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Las víctimas de cuatro patas del terremoto en Marruecos

Un burro entre los escombros en la localidad de Tafeghaghte, afectada por el terremoto del día 8.

Soraya Aybar Laafou

Tafeghaghte —

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Amin avanza por el borde de un precipicio, entre el polvo que levantan a su paso los coches, en el Gran Atlas de Marruecos. Junto a él, un burro carga con una bolsa de mantas a un lado, y un par de garrafas de agua al otro. Ambos pasean hasta una colina en pendiente, inaccesible para los coches y furgones con ayuda humanitaria, y comienzan a ascender.

“Este es el único burro que me queda, he perdido al resto”, relata a elDiario.es. Amin, de 76 años, es uno de los tantos marroquíes que utilizan los burros y asnos como medio de transporte. Tras el trágico terremoto del pasado 8 de septiembre, estos animales son imprescindibles para acceder a las aldeas más remotas, donde la ayuda llega a cuentagotas.

Pero ahora, son muchos menos. “Si es difícil evaluar las personas que han muerto, imagínate el número de animales”, cuenta Susan Machin, directora de Jarjeer Mules, la mayor organización de rescate de equinos, vertebrados de la familia del caballo. Además, es una de las pocas organizaciones benéficas que está registrada en Reino Unido en asociación con el reino de Marruecos.

“Trabajamos aquí desde 2014. A lo largo de la última semana hemos respondido a las consecuencias del terremoto y nuestro refugio también ha quedado afectado”, añade Machin en declaraciones a elDiario.es. También destaca que hay mucho trabajo por hacer y que las consecuencias podrían agravarse en los próximos meses.

“Nosotros hemos podido acceder a algunas zonas, pero todavía hay aldeas remotas donde sólo llega la ayuda a través de helicópteros”, advierte. Precisamente, el 16 de septiembre, más de una semana después del seísmo, las autoridades marroquíes encontraron a un grupo de cinco pastores que habían quedado incomunicados con su ganado en las montañas del Alto Atlas.

Los equipos de rescate, que llegaron por aire, les proveyeron de asistencia sanitaria y comida para que puedan seguir asistiendo a sus animales.

“La muerte de animales en los pueblos de las montañas será grave porque dependen de ellos para poder trabajar. Son el principal medio de transporte y subsistencia”, asegura Machin.

Animales bajo los escombros

Más allá de los burros, los animales como vacas y cabras también han sido gravemente afectados. En algunos rincones del Atlas como Tafeghaghte, el olor de los cadáveres de los animales bajo los escombros de las casas y los establos es fuerte, lo cual ha motivado la utilización de mascarillas sanitarias para prevenir infecciones respiratorias entre los supervivientes del terremoto.

Malika ha pasado el fin de semana en Tafeghaghte. Algunos miembros de su familia están entre los casi 3.000 fallecidos por el terremoto, mientras que los supervivientes residen ahora en una tienda de campaña, a las puertas de lo que antes era su casa.

Atadas a un árbol, dos cabras dejan entrever las heridas del seísmo. “Mi cuñado las rescató de entre los escombros. Estaban atrapadas de cintura para abajo y tuvimos que alimentarlas y darles de beber como pudimos para que sobrevivieran”, cuenta a elDiario.es. Malika insiste en que ambos animales son una fuente de alimentación para toda la comunidad. La leche de cabra es uno de los ingredientes indispensables de la cocina tradicional marroquí.

Según la Asociación Internacional de Caprinos (IGA, por sus siglas en inglés), en el norte de África, la ganadería caprina juega un papel fundamental en las zonas montañosas y poco accesibles. En el caso de Marruecos, alrededor del 46% de este tipo de ganadería se concentra en el Atlas, lo que se traduce en unos 570.000 animales, de acuerdo con los últimos datos, de 2017.

Los rebaños de esta zona del Atlas tienen un doble propósito: por un lado, aportar proteínas e ingresos para las poblaciones locales, a través de la leche y la carne; por otro lado, proveen abono para mejorar la agricultura. Esto último es fundamental para la plantación de hortalizas, de las que se alimentan las comunidades rurales.

Víctimas sin voz

Desde que tembló el país, las redes sociales se han inundado con la solidaridad y la movilización de los ciudadanos, a favor de los que tienen voz y también de los que no pueden pedir ayuda. Desde el primer momento, la asociación marroquí de bienestar animal, Morocco Animal Aid, ha utilizado su cuenta de Instagram para visibilizar las consecuencias del terremoto sobre los animales, sobre todo perros y gatos, y el ganado en general.

El grupo se creó en 2016 como resultado de la fusión entre dos ONG animalistas: Ims’One, de la localidad de Imesouane, y MAA, de Tamraght. Una representante de Morocco Animal Aid, que prefiere permanecer anónima, apunta a elDiario.es que el problema va más allá de la muerte súbita de estos animales: “Un número considerable de persona ha experimentado pérdidas profundas como madres, padres o hijos. Esto hará que cada vez sea más difícil mantener a los animales que siguen bajo su cuidado”.

Sin un hogar, y algunos, sin una fuente de ingresos, muchos habitantes del Atlas no podrán hacerse cargo del gasto económico que implica el cuidado de los animales.

Aun así, más de diez días después del seísmo faltan datos precisos y reina la incertidumbre. La representante de la ONG asegura que no hay datos oficiales sobre el total de animales fallecidos y señala dos razones: por un lado, las organizaciones se han dividido entre diferentes áreas geográficas de Marruecos, por lo que no pueden ofrecer un número global; por otra parte, cree que las autoridades gubernamentales carecen de capacidad para rastrear las muertes de animales dadas las circunstancias.

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