De la realidad a la ficción o de la ficción a la realidad. La inquietante mirada de Isaac Rosa merodea por los recovecos de la actualidad para contarla, semana a semana, de otra manera
Prepárate a conocer tu futuro
- Vigesimoctava edición de 'Letra Pequeña': lee aquí la serie de relatos escritos por Isaac Rosa e ilustrados por Riki Blanco
Te llega por Whatsapp la primera vez. El mismo día te lo envían tres amigos, todos con idéntico mensaje automático creado por la propia aplicación: “¿Quieres conocer tu futuro? Yo ya conozco el mío, y es muy sorprendente”, y un enlace donde pinchas y puedes leer la predicción de cada uno de tus amigos: unas pocas líneas con generalidades, alguna fecha, un par de datos de verdad sorprendentes. Una broma, te dices.
Al día siguiente, aparece en dos de tus grupos de Whatsapp junto a los habituales chistes y memes, y poco después varios miembros del grupo comparten sus vaticinios, que lees con curiosidad. La mayoría son breves e inconcretos, pero uno de ellos es más extenso, incluso más preciso, sorprendentemente preciso, divertidamente preciso: cuándo se divorciará, cuándo perderá su trabajo, qué negocio acabará montando por su cuenta, a qué edad morirá de un infarto –esa predicción no tiene tanto mérito, piensas, la podrías hacer tú mismo, pues tu amigo tuvo ya un infarto años atrás-.
En tus redes sociales se convierte en tema del día, se acumulan los futuros compartidos por usuarios, que vas leyendo por encima, descubriendo coincidencias, frases hechas que se repiten, vaticinios tan vagos que podrían valer para cualquiera, aunque también hay algunos que incluyen detalles que te impresionan por lo atrevido de decirle a alguien que le quedan solo siete años de vida, que sufrirá un accidente de tráfico, o cuánto dinero habrá ganado al final de sus días. Son esos los pronósticos más celebrados, y que los propios afectados comparten con entusiasmo, evidentemente nadie se lo toma en serio: “chicos, me quedan solo siete años de vida, voy a empezar ya a despedirme”.
Una actriz norteamericana cuelga en sus redes sociales su propio futuro, y lo comenta divertida: “No sé todavía qué rodaré el año que viene, pero ya sé que ganaré un oscar en algún momento. A cambio, me divorciaré y casaré dos veces más, y moriré a los noventa y tres. Me encanta, ¿dónde hay que firmar?” Un futbolista comparte el suyo, que sus seguidores difunden con alborozo: se retirará en su actual equipo, ganará tres ligas y una Champions, meterá veintitrés goles la próxima temporada, renovará contrato en dos años por no menos de setenta millones.
Todos los telediarios de mediodía incluyen la noticia en su último tramo, junto a la información cultural y del corazón. El presentador lo cuenta con una sonrisa irónica, confiesa que ha consultado su propio futuro y que no le irá nada mal en la vida, y da paso a un vídeo que rescata del archivo viejas pitonisas televisivas e imágenes cómicas de brujas con bolas de cristal, antes de mostrar a un joven que usa la app en su móvil, y luego cuenta a micrófono el resultado de su consulta: “Me dice que me iré a Alemania dentro de dos años a buscar trabajo, y que allí me irá muy bien. Estoy por comprar ya el billete, así me sale más barato”, dice entre risas.
Por supuesto aparece en lo más leído de todos los medios digitales, que recopilan los futuros de un creciente número de famosos que ya han usado la app: cantantes, actores, modelos, deportistas y personajes del corazón que se casarán y divorciarán, tendrán tantos hijos, conseguirán este o aquel premio, y el dato más inquietante, y que no todos comparten, algunos se lo reservan, supersticiosos: en qué año morirán.
No vas a ser el único de tu departamento que no quiera conocer su futuro, ¿verdad? Todos tus compañeros de trabajo lo han hecho ya, así lo cuentan al día siguiente a la hora del desayuno, enseñan en las pantallas de sus móviles sus historias futuras de vida, intercambian bromas, se acusan unos a otros de mentir en los datos facilitados para así obtener futuros más optimistas.
