“Si ves a tu hijo tomar tres cafés le llamas la atención, pero no si bebe tres bebidas energéticas”
Beber una bebida energética equivale a diversión, aventura e incluso 'te da alas'. O al menos así nos lo venden en los anuncios que buscan incitar el consumo entre la gente joven. Sin embargo, este tipo de bebidas, con altas dosis de cafeína y azúcar, son más peligrosas de lo que creemos, sobre todo para niños y adolescentes. “Si ves a tu hijo tomar tres cafés le llamas la atención, pero no lo haces si bebe tres bebidas energéticas”.
Juan Pinillos es tajante: “no se tiene la percepción de riesgo con este tipo de bebidas”. Pinillos trabaja en Plan B, la empresa encargada de las actividades del Ayuntamiento de Logroño para concienciar sobre el consumo de alcohol. En estas actividades ha observado un aumento importante del consumo de bebidas energéticas entre los más jóvenes. En torno a 40% de los chavales de 14% las consume habitualmente.
Desde la Concejalía de Familia e Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento de Logroño se trabaja lo largo del año para prevenir los problemas que se derivan del consumo de alcohol en adolescentes y jóvenes, retrasar la edad de inicio en su consumo y concienciar a la sociedad en general de su papel en este tema.
Así, se desarrollan acciones formativas y asesorías para familias y varias campañas. También se publica la 'Guía para familias: menores sin alcohol' y se habilita un punto informativos en fiestas. Para los jóvenes, se instala una carpa informativa y de control de alcoholemia y varios monitores informadores acuden a las zonas de consumo algunos fines de semana y en fiestas. Así mismo, se envía a los bares y tiendas una campaña para que no se venda alcohol a menores de 18 años y se edita una guía para los hosteleros.
Un adolescente no debería consumir más de 170 miligramos de cafeína al día. Un café ya tiene 80 y la mayoría de bebidas energéticas contienen la misma cantidad y algunas incluso el doble, con lo que con sólo dos bebidas energéticas al día ya se llegaría al límite.
“Hay gente que tiene consumos importantes de bebidas energéticas, creen que son inocuas y no es así”, explica Pinillos, quien subraya que, en realidad, no deberían llamarse energéticas sino estimulantes, como el café. Es frecuente confundirlas con bebidas isotónicas o deportivas.
Por otra parte, es muy frecuente que algunos niños, adolescentes y adultos confundan las bebidas excitantes con las bebidas isotónicas o deportivas, debido a que presentan diseños y publicidad muy similares, además de estar también asociadas al patrocinio de eventos deportivos y musicales.
Sus efectos van desde trastornos del ritmo cardíaco, hasta alternaciones nerviosas o afecciones en el sistema endocrino, además de dolor pecho, hipertensión o convulsiones.
El riesgo de mezclar bebidas azucaradas y alcohol
El problema se agrava cuando estas bebidas se mezclan con el alcohol, una práctica cada vez más habitual. “Ya de por sí, el alcohol afecta muy negativamente al córtex cerebral de los adolescentes”. No hay que olvidar que estamos hablando de consumidores en una edad muy crítica para su desarrollo. Pueden sufrir, por ejemplo, alteraciones en la memoria y el aprendizaje.
Si además mezclan el alcohol con estas bebidas, en realidad están tomando una bomba, es como pisar el acelerador y el freno del coche a la vez. Y es que están mezclando cafeína con un neurodepresor como es el alcohol. “Esto hace que los jóvenes beban más, ya que tienen menos sensación de embriaguez y no perciben los efectos del alcohol”... aunque luego llega de golpe todo el bajón. Además, “normalmente con el alcohol nos solemos quedar aturdidos, somnolientos, pero en los adolescentes este efecto tarda más en llegar”.
Unos efectos que no todos los padres conocen y que ponen en peligro la salud de sus hijos. Quizá se lo piensen la próxima vez que le den a su hijo una de estas bebidas.
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