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307 kilos de pólvora en el pulmón verde de la capital: tras las talas, la mascletà de Almeida en Madrid Río

Almeida, durante un acto municipal sobre calidad del aire

Diego Casado

Madrid —

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En octubre de 2019, un alcalde recién llegado a Cibeles se exponía a las preguntas de un grupo de alumnos de Primaria, en un programa de Telemadrid. “¿Si pudieras donar dinero a un sitio, a dónde lo donarías, a la catedral de Notre Dame o a replantar el Amazonas?”. El alcalde elegía lo primero ante bastantes caras de asombro de los niños. Ellos, con unas prioridades aparentemente más centradas en la defensa del medio ambiente. ¡“Es el pulmón del mundo!” le gritaban a Almeida. “Pero la catedral de Notre Dame es un símbolo de Europa, y nosotros vivimos en Europa”, les contestaba el primer edil, reafirmándose sin dudar.

Más de cuatro años después, el vídeo se ve con otros ojos o, por lo menos, desde otra perspectiva. La que ofrece un primer mandato al frente del Ayuntamiento que arrancó llamando a la ciudad Madrid Green Capital y se cerró con Almeida defendiendo las talas en las obras de la línea 11 de Metro y en las reformas de numerosos parques de la ciudad. Por el camino y según los últimos datos disponibles, la ciudad ha perdido 78.616 árboles maduros con el PP al frente del Gobierno municipal y la imagen del alcalde acariciando una motosierra se ha instalado en el imaginario colectivo, pese a que nunca se le haya visto públicamente cerca de este aparato. “¿Qué tiene contra los árboles?” es una de las frases más repetidas en redes cuando salta otra noticia de tala masiva.

Almeida ha intentado luchar contra esa fama de alcalde contra el medio ambiente fotografiándose pala en mano, colocando arbustos en descampados. También prometió medio millón de plantaciones durante la campaña electoral si era reelegido. Pero los acontecimientos de los últimos diez días han sepultado de golpe este intento de remontada verde, desde que anunció que haría estallar 307 kilos de pólvora junto al renaturalizado Manzanares, en el recinto de la Casa de Campo, el pulmón verde de la ciudad y declarado Bien de Interés Cultural por su riqueza ambiental.

Todos los madrileños saben ya que la primera mascletà que celebrará Madrid está prevista para este domingo 18 de febrero. Durará siete minutos desde que el reloj empiece a contar, sobre las 13.00 horas. Se producirán unas 3.000 explosiones ante la presencia de la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, y de las falleras desplazadas desde la ciudad del Turia. Sucederá si antes no lo impide un juez, la Comunidad de Madrid o la Delegación del Gobierno, las tres estancias a las que han acudido las organizaciones animalistas, ecologistas y de la oposición de izquierdas municipal. Todas piden que el evento se traslade a otro lugar más urbano, alejado de zonas con alto valor natural.

El alcalde se ha cerrado en banda a cambiar de opinión y desde el primer momento asoció las críticas a una “ofensa” a las tradiciones valencianas. Su portavoz llamó despectivamente “ecoloizquierdistas” a los que criticaban el emplazamiento elegido. “Ellos siguen en su estrategia de plantear que todo lo que se hace desde aquí está mal. No piensan así los madrileños”, aseguró Inmaculada Sanz hace unos días. Almeida les pidió que se convirtieran en un partido político. El PP arropa al alcalde en su decisión y Catalá ha llegado a llamar “cateta” a la oposición por sus reticencias ante los efectos sobre la naturaleza del estruendo.

Pero las críticas van más allá de las de Ecologistas en Acción, la primera asociación en alzar la voz por el emplazamiento elegido para el espectáculo pirotécnico. Las asociaciones vecinales de la zona han convocado una protesta una hora antes de la quema de petardos, el domingo en el Puente del Rey. Una recogida online de firmas lleva ya más de 15.000 rúbricas y en los últimos días se han multiplicado las declaraciones pidiendo que los petardos se lleven a otro lugar donde no se ponga el peligro a los animales de 134 especies que viven en el entorno. Hasta una Cronista de la Villa, Ruth Toledano, ha rechazado públicamente acudir después de ser invitada, con duras críticas hacia el evento: “Es una absoluta aberración que el Ayuntamiento de Madrid se líe a dar petardazos en una zona de gran valor ambiental, con un río renaturalizado que es el hogar de numerosas especies animales y el orgullo de la mayoría de los madrileños. La mascletá sembrará el pánico y la muerte entre muchos de esos animales, así como en las personas especialmente sensibles al estruendo. Es una vergüenza mayúscula”.

La casualidad ha propiciado que la semana de la mascletà coincida con el aniversario del movimiento ciudadano del No a la Tala, el grupo de vecinos que se unieron en defensa de sus árboles ante las obras para la ampliación de la línea 11 de Metro. El proyecto era responsabilidad de la Comunidad de Madrid pero el alcalde defendió la necesidad de echar abajo más de un millar de árboles. Después la Consejería de Transportes redujo a la mitad el número de ejemplares afectados.

El número de ciudadanos que se opone a la desaparición de la masa forestal sigue creciendo con cada nuevo proyecto municipal o autonómico que pasa por talar más árboles. El último, en la plaza de Santa Ana, ha hecho levantarse en armas a los vecinos de Letras, con el alcalde en el blanco de todas las críticas. Y llegarán más, porque para soterrar la A-5 se van a talar otros 674 árboles. Las asociaciones movilizadas desde hace un año, advierten a Almeida: “Cuando la ciudadanía se harta de tantas mentiras y soberbia, convierte la indignación en acción”.

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