Almeida comienza su nuevo mandato aplicando el rodillo de la mayoría absoluta
La ajustada mayoría absoluta que consiguió en Madrid José Luis Martínez-Almeida en las pasadas elecciones municipales del 28 de mayo cayó como un jarro de agua fría entre los grupos de izquierdas que llegaron a acariciar la idea de que podían sumar para desbancar del poder al candidato del PP. Aunque el escenario que más temían era la posibilidad de que Vox tuviera posibilidades de entrar en el gobierno del Ayuntamiento de Madrid.
Almeida logró mayoría absoluta impulsado por el tirón de su compañera, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y al absorber casi en su totalidad los votos de Ciudadanos, cuya candidata, la vicealcaldesa Begoña Villacís, no logró en su intento de sobrevivir retener ninguno de los once concejales que logró en 2019 y que le permitió gobernar con el PP y el apoyo de Vox. Por su parte, el partido de extrema derecha, liderado por Javier Ortega Smith, solo consiguió sumar un concejal más de los cuatro que ya tenía. Además de Ciudadanos, también se quedó fuera de Cibeles el candidato de Podemos-IU-Alianza Verde Roberto Sotomayor, así como los dos ediles del Grupo Mixto -Luis Cueto y José Manuel Calvo- que crearon la plataforma 'Recupera Madrid' para concurrir a los comicios.
Los buenos resultados de su partido han insuflado ánimos en el alcalde que se ha visto ahora liberado de las ataduras de ambos partidos. Especialmente de Vox que fue la pesadilla de Almeida en los dos últimos años de legislatura, pese a haber comenzado como “socios preferentes” del gobierno de coalición. De hecho, Almeida terminó reconociendo las grandes dificultades que había pasado para sacar adelante muchas de las medidas que Vox sistemáticamente bloqueaba, como la reforma de Madrid Central, la ordenanza de terrazas o los dos últimos presupuestos municipales, que Ortega Smith se negó a negociar. Sin embargo, el alcalde encontró una tabla de salvación en los cuatro concejales escindidos de Más Madrid a los que ayudó a conformar el Grupo Mixto. Estos ediles acabaron la legislatura divididos y enfrentados entre sí pero también con el alcalde por los escándalos en los que se vio inmerso, lo que propició que Almeida se viera obligado a prorrogar los últimas cuentas para Madrid ante la nueva negativa de Vox a apoyarlos.
La última medida que Vox mantenía bloqueada era la de la nuevas normas urbanísticas, antesala de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana para Madrid (PGOUM) que quería impulsar Mariano Fuentes, el exdelegado de Ciudadanos de Desarrollo Urbano, una de las propuestas más ambiciosas del gobierno de coalición. Pero la oposición en bloque votó en contra.
Durante la campaña, Almeida pidió insistentemente a los madrileños “una mayoría amplia” para no tener que depender de nadie más que del PP, su partido. Y también advirtió de que la primera propuesta que llevaría al Pleno de Cibeles sería precisamente esa, aprobar las normas del Plan General de Ordenación Urbana para Madrid. Las dos cosas se han cumplido. Otras que prometió, no.
De hecho, el día de su toma de posesión, Almeida prometió diálogo con los grupos de la oposición, tendiéndoles la mano para “trabajar juntos en esta nueva legislatura”. “Vamos a continuar en la misma línea de diálogo para abordar los grandes desafíos que tiene esta ciudad”, afirmó. El portavoz de Vox, Javier Ortega Smith, después de felicitar al alcalde por su victoria, fue el primero que le pidió que “no utilice su mayoría absoluta como un rodillo” prometiéndole hacer una “oposición leal”. “La mayoría absoluta puede ser un arma de doble filo que le puede llevar a usted a la tentación de convertirla en un rodillo arbitrario” y a “creer que todo lo que decida está bien hecho y legitimado porque cuenta con esa mayoría absoluta”, le soltó el portavoz de Vox. También las portavoces de Más Madrid, Rita Maestre, y del PSOE, Reyes Maroto, le dieron un toque en el mismo sentido con la esperanza de que el alcalde se diera por aludido.
