Las cartas que la diputada no quiso recoger
“Por favor, pulse el botón verde. Sí se puede”. No son ni una ni dos sino decenas de cartas las que terminan así. Van (o iban) dirigidas a la concejal en el Ayuntamiento de Logroño y diputada en el Congreso, Concepción Bravo. Están escritas con el puño y letra de gente que dejó hace tiempo de pagar su hipoteca, que no llega a fin de mes y cuya vida se ha convertido en un drama que 350 diputados pueden transformar en una simple votación.
Compraron una vivienda en la época de la burbuja, antes de ese fatídico estallido de realidad para miles de personas. Tenían trabajo, el paro no era un problema para un país que se codeaba con los grandes y que disfrutaba del “sistema financiero más sólido de la comunidad internacional”, como aseguró Zapatero. Algunos decidieron entonces lanzarse a formar una familia. El mar estaba en calma, había estabilidad en las cuentas corrientes y el horizonte no hacía presagiar una debacle de tales magnitudes. La prosperidad parecía que no iba a detenerse.
El 15 de septiembre de 2008 quebraba Lehman Brothers. Podría situarse en esa fecha el comienzo de un tsunami que se ha llevado por delante vidas, sueños, empleos, coches, casas y quién sabe qué. A los pocos meses, ya en 2009, nació la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que consiguió en abril del año pasado llevar una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) al Congreso de los Diputados, avalada por 1,4 millones de firmas. La dación en pago retroactiva para las personas que iban a perder o habían perdido su vivienda era su bandera.
La tramitación de la ILP no fue un camino de rosas. “Se da crédito a presuntos expertos, como el representante de las entidades bancarias. No le he tirado un zapato porque he entendido que debía seguir aquí. Este señor es un criminal, no es un experto, y como tal habría que tratarle. Si gente que nos ha hundido en la miseria dice que la dación no es la solución, es que lo es”, afirmó Ada Colau en una Comisión a la que fue invitada en el Congreso. Al chocar los intereses de la plataforma con la mayoría absoluta del PP, comenzaron los escraches y las movilizaciones para remover las conciencias de los diputados. Sin violencia, con el poder que da creer poseer la razón y el respaldo social, casi ningún representante popular que intervenía en el proceso legislativo se libró.
En Logroño, Concepción Bravo fue la persona hacia la que la PAH dirigió sus acciones. La plataforma en La Rioja aprovechó un Pleno para intentar entregarle una invitación para reunirse con ellos y varias cartas manuscritas de afectados exponiéndole sus casos. Antes de poder acercarse a la concejal, los miembros de la PAH fueron desalojados de la sala mientras gritaban “sí se puede, pero no quieren”.
Esa frase, convertida en lema de una lucha que goza de la simpatía de la mayoría de la sociedad española, es una de las más utilizadas para cerrar aquellas misivas que quisieron darle a la diputada popular, y que ella no recogió. Los testimonios son estremecedores y desde la plataforma, al entregar los escritos a este medio, piden cautela. “Al fin y al cabo, son vidas de personas”.
En casi todas se repite el mismo patrón: alguien se queda en el paro, no puede pagar la hipoteca, le quitan el piso y tiene una deuda para siempre. Tan simple y tan duro. Estas dos líneas, que se leen en menos de diez segundos, resumen la existencia de miles de personas en España y derriban una vida, cual castillo de naipes, en unos meses. Las cartas no intentaban otra cosa que hacerle ver a Concepción Bravo la realidad que viven estas familias, cómo la angustia va apoderándose de cada uno cuando la única salida recae en las manos de un puñado de políticos. “Apriete el botón verde para que cambie la Ley Hipotecaria, que no nos veamos en esta situación y que no le ocurra nunca a nadie más”, dice una.
Merche (nombre ficticio, como todos los implicados que aparecen en este artículo) llegó a la PAH destrozada, en busca de ayuda e información para solucionar sus problemas con la hipoteca. Nadie más le asesoraba. En su carta cuenta que va a perderlo todo, pero no se amilana y mira al frente. “Pienso que es un paso adelante que voy a dar, empezaré de cero y a luchar, España necesita líderes y no mártires”, señala, al tiempo que le pide aprobar la dación en pago y corregir el tema de la retribución de las plusvalías una vez desahuciada.
Héctor comenta que con lo poco que gana su esposa no le llega para pagar el piso. “Si abonamos no podemos comer. Tenemos tres hijos y la situación cada vez se vuelve más difícil. Pónganse la mano en el corazón y por un momento sitúese viviendo esta situación. Sé que tiene un corazón sensible y va a ponerse de nuestro lado. Sí se puede”. Los relatos son terriblemente parecidos unos a otros. Los dramas se acumulan. Una pareja de Alberite repite todo el tiempo que “no es justo” porque han pagado seis años, el banco ha subastado su piso, dejan a sus dos hijos también en la calle y con sus ingresos no pueden desembolsar lo que deben. “Estoy hipotecado para toda mi vida”, concluye.
Javier y Carmen, con tres niños pequeños, de siete, cinco y tres años, iban a perder su casa en el momento de escribir la carta. Pero no sólo la suya, sino también la de los padres de Javier por haber avalado. “Por favor, vote la dación en pago, que no me quede deuda. Confío en su conciencia”. Claro y contundente. Elena era autónoma, la gente no le pagaba y tuvo que cerrar. A partir de entonces lucha “cada día para comer y salir adelante”. No piensa en ella, piensa en todos. “Vote que sí a la ILP, su voto puede cambiar la vida de muchas personas. Basta ya de esta sinrazón”.
Hay más. Muchos casos más. Algunos no están en esas cartas ni en la PAH, a veces la vergüenza puede más que la angustia. Todos tienen sus peculiaridades: número de hijos, separaciones, enfermedades, edades, nacionalidades… pero todos tienen algo en común, buscan una solución. La diputada Concepción Bravo no quiso recoger esas misivas. No hizo caso a los miembros de la PAH. La realidad es más llevadera cuando no te mira a los ojos y te escupe.
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