las rusas, por ejemplo entre 4.000 y 8.000 en el frente meridional de Zaporiyia, comparado con los 23.250 soldados rusos. En general, describen un panorama incierto, alejado de las valoraciones generalmente optimistas de los políticos occidentales, y sugieren que el tan esperado contraataque podría no ser necesariamente exitoso.

Kiev corre el riesgo de “perder la capacidad de agrupar fuerzas terrestres” cerca de la línea del frente si se agotan las defensas aéreas. Puede que a los líderes ucranianos no les importe la valoración más realista –Zelenski volvió a pedir más armas el jueves–, pero pronto se sabrá si la predicción sobre la defensa aérea es correcta.

Los ministros británicos, por su parte, se han esforzado por restar importancia a las filtraciones. La semana pasada durante una visita a Washington, Ben Wallace, secretario de Defensa del Reino Unido, declaró a la CNN que los documentos contienen “una serie de inexactitudes significativas o manipulación de la información”, aunque Estados Unidos ha reconocido que son auténticos. Sólo se ha detectado un caso en el que Rusia ha difundido información falsa tras la filtración: un burdo intento de cambiar la cifra de muertos manipulando digitalmente uno de los documentos.

Ricketts indica que las agencias de inteligencia del Reino Unido han reaccionado con “bastante resignación” y que son conscientes de que se producen filtraciones a ambos lados del Atlántico, como cuando se filtraron correos diplomáticos internos de sir Kim Darroch, embajador del Reino Unido en Washington, en 2019. En los correos, Darroch describía a Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos, como “inseguro” e “incompetente”. El diplomático se vio obligado a dimitir.

Los informantes británicos también se han apresurado en subrayar que el Reino Unido ya tenía en su punto de mira la plataforma gamer Discord, la primera en difundir los documentos clasificados, aunque el enfoque se centra en gran medida en el seguimiento de los extremistas. 

La respuesta estadounidense, que fue relativamente tibia en un inicio, consistió en culpar a hackers rusos en un contexto en el que la información clasificada se difundía en las redes como la pólvora. Tuvieron que pasar varios días hasta la detención en Massachusetts de Jack Teixeira, guardia nacional aéreo y técnico informático de 21 años. Sin embargo, antes de esta detención, los periodistas se habían adelantado a las fuerzas policiales de Estados Unidos y ya habían localizado y entrevistado a muchos de los interlocutores en internet del joven.

El perfil de Teixeira –un gamer que quería presumir ante sus amigos– no encaja con el perfil clásico de persona que filtra información clasificada movida por motivaciones políticas, como Daniel Ellsberg, el analista que filtró los Papeles del Pentágono que revelaron la verdad sobre la guerra de Vietnam, o Clive Ponting, el funcionario británico que filtró documentos sobre el hundimiento del crucero argentino General Belgrano durante la guerra de las Malvinas.

Teixeira era uno de los 1,25 millones de profesionales con acceso a información clasificada en el Sistema Conjunto Mundial de Comunicaciones de Inteligencia de Estados Unidos, un repositorio de intercambio creado en respuesta al 11-S. En este sentido, un exalto funcionario británico opina que ha llegado el momento de reconsiderar cómo se comparte la información clasificada. En referencia a la gran cantidad de personas con acceso a esta información, ha señalado que “se trata de un sistema que se creó para la lucha antiterrorista, cuando era necesario que muchos expertos estuvieran informados de las amenazas. Pero en un contexto en el que las amenazas contra el Estado han tomado el relevo y el peligro de filtraciones es mayor, parece necesario replantearse esta cuestión”.

Traducción de Emma Reverter

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