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El coronavirus condena a miles de negocios en Madrid: “No sé de dónde vamos a sacar el dinero, pero queremos seguir”

Madrid Souvenirs, local disponible.

Aurora Santos-Olmo

28 de diciembre de 2020 22:20 h

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“Somos comerciantes de toda la vida, del centro de Madrid”. José Fernando Bartolomé tiene 57 años y es descendiente de una familia de autónomos: su abuelo Aniceto llevaba la carnicería Bartolomé en 1912. Estaba en la Plaza Mayor, “el patio” de su casa, como él la describe. A día de hoy, ese local mantiene su nombre y, aunque sigue vendiendo embutidos y bocadillos, es una de las 38 tiendas de Madrid Souvenirs y Alpargatus que posee junto a su familia y socios por las principales zonas de la ciudad. Comenzaron su actividad empresarial en 1998 y, aunque han pasado “varias crisis”, ninguna ha sido como la de la COVID-19, que les ha obligado a cerrar de forma definitiva 14 establecimientos. El último, en el número 19 de la calle del Arenal, hace apenas unas semanas. Como él, miles de trabajadores por cuenta propia han tenido que parar su actividad de manera parcial o total este 2020. Más de 1,7 millones, según la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA).

“Nosotros somos como los osos, ganamos en verano, ahorramos para el invierno y esperamos que ya llegue la Semana Santa”. El comerciante explica que la temporada de las tiendas de souvenirs –como la del turismo– comienza “con el cambio de hora y acaba con el cambio de hora”. Este año les sobrevino el cierre por la pandemia “con toda la mercancía comprada”: “En ese momento nos entró el miedo. Después, la depresión, porque vimos lo que había y que nuestro futuro, sin darnos cuenta, estaba en manos del turismo”, relata. 

Un turismo que desapareció con la llegada del confinamiento y de los cierres de fronteras. De hecho, según datos de la patronal turística Exceltur, este verano el sector ha sufrido una caída “histórica” durante los meses de julio, agosto y septiembre: casi el 70% en comparación con el mismo periodo de 2019. 

“En las tiendas de souvenirs hemos hecho entre un 3% y un 5% de la venta del año anterior, y en Alpargatus entre un 20% y un 30%”. Eso se traduce, según José Fernando, en no llegar a un millón de euros, cuando en otros ejercicios llegaban a 16. “Hemos echado todos nuestros ahorros, todo nuestro dinero está encerrado ahí en el negocio y con el problema añadido de que más de 30 miembros de la familia estábamos viviendo de la empresa”.

Cuando se anunció el cierre, los 146 trabajadores de la compañía fueron al ERTE. Ahora hay en activo en torno a 15 y aún tienen tiendas que no han podido abrir desde hace más de ocho meses. Para la Comunidad de Madrid, Exceltur estima una caída del sector del 72% en el ejercicio de 2020. De confirmarse, se trataría de un retroceso a cifras de hace 25 años, también a nivel nacional.

Dentro de la región, según ATA, el total de los trabajadores autónomos ha disminuido un 0,2% en comparación con el mes de diciembre del año pasado. “La situación es bastante pesimista”. La vicepresidenta ejecutiva del organismo, Celia Ferrero, apunta a que “lo malo” es que las cifras no muestran aún lo que está sucediendo realmente: “El hecho de que las ayudas estén sustentando artificialmente el empleo y la actividad hacen que cualquier cosa que vaya por encima, es decir, cualquier alta, se acumule, porque no hay bajas prácticamente. Entonces, en el momento en que esas ayudas se tengan que retirar, que no sabemos cuándo, sí que podremos ver una caída muy importante, si precisamente no se hace en un momento en el que ya esté la vacuna y la situación se haya normalizado”, apunta.

Cines cerrados

En Madrid, uno de los sectores más afectados –solo por detrás del de la Educación– ha sido el de las actividades artísticas y entretenimiento. Desde diciembre de 2019 y hasta noviembre de este año, han caído los trabajadores que formaban parte de él cerca de un 3%, según la citada ATA. Aunque desde finales de junio pudieron retomar la actividad –con medidas de seguridad y reducciones de aforo– los cines o los teatros han tenido que enfrentarse también a la falta de espectadores. 

