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Sobre la ciudad desgobernada

Dos de los atascos grabados en Malasaña durante la semana sin multas en Madrid Central | SOMOS MALASAÑA

Pedro Bravo

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Una forma de definir la política podría ser como el proceso de toma de decisiones para el gobierno una comunidad. Gobernar, por eso, es administrar, decidir, hacer. Madrid ha tenido muchos gobernantes. Antes se decía que el mejor de ellos fue un rey, quizá porque propuso el salón del Prado, que ahora sirve para que los equipos de fútbol celebren sus copas, quizás porque puso luz, alcantarillas y recogida de basuras. En algún momento, lo del rey como mejor alcalde se dejó de decir y yo creo que fue en la época en la que gobernó un faraón. Ése que, no contento con traer la tuneladora más grande del mundo para hacer el agujero más grande en los recursos de la ciudad, le puso nombre, como los muchachos que bautizan a su pene y hablan de él en tercera persona. A cada uno el ego le pide caricias de una manera. Pero lo normal es que el ego de un alcalde o una alcaldesa se lo goce haciendo, administrando, decidiendo. Todos los que yo recuerdo, de Tierno a Carmena, hicieron cosas, algunas me gustaron, muchas no, pero fueron hacia adelante. Cada uno a su manera, gobernaron.

Ahora nos ha tocado un alcalde (Martínez-Almeida) —que en realidad son dos (Villacís), que en realidad son tres (Ortega Smith)— que no hace sino deshace. Su primer mes de gobierno se puede resumir como un rebobinado. Anular el plan PIPE para evitar las identificaciones racistas de la Policía Municipal, desandar los avances en comunicación institucional, borrar mensajes integradores relativos al Orgullo, restar actividades culturales en el espacio público, quitar zonas para peatones en Galileo y, por supuesto, desactivar Madrid Central. Esto es lo más conocido de lo deshecho, pero hay mucho más.

Deshacer es también poner al responsable de desbaratar el Metro de Madrid como concejal de Movilidad y nombrar a un miembro del equipo del presidente de la Comunidad que vendió 3.000 viviendas del IVIMA a un fondo buitre como el alto cargo de vivienda. Eso es prometer desmontar el transporte público y desbaratar la posibilidad de lucha contra la emergencia habitacional. Uno ya no sabe si se está haciendo así como parte de una estrategia ideológica o como esa forma de comunicación absurda que consiste en reclamar titulares aunque sea a costa de chapotear en el absurdo. En realidad, da igual. Sea por la razón que sea, es el desgobierno.

“Deshacer, perturbar y confundir el buen orden del gobierno”. Así define la RAE desgobernar, así lo estamos viviendo en Madrid. Un fenómeno único en la política mundial que, de hecho, puede llegar a ser un viaje en el tiempo. Puestos a desgobernar, el alcalde uno y trino puede dedicar toda su legislatura a revertir lo hecho por Carmena, Botella y Gallardón y llegar hasta 1991, cuando mandaba por aquí Álvarez del Manzano. La mala noticia son tantas que no me caben en este texto, la única buena posible es que igual volvemos a ese momento en que las resacas no nos sentaban tan mal. No es mal consuelo, teniendo en cuenta lo muchísimo que vamos a tener que beber para soportar estos cuatro años que vienen.

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delfacherio me rio.

los Votaladrones estan encantados...¿Y a este desgobierno no le aplican el 155?...
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