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El solar donde estaba la casa que fotografió Robert Capa, un museo al aire libre de la Guerra Civil en Madrid

Excavaciones realizadas en el barrio de Entrevías de Madrid.

Clara Angela Brascia

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El sonido de los picos contra la arena y los escombros resuena en la llamada plaza del fotógrafo Robert Capa, en la zona de Entrevías de Madrid. El espacio, que hace un par de semanas no era más que un vertedero abandonado, se ha convertido en un parque arqueológico al aire libre. Aquí, un grupo de especialistas trabaja sin parar para sacar a la luz los restos de las viviendas que ocupaban este solar en los años setenta del siglo pasado y para reconstruir la historia de las casas que fueron bombardeadas durante la Guerra Civil.

Los vecinos que se acercan a curiosear recuerdan las chabolas de la calle Peironcely como si fuera ayer. “Legué a Entrevías desde Badajoz en el 76, el año que me casé. Tenía muchos amigos que vivían en esta calle. La vida entonces era muy dura”, dice emocionada Carmen López (78 años) mientras se para a ver los trabajos de excavación. Las chabolas habían sido construidas sobre un edificio de dos plantas, que se hizo en los años veinte con la Ley de Casas Baratas y que fue destruido con los bombardeos del bando franquista en 1936.

El mismo Robert Capa lo fotografió cuando se encontraba en Madrid, junto a la más conocida casa, en el número 10 de la calle Peironcely. La imagen del húngaro, donde unos niños juegan enfrente de la fachada de la vivienda marcada por las huellas de las metrallas de la aviación nazi, permitió a las 13 familias que vivían en este edificio precario ser realojadas en pisos protegidos. La plataforma Salvar Peironcely 10 lucha desde entonces para transformar el icónico edificio en un centro de estudios de los bombardeos de la Guerra Civil.

El hallazgo de unas losas hidráulicas en el solar que queda entre el número 10 de Peironcely y la iglesia de San Carlos Borromeo ha transformado el proyecto inicial en un plan mucho más ambicioso. “Vimos que Capa había fotografiado un segundo edificio, justo en el único solar de Madrid donde no se ha vuelto a construir desde los años ochenta. Y un día, paseando por aquí, nos dimos cuenta de que, debajo de la arena, había restos de las casas originales”, explica desde el sitio de excavación José María Uría, coordinador de la plataforma.

Los trabajos empezaron a principios de octubre, tras haber recibido una financiación del Ministerio de Presidencia —que reconoció el valor histórico del proyecto— y la luz verde por parte del ayuntamiento. Al frente del equipo se encuentra Alfredo González-Ruibal, el arqueólogo especializado en el periodo de la Guerra Civil que descubrió la trinchera del Hospital Clínico, escenario de la batalla más cruel de Madrid.

Después de una semana de excavación, ya se pueden observar los suelos de las chabolas que fueron abandonadas de forma definitiva en los años de la Transición. Una habitación en particular ha llamado la atención de los arqueólogos: el pavimento está compuesto por cien baldosas distintas, algo que muestra cómo las chabolas se construyeron con los despojos de las casas bombardeadas en 1936. Aquí, dentro de un perímetro de tres metros por treinta, residían siete familias, en viviendas de unos 12 metros cuadrados cada una.

Si los suelos hablan de la miseria de los migrantes que llegaron a Madrid a finales de la guerra, los objetos encontrados en ellos son testimonios de la lenta superación de estas familias. “Lo más interesante es ver cómo la vida de estas personas ha ido mejorando con el pasar de los años. Hemos encontrado utensilios y objetos personales típicos de las familias de clase media, que han sido las últimas en habitar este lugar antes del abandono de las chabolas”, apunta Ruibal. Entes los hallazgos, se han encontrado desde vinilos de música flamenca —los habitantes de estas viviendas eran sobre todo emigrantes andaluces y extremeños— hasta un par de zapatos con taconazo y plataforma, pasando por una botella de estimulante del apetito Childrevit y una cajita de caramelos PEZ de colección.

Reconstruir la historia del barrio

Además de investigar paredes y baldosas, un grupo de antropólogos se empeña en dar alma y cara a los propietarios de los objetos encontrados. Julia Álvarez y Pino Gonzálvez son estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid. Se ofrecieron como voluntarias para hablar con los vecinos que se acercan al sitio arqueológico durante la excavación, con el fin de reconstruir la historia del barrio. “Los relatos se parecen bastante. Hablan de pobreza y de dignidad, pero sobre todo de solidaridad. Había mucho espíritu vecinal durante estos años”, cuenta Gonzálvez.

No es difícil encontrarse con los antiguos inquilinos de estas casas, sobre todo porque en la mayoría de los casos se quedaron en el barrio, a pocos metros de las viviendas que levantaron con sus propias manos en una sola noche. Carlos Posada (75 años) residió toda su infancia en una de estas chabolas antes de mudarse, a finales de los años sesenta, al número 13 de la calle Peironcely. De familia sevillana, recuerda a la perfección los años en la chabola, cuando vivían sin agua ni electricidad. “Cuando llovía y caía agua por el techo, nos sentábamos los seis en la cama con un paraguas, y así pasábamos la noche”, cuenta Posada con cariño.

Una vez terminada la primera ronda de excavaciones, el equipo de Rubial –integrado por los arqueólogos Luis Ruiz, Candela Martínez y Álvaro Falquina– tendrá que cubrir los hallazgos a la espera de nuevas órdenes. La idea es seguir con los trabajos tras haber demostrado el interés histórico del sitio, y convertir la plaza del fotógrafo Roberta Capa en un museo al aire libre. Sin embargo, confiesan que existe miedo a que el proyecto se paralice y que el solar vuelva a ser un parking infestado por la basura y ocupado por los coches.

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