Sin embargo, cuando el nuevo equipo del PP convocó un pleno extraordinario a finales de julio para desbloquear las normas urbanísticas, Almeida se olvidó de poner en práctica esa buena voluntad. La normativa fue aprobada con los votos en contra del PSOE y Más Madrid y la abstención de Vox. Pero el alcalde no atendió a ninguno de los requerimientos de la oposición y aplicó su primer rodillo. La nueva normativa regula las llamadas 'cocinas fantasma' pero no las prohíbe, apostando por su implantación en polígonos industriales en vez de en “zonas residenciales”. También pone coto a la proliferación de pisos turísticos, a través el Plan de Hospedaje que impulsó Manuela Carmena en 2019, exigiendo que tenga una entrada independiente. Pero lo que más preocupa a los grupos de izquierda son los cambios en materia de vivienda. Como explicó Somos Madrid, las nuevas normas afectarán a las viviendas de la capital tanto en las ya existentes como en las decenas de miles que están en desarrollo a cargo de las promotoras inmobiliarias. En las segundas, será fundamental que deje de computar la edificabilidad en varios elementos: se potencia la incorporación de balcones y balconadas, incrementando su saliente (hasta 0,75 metros frente a los 0,45 de antes) y se admite la posibilidad de disponer terrazas sobre el espacio libre de parcela sin computar edificabilidad cuando estén descubiertas en al menos dos plantas.
PSOE y Más Madrid temen el “rodillo” también en los presupuestos
La actitud del alcalde ha provocado el enfado de la oposición que cree que no puede empezar peor la nueva etapa. El portavoz adjunto de Más Madrid, Eduardo Fernández Rubiño, cree que Almeida ha demostrado con la aprobación de esas nuevas normas urbanísticas “cómo es en realidad el PP: siempre muestra su cara más sectaria en cuanto tiene una mayoría absoluta, aplicando un rodillo y actuando de forma completamente unilateral”. “Las normas urbanísticas son una oportunidad perdida para la ciudad de Madrid”, opina. Rubiño afea al regidor “la forma tan rápida de llevar al Pleno una normativa tan importante y sin atender a ni una sola de las alegaciones que se habían presentado”
También el PSOE critica su actitud. “Desde el grupo socialista llevamos meses denunciando que Almeida confunde la mayoría que le otorgaron los madrileños con gobernar de forma absolutista. Sin atender ni a la colaboración de los grupos de la oposición, ni a las demandas vecinales. Un claro ejemplo lo hemos visto con la modificación de las normas urbanísticas: tienen el enorme reto que supone la transformación urbanística de una ciudad como Madrid, y en lugar de contar con la colaboración de grupos políticos, y con las organizaciones sociales, económicas y profesionales de la ciudad, que se implican en la construcción de su ciudad, el equipo de Almeida rechazó el 80% de los 207 escritos de alegaciones presentados. Ni siquiera consideraron incorporar los acuerdos de pleno del pasado 28 de marzo en relación a cocinas fantasmas”, lamenta la portavoz del PSOE Reyes Maroto.
Ambos grupos alertan de que el próximo reto será la aprobación de los nuevos presupuestos municipales , que están prorrogados, “precisamente, por la incapacidad de Almeida de debatir y llegar a consensos para aprobarlos”, apostilla Maroto.
Rubiño por su parte dice que espera que sean unos presupuestos “que no profundicen en la desigualdad que asola a Madrid y que atiendan a las cuestiones que de verdad importan a los madrileños”. “En ese sentido -añade- nosotros vamos a poner el centro en las políticas sociales de Madrid, pero sobre todo vamos a incidir en el asunto de la vivienda, que nos preocupa muchísimo y que nos parece que es el problema más grave que tiene Madrid”.
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