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Cacerolada contra el Gobierno desde el apartahotel de lujo de Isabel Díaz Ayuso

Fachada del edificio en el que se aloja Isabel Díaz Ayuso

Fátima Caballero / Laura Galaup

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Cuando se conoció este lunes el paradero del apartahotel en el que reside Isabel Díaz Ayuso desde hace dos meses, los vecinos de la calle Cadarso de Madrid entendieron al fin quién era esa mujer que salía a la terraza de la sexta planta de los apartamentos turísticos del BE Mate Plaza de España, cacerola en mano, a protestar contra el Gobierno.

“Lo hacía con mucha efusividad. Recuerdo que pensé que para estar alquilada iba a romper todo el menaje”, cuenta un vecino de uno de los edificios de enfrente del hotel a eldiario.es. Las protestas en la calle Núñez de Balboa, en el distrito de Salamanca, que ahora la presidenta de la región con más casos y muertes por coronavirus alienta desde la tribuna de la Asamblea de Madrid, ya las ejercía ella desde su balcón –en este caso, una terraza de más de 60 metros cuadrados, que está en el apartamento de la sexta planta, donde descansa–.

La presidenta madrileña se instaló en dos lujosos apartamentos en el centro de Madrid, con vistas al Palacio Real, a mediados de marzo. Un espacio que supera los 400 metros cuadrados de superficie, incluyendo las terrazas en una de las zonas más exclusivas de Madrid, con servicio de limpieza y garaje, por los que solo paga 80 euros al día. Según su versión, se mudó allí cuando dio positivo por coronavirus. Según la versión del dueño del hotel, Kike Sarasola, un empresario con muchos lazos con la política, unos días antes de que se decretase el Estado de alarma.

“Estoy en un apartahotel, sola, recluida, para no molestar a nadie”, narró la presidenta madrileña en una entrevista en la COPE el 19 de marzo. Este jueves, la dirigente del PP se desmentía así misma y ya hablaba de un “familiar” con el que se habría mudado a los apartamentos. En la octava planta, Ayuso trabaja. En la sexta, duerme. Ahora sabemos que también protestaba –atendiendo a las convocatorias de Vox– contra el Gobierno con el que se ha enfrentado durante toda la gestión de la pandemia. No lo hacía sola.

“La última vez fue hace unos días, la presidenta y un hombre que ha estado en ese apartamento todo ese tiempo con ella, salieron cada uno con su cacerola a protestar”, narra un vecino. “Era muy fácil de identificar porque en total eran tres personas las que salían en la calle”. Ayuso, no obstante, procuraba esconder su identidad, cuentan. La dirigente del PP salía a la terraza de incógnito: en todas las ocasiones que la vieron utilizaba una gorra y unas gafas de sol. “No pensamos que pudiera tratarse de la presidenta”, explican, “la veíamos con frecuencia porque solía utilizar la terraza y salía a aplaudir y a las caceroladas”.

Era su acompañante el que más utilizaba la terraza de la sexta planta: un espacio de 65 metros cuadrados con forma de 'L'. Todas las tardes, cuentan, era un hombre el que alrededor de las siete, salía a hacer deporte. “Primero corría y luego hacía sentadillas y otros ejercicios”, explican. “Es un hombre moreno, de estatura mediana y en forma, pero ha dejado de salir desde que saltó la noticia del apartamento nos extrañó porque hacía deporte casi todos los días, hasta cuando llovía”.

¿Hay un tercer apartamento? Los vecinos aseguran que han visto a Ayuso en un tercer apartahotel, el de la séptima planta. La misma chica que salía a aplaudir a la terraza del apartamento de la sexta planta de incógnito con gorra y gafas de sol, ha estado también haciéndose fotos en la terraza de la séptima planta“, explican. Un portavoz de la dirigente del PP, sin embargo, lo niega.

Pero estos vecinos no son los únicos a los que les ha sorprendido tener a Ayuso de vecina. Otras personas que paseaban esta semana frente al portal del hotel mostraban su sorpresa al enterarse de que compartían barrio de forma temporal con la presidenta de la Comunidad de Madrid.

“No la he visto nunca por aquí. No sabía que teníamos vecinos tan célebres”, respondía un portero de una finca cercana al hotel Be Mate. A partir de ahora, asegura, estará más atento para poder “pedir un selfie” a la presidenta regional si se cruza con ella por la calle. A otros, la publicación de la localización del apartamento en el que se aloja la presidenta regional les ha servido para atar cabos. Aseguran haber visto alguna vez un coche con los cristales tintados y ahora han comprendido por qué.

Con menos efusividad ha recibido la noticia Toni, que vive en el portal de enfrente al Be Mate. Él ha seguido la polémica y se escandaliza por el precio que Sarasola ha ofrecido a Díaz Ayuso. “Conozco el alojamiento porque cuando vienen familiares a Madrid he mirado para que se queden ahí, pero es demasiado caro, 80 euros [la tarifa que abonará por noche Díaz Ayuso] no lo pone en ningún sitio en la web”, cuenta mientras aprovecha el paseo a su perro para reciclar un par de paquetes de cartón. A este joven le llaman la atención las contradicciones en las versiones aportadas tanto por la presidenta de la Comunidad, como por la empresa que gestiona el hotel. “Es una sinvergüenza, dice que está aquí porque tuvo el COVID (sic) y resulta que está desde antes”, reseña.

Mientras el barrio va recuperando algo de normalidad, con vecinos paseando con bolsas de la compra y pequeños comercios con las persianas subidas, el hotel en el que se aloja la política del PP sigue sin una gran actividad. A lo largo del miércoles, un par de repartidores se acercaron a dejar unos paquetes, pero sin gran trasiego de clientes en sus alrededores.

Desde una de las ventanas exteriores del edificio de Sarasola, una de las inquilinas del hotel –que aunque Ayuso dice que está “cerrado” aloja a otras personas– carga contra algunos periodistas que hacen guardia frente a su alojamiento. “Sectarios” o “esto no es noticia”, son algunos de los mensajes con los que recibió el miércoles a un equipo de periodistas de La Sexta cuando se acercaron al hotel a tomar imágenes, animándoles a que se fuesen a grabar el domicilio del vicepresidente Pablo Iglesias y la ministra Irene Montero.

Más allá de periodistas, algunos vecinos curiosos también se han acercado a la puerta del hotel para hacerle una foto a la fachada. Alejandro, que ha aprovechado el paseo de su bulldog francés para cotillear el ambiente, ha sido uno de ellos. “Generalmente aquí sueles ver a gente extranjera. Suelen ser guiris, no sabía que era de lujo, esto antes era un colegio”, explica sobre el edificio. Ante el escándalo que se ha desatado sobre el precio de este alojamiento, a este joven lo único que le preocupa es que la presidenta de la Comunidad pague la factura de su bolsillo, tal y como ha planteado el equipo de la presidenta.

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