“Cuando estuvimos abiertos nunca se llegó al aforo máximo permitido. Había unas semanas más fuertes, los sábados también eran importantes, los miércoles volvía a subir… Pero, realmente, llenábamos al 30%”. Habla Carolina Góngora. Es propietaria junto a su hermano del Cine Paz, uno de los más antiguos de Madrid, que, tras haber abierto durante el verano, el 1 de octubre se vio obligado a cerrar “a pesar de que cada vez parecía que se iban animando más estrenos y que es ahí cuando comienzan los más importantes”. 

“Un cine cerrado, que es lo que nos ocurrió durante los cien primeros días de pandemia, fueron más de mil euros diarios de gastos. En los tres meses de verano hemos tenido un 70% de pérdidas, por ello no podíamos seguir más tiempo. Esos seis meses no se recuperan, muy bien tienen que ir los próximos años para eso”, relata Góngora, que insiste en que fue el carácter familiar del cine el que les hizo cerrar. “Público tenemos, el mismo que el resto del sector”, apunta.

Una de las características del Paz es precisamente esa, la gente que asiste. “Es mayor y muy fiel, de prácticamente todas las semanas. Pero es la franja de edad que primero se ha sentido amenazada por el virus y con un miedo tremendo. No solo por venir al cine, sino porque tienen que coger un transporte público, porque tienen que salir a la calle y algunos llevan ocho meses en casa”.

Mientras Carolina habla con elDiario.es, un matrimonio de edad avanzada devuelve unas entradas que habían adquirido para espectáculos que han sido cancelados por la pandemia. Todos los martes, durante un par de horas por las mañanas, habilitan la taquilla para hacer este tipo de gestiones: “Qué pena, nos quedamos sin ver la sesión… y esto era exclusivo además”, lamenta el hombre mirando hacia los letreros que anuncian el cierre del lugar y sobre los que antes colgaban los carteles de las cintas.

Un gesto que repiten muchos viandantes que pasean por Fuencarral, una de las calles más concurridas del centro de Madrid. “Cuando nos ven por la mañana subir la persiana, se ilusionan y nos preguntan que si ya volvemos. Al decirles que no, nos dicen que cuándo. No sabemos qué responder. Pero no tenemos fecha de momento porque necesitamos ver que el público no solo vuelve al cine, sino que vuelve a la calle, a sus compras, a su vida normal. Cuando eso ocurra, entonces el cine Paz reabrirá”.

Hasta que llegue ese día, han reinventado el negocio y lo han adaptado a la situación actual. “Estamos activos en toda celebración de eventos privados: pases de prensa, pases técnicos (aquellos en los que se verifica la calidad de una película)... Además, hace unas semanas tuvimos un preestreno y ocupamos dos salas. Hay gente que viene a esas cosas y no va al cine como tal”. La dueña del Paz cuenta que gracias a ello y a las ayudas que están recibiendo de Europa Cinemas, del Ministerio de Cultura o de la Comunidad de Madrid, las pérdidas quedan algo más cubiertas. 

A pesar de eso, tanto ella como José Fernando forman parte de los más de 1,7 millones de autónomos que, según datos de la ATA, han visto caer su actividad en más de un 60% este año. También está en este grupo Rebeca, dueña de Kecatering, una empresa con siete años de antigüedad que se dedica al suministro de comida preparada y que tiene su sede en la Galería de la Estrella, en el distrito de Retiro. Su jornada empezaba cada mañana cuando, tras dejar a su hija en el colegio, cogía su furgoneta para ir al obrador. Una vez allí, empezaba a preparar los pedidos que después repartía y colocaba en los puntos en los que se los hubiesen encargado.

