Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Plaza de los chisperos: homenaje a un gremio en un barrio que no fue el suyo

Vista de la Plaza de los Chisperos de Chamberí, con el monumento en el medio | SOMOS CHAMBERÍ

Diego Casado

0

Manolos, majos y chisperos. En el Madrid clásico había varios arquetipos con los que se conocía a sus habitantes, dependiendo del lugar en el que vivieran. Los manolos y manolas eran de Lavapiés. Así se les llamaba por adoptar el nombre típico que ponían los judíos conversos a sus primogénitos. A las majas y majos les conocemos bien porque se encargo de retratarlos Goya, con sus atrevidas vestimentas y su arrojo juvenil. Y luego estaban los chisperos, de los que tenemos una definición con más de un siglo de antigüedad, pero que se entiende a la perfección:

"Chisperos se llamaba a los menestrales que arrancaban chispas al dar en el yunque, al batir el cobre, al moldear el hierro y al hacer composturas y chapuzas en objetos y utensilios de ese metal. Eran lo que hoy llamaríamos herreros y cerrajeros" (columna del diario El País, 12 de abril de 1912).

En los siglos XVII y XVIII, los chisperos vivían principalmente en Barquillo y alrededores (hasta la calle Hortaleza), en lo que hoy sería el barrio de Chueca. Sus talleres habían sido trasladados a las entonces afueras de Madrid, porque solían arder con frecuencia -las cosas de trabajar con fuego-, además de provocar incendios y molestias a sus vecinos.

Con el tiempo, los madrileños pasaron a tomar la parte por el todo y a llamar chisperos a todos los habitantes de esta zona, entonces el norte de Madrid. Decían de ellos que actuaban con desparpajo y que tenían fama de pendencieros. Y se creó un estereotipo a su alrededor. También llegó a popularizarse la historia de que el padre de Manuela Malasaña, mártir del 2 de Mayo, era chispero y luchó ferozmente contra el invasor francés. Aunque posteriormente el historiador Pedro de Répide desmontó la fábula (que tenía un cuadro y todo) de este Jean Malesagne, que falleció mucho antes de 1808 pero cuyo apellido -españolizado- acabó dando nombre a un barrio.

Monumento