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Sida y hepatitis: el binomio difícil

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La principal razón de este aumento es que “la enfermedad hepática crónica por VHC ha pasado a ser la principal causa de muerte en los pacientes coinfectados por VIH en nuestro país”, apunta Santiago Moreno, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, moderador del bloque de coinfección del XIV Simposium “Por un mundo sin VIH y sin VHC”, patrocinado por Roche.

A pesar de que el tratamiento antirretroviral ha permitido prolongar la supervivencia y mejorar la calidad de vida de los pacientes infectados por VIH, no ha logrado impedir que en pacientes infectados por el virus C, la enfermedad hepática progrese y, en determinados casos, cause la muerte del paciente.

Sin embargo, existen diversos factores que explican el porqué del aumento de pacientes coinfectados que reciben tratamiento para la hepatitis C. En primer lugar, “tanto la población coinfectada como el personal sanitario tiene conciencia real de la importancia de la infección crónica por VHC”, señala Cristina Tural, de la Unidad de VIH del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.

EFECTOS SECUNDARIOS

Resulta también clave el hecho de que los profesionales sanitarios conozcan ampliamente la historia natural del virus C de la hepatitis en pacientes coinfectados, lo que supone un mejor manejo de los efectos secundarios del tratamiento de la hepatitis C. Los efectos secundarios del tratamiento pueden suponer una disminución en la calidad de vida del paciente, no obstante “tiene una duración limitada en el tiempo y el tratamiento conlleva grandes posibilidades de erradicar el VHC”, señala la Dra. Tural.

La administración de analgésicos y antiinflamatorios como prevención previa a la administración del interferón pegilado o ante la aparición de síntomas, el asesoramiento dietético y una valoración psiquiátrica previa son algunas de las medidas destinadas a paliar los efectos adversos.

No obstante, “la buena predisposición del paciente a recibir el tratamiento mejora la tolerancia del mismo de forma espectacular”, concluye Tural. A la predisposición del paciente hay que sumar la importancia de administrar dosis adecuadas de ribavirina en combinación con interferón pegilado“, señala Pablo Labarga, adjunto del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Carlos III de Madrid.

“Mantener dosis elevadas de ribavirina, sobre todo en las fases precoces del tratamiento, es fundamental -apunta el Dr. Labarga- puesto que actualmente pueden ser monitorizadas, mediante la determinación de los niveles plasmáticos de ribavirina, lo que permite ajustar la dosis para alcanzar la máxima respuesta”.

Recientemente ha comenzado el Ensayo Perico, que sigue esta misma línea de tratamiento, utilizando junto a peginterferón alfa - 2a, dosis de ribavirina todavía más elevadas que las empleadas hasta ahora, durante las primeras cuatro semanas de tratamiento, mientras se simultaneaba la administración de eritropoyetina. Los resultados preliminares ponen de manifiesto que “la seguridad de esta línea terapéutica es muy elevada, por lo que se espera que los resultados finales del estudio evidencien una eficacia todavía mayor a la que se obtiene hoy en día”, concluye Labarga.

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