“Yo realmente puedo abrir. Lo que pasa es que como no tengo clientes, he tenido que cerrar”, explica en conversación con elDiario.es. Normalmente, detalla, servía al Ministerio de Justicia y a empresas como Dell o Europcar. “Era todo bajo pedido. Sí que es verdad que había gente que se acercaba para interesarse por lo que hacía y a lo mejor me caía algún encargo, pero no era lo habitual”.

“Ahora mismo, estos sectores están en una situación dramática; es decir, no tienen certeza”, expresa la vicepresidenta ejecutiva de la ATA. “Además, hay que añadir que efectivamente la demanda ha bajado de forma espectacular y en los periodos donde en épocas anteriores teníamos la mayor facturación”, remarca. 

Desde marzo, Rebeca cuenta que ha abierto “tres veces como mucho”. Al estar cerrada, cobra el cese de actividad y ayudas de la Comunidad de Madrid y de su seguro. No obstante, aunque tiene “todo apagado” y el puesto es suyo, los gastos de mantenimiento de su negocio ascienden a unos 300 euros mensuales.

“No sé si ponerlo en alquiler o no y, si saliese algo, ir a un coworking de cocinas. Realmente estaba esperando a ver qué hacer, porque claro, el mantenimiento es caro y estoy teniendo bastantes pérdidas (...). De momento estoy tirando de ahorros”. Para ella, los próximos meses, en años normales, eran los más importantes. “Diciembre, con las copas de Navidad y las comidas de empresa, enero con Fitur o mayo con las comuniones suponían facturar hasta 9.000 euros. Con eso ya respiraba y tenía el año cubierto”. “Cuando piensas fríamente no entiendes por qué ahora tienes esa deuda. Y te encuentras con que vas a estar cinco, seis o siete años luchando contra ella”, añade.

José Fernando, por su parte, lamenta que las autoridades “se han olvidado” de los vendedores de souvenirs: “Lo que debíamos se ha multiplicado por tres, y en los alquileres no ha habido ninguna ayuda. Los hemos tenido que seguir pagando y en el centro de Madrid son altos o muy altos (8.000, 11.000, 20.000 euros por local y por mes, cuenta). Somos del turismo y no entendemos que nos hayan dejado abandonados. Y cuando digo abandonados, es abandonados”. 

La mayoría de sus caseros, no obstante, les han bajado el importe de las rentas. Algo que han hecho también ellos con los productos de sus tiendas. “Estamos vendiendo al 50%, haciendo una liquidación por desesperación, para poder pagar alquileres, nóminas, seguros sociales y subsistir hasta enero, febrero, marzo. No sé de dónde vamos a sacar el dinero, pero queremos seguir con nuestra gente y que no haya más cierres. Espero que los ERTE se amplíen y que las autoridades piensen en el empresario”. Esa petición se encuentra también en el decálogo de medidas urgentes para salvar autónomos, empresas y empleos de la ATA.

“Seguimos haciendo las mismas demandas: hay que dar certeza al autónomo, deben prorrogarse las ayudas y además anunciarse desde ya. Los empresarios tienen que planificar su año”, dice Ferrero. “Además, la Administración tiene que corregir las exclusiones para que nadie se quede atrás. Estamos en ese nivel de que necesitamos certeza, mejores ayudas e interoperabilidad de las administraciones para ayudarles en el acceso y gestión de las mismas”. 

Los tres protagonistas se mantienen positivos de cara al futuro, en vista de las informaciones que llegan de la vacuna y de los planes al respecto, a pesar de que el Gobierno ha repetido que no habrá una inmunidad mínima antes de verano. “2021 pensamos que no va a ser tan malo como ha sido 2020. De todas maneras, sabemos que será un año de tránsito, no pensemos que en el 21 y en el 22 vamos a estar como en el 19”, expresa José Fernando. “Yo espero que la noticia de la vacuna sea una esperanza para mucha gente y que pronto tengan ganas de volver a la vida que hace un año que no tienen. Eso sí, con cuidado. Ojalá haya sido un año de parón, pero solo ese tiempo. Que regresemos con muchas más ganas”, zanja Carolina.

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