No vas a ser el único, pero antes lees varias noticias sobre el tema, por saber un poco más. Dicen que la app utiliza un algoritmo experimental, detrás están varios investigadores universitarios que llevan años trabajando en modelos predictivos basados en Big Data aplicados a resultados electorales, proyecciones económicas o comportamientos de consumidores, y ahora han decidido probarlo en otros terrenos. Si decides usarla, además de echarte unas risas estarás colaborando “en un experimento científico del que podrán extraerse importantes conclusiones para aumentar el bienestar de la humanidad en un futuro próximo”, asegura uno de los responsables de la app, que garantiza total confidencialidad y una política de privacidad muy respetuosa.
No vas a ser el único que no conozca su futuro, ni tampoco el último en hacerlo, así que abres la tienda de aplicaciones de tu móvil, que sin buscar te ofrece directamente YourFuturApp, pues es la búsqueda más exitosa hoy. La descargas, haces clic en “He leído y acepto los términos y condiciones de uso”, y aprovechas el autobús de vuelta a casa para hacer tu primera consulta. “Primera”, porque ya has comprobado cómo tus amigos y contactos hacen segundas, terceras y más consultas, cada vez introduciendo más información personal para que el pronóstico sea más preciso.
Para empezar, te pide los datos más elementales: nombre, apellido, fecha de nacimiento, domicilio, todos marcados con asterisco, son obligatorios para continuar. Has leído en una de las noticias que el domicilio es un dato esencial para calcular tu esperanza de vida, pues hay varios años de diferencia dependiendo del barrio donde vivas. Por supuesto, solo con ese dato no te van a decir en qué año morirás, la app te pregunta también información relativa a tu salud y tus hábitos de vida: enfermedades padecidas, antecedentes familiares de cáncer o infarto, edad y causa de fallecimiento de tus parientes en primer grado, consumo de medicamentos, pautas alimentarias, actividad deportiva, sedentarismo, alcohol, tabaco, drogas y muchas otras preguntas que resuelves deprisa, aunque dejas varias sin contestar, no te apetece exponer datos tan personales.
Te detienes un momento cuando la app solicita tu permiso para acceder a datos de salud que puedan estar almacenados en servicios sanitarios, aseguradoras o aplicaciones deportivas, información que permitirá precisar mucho más tu salud futura. Decides no autorizarlo, tampoco te importa tanto conocer con “precisión” cuántos años te quedan de vida, pese a ser el dato más celebrado por la mayoría de usuarios.
Lo mismo ocurre con tu situación socioeconómica: respondes a las preguntas sobre estudios, profesión, empleos anteriores, sueldo, cuantía de la hipoteca de tu vivienda, patrimonio familiar y otros datos cuya importancia no acabas de entender, pero no accedes a que la app pueda consultar tu historia laboral, ni siquiera crees que la administración permitiese tal consulta. Tampoco autorizas acceso a tus movimientos bancarios, aunque te consta que un par de compañeros del trabajo lo permitieron, con el habitual argumento de “total, no tengo nada que ocultar, y seguro que los acaban consiguiendo por otro lado, a saber lo que hacen los bancos con nuestros datos, los venden a cualquiera, la privacidad es un lujo para quien pueda permitírsela”.
La siguiente tanda de preguntas tiene que ver con tus hábitos de consumo, y en este caso sí autorizas que la app acceda a tu historial de navegación y recopile cookies de otras webs. Te dices tú mismo que no tienes nada que ocultar, y que de todas formas son datos que circulan fuera de tu control, lo permites cada vez que entras en cualquier web y aceptas sus términos y condiciones de uso, las empresas se los venden unas a otras, que la app te pida permiso para algo que podría conseguir por su cuenta es casi una muestra de cortesía, piensas.
La última parte es un cuestionario sobre valores personales, expectativas, deseos, aspiraciones, posicionamiento ante ciertos temas políticos. Vas eligiendo entre opciones, puntuando del uno al diez determinados asuntos, dejando sin contestar las que consideras demasiado personales.
El último paso es una fotografía, la app te pide acceder a tu cámara para que te hagas una foto de cuerpo entero y otra de tu rostro. Rechazas la solicitud, recuerdas la polémica que hubo con aquella app rusa que envejecía las fotos, así que no te la haces, pese a que un mensaje te advierte de la importancia de este paso: sin fotografías, el pronóstico resultante tendrá menos precisión.
Al llegar al final, otro mensaje te recuerda que has dejado muchas preguntas sin contestar y no has autorizado ciertas acciones de recopilación de datos. Te da otra oportunidad para que lo reconsideres, pero rechazas y haces clic en “Terminar”.
En seguida aparece tu futuro en pantalla. Un nuevo mensaje te recuerda que esto es solo una estimación muy condicionada por la información facilitada, de cuya veracidad eres el único responsable, si decides leer tu predicción estás aceptando eximir de toda responsabilidad a la app, y renuncias a emprender ningún tipo de acción judicial etcétera, etcétera.
Lees por fin tu futuro. Primero deprisa, casi por encima, saltando renglones y buscando los datos más interesantes. Luego vuelves a leer más tranquilo, deteniéndote en cada pronóstico. Te divorciarás dentro de seis años, dato que te hace sonreír y exclamar para ti: “¡Cuán largo me lo fiáis!”. Perderás tu actual trabajo dentro de tres o cuatro años, vaticinio que tampoco tiene gran mérito, pues en tu empresa ha habido dos ERE en los últimos cinco años, y no hay dos sin tres. El consuelo es que tu futuro promete que encontrarás un trabajo mejor.
Viene a continuación una lista de dolencias y enfermedades que en algún momento de tu vida padecerás, pero tampoco te impresiona, es pura estadística a partir de tu perfil.
Morirás con sesenta y tres años. ¿Sesenta y tres años? ¿Solo te quedan veinte años de vida? Te recuerdas que todo es una gran broma, un algoritmo barajando datos y aplicando modelos predictivos, la vida luego va por su lado, lo mismo te atropella un camión mañana, que llegas a los cien años. ¿Pero por qué una esperanza de vida tan baja? Lo achacas a la prematura muerte de tus padres, tus poco saludables hábitos de vida, y por supuesto tu domicilio, ya leíste alguna vez que tu barrio de clase obrera tiene ocho o diez años menos de esperanza de vida que los habitantes de una urbanización próxima.
¿De qué morirás? Ese dato no aparece. La información facilitada es insuficiente, te dice el programa, que tampoco añade otros datos que sí has visto en las predicciones compartidas por amigos o famosos. La app te invita a ampliar tu información, pero ya has jugado bastante por hoy, sales y cierras.
Al llegar a casa se lo cuentas a tu mujer, le enseñas divertido tu futuro. “Cariño, solo nos quedan seis años juntos”. Le propones que consulte ella su futuro, pero te dice que no le apetece, le da mal rollo jugar con estas cosas: si te dicen que te va a pasar algo, acabarás dando pasos y tomando decisiones que te conduzcan irremediablemente a ese futuro anunciado, profecía autocumplida lo llaman. Le reprochas que siempre se tome todo tan en serio, es solo un juego: pero ella añade su desconfianza hacia todas esas apps que consiguen con tanta facilidad que les demos información, es su negocio, vender nuestros perfiles a otras empresas, y nosotros somos imbéciles, se lo damos todo gratis, a cambio de unas risas y presumir un rato en redes sociales. Acabáis discutiendo, te sientes atacado, y cruzáis unos cuantos reproches, incluso alguno viejo. “Así no duramos ni seis años”, acabas diciendo con un portazo. Piensas que si la app accediese a tu micrófono y escuchase esas discusiones, rebajaría mucho la duración de tu matrimonio.
Pasas la tarde leyendo en redes sociales los futuros de otra gente. Buscas viejos amigos, ex novias, antiguos jefes, vecinos, personas que alguna vez te cruzaste en tu vida. La mayoría ha compartido ya su futuro, algunos incluso varias veces, sucesivos pronósticos cada vez más afinados.
Relees tu propio futuro, echas de menos más precisión. Entras en la app, quieres iniciar otra consulta. La app te conserva los datos ya introducidos, así que todo es más rápido. Esta vez añades algunas informaciones que omitiste por desconfianza, y que en realidad no son tan importantes, tu mujer es siempre muy apocalíptica con todo lo que tenga que ver con tecnología. Completas hasta el final la ficha sobre datos de salud, y lo mismo haces con las preguntas más personales de la última parte. Pero sigues sin autorizar el acceso a datos, ni tampoco incluyes fotografías.
Lees el nuevo resultado, apenas ha variado respecto al anterior. Sigues divorciándote en seis años, y perdiendo tu trabajo. Sí varía la parte de salud, te han quitado algunas dolencias. Y has ganado tres años de vida, tu nueva esperanza de vida es de sesenta y seis años.
Vas a cerrar la app, pero acabas iniciando una tercera consulta. Esta vez abres la cámara y facilitas las fotografías solicitadas. ¿Resultado? Te divorciarás en cinco años, un año antes. ¿Será que la app te ve guapo, seductor? Te ríes. También has ganado otros cuatro años de vida, no morirás antes de los setenta. Se ve que tienes buena cara.
Compartes tu futuro en tus redes sociales y en un par de grupos de Whatsapp. En seguida te responden amigos, hacen bromas con tu próximo divorcio, te recomiendan que vayas haciendo cursos para cuando te despidan, presumen de enterrarte ellos a ti. Una compañera de trabajo bromea en un mensaje, te dice que te llamará dentro de cinco años, cuando estés soltero. Le devuelves la broma, le preguntas cuándo se divorciará ella. “Yo en cuatro años, no sé si podré esperarte un año”, dice, y añade una ristra de emoticonos.
Entras de vuelta a la app, revisas bien tus datos ya introducidos, corriges alguno, falseas ligeramente tu situación económica y tus hábitos saludables. Ganas así otros dos años de vida, hasta los setenta y dos, pero sigues divorciándote a los cinco años. Pruebas de nuevo, simulas hacer más deporte del que en realidad haces, pues leíste alguna vez que hay una relación directa entre cuidarse el cuerpo y encontrar nuevas parejas, y esta vez sí, tu matrimonio acabará en cuatro años. Escribes un mensaje a tu compañera de trabajo, le envías tu predicción, le dices que ya no tendrá que esperarte, pero ella no te contesta, está en línea pero no te contesta, te arrepientes de haberle enviado el mensaje, como otras veces en que insististe y ella dejó de responder.
A cambio, decides contárselo a tu mujer, que viene para leerte una noticia aguafiestas:
-Mira, dicen que van a investigar a la app esa, hay dudas de que esté respetando la política de protección de datos. Y recomiendan no facilitar información sobre salud, que podría ser utilizada en el futuro para encarecernos seguros de vida, negarnos créditos bancarios o no contratarnos en un trabajo. También dice que esta app juega a darte recompensas para que la uses más veces, te propone siempre un futuro optimista, deseable. Un periodista hizo la prueba de meter los datos de un joven atrapado en una ciudad siria donde hay combates, y la app le pronosticó que conseguirá dejar el país, llegar a Europa, iniciar una nueva vida, formar una familia. Es un camelo, bobo.
-Pues que sepas que nos divorciaremos en cuatro años.
-¿No eran seis? –te sonríe.
Irritado, entras de nuevo a la app. Ahora sí haces clic y aceptas que la aplicación tenga acceso a todos tus datos, tanto de salud como económicos, que pueda obtenerlos por otras vías, de otros proveedores y administradores. Tarda unos segundos en ofrecerte el resultado, y cuando lo hace, aparece un mensaje de error. Tienes que repetir las últimas acciones, cosa que haces de inmediato, pero de nuevo falla.
Tras varios intentos, acabas por eliminar la app y descargarla otra vez, has leído que otros usuarios tuvieron el mismo problema, es alguna incompatibilidad con el sistema operativo de tu móvil. Cuando la reinstalas, al menos no has perdido tu cuenta de usuario, y conserva todos tus datos. Haces clic en todo lo pendiente, no has dejado nada sin contestar ni autorizar. Así que, ahora sí, prepárate a conocer tu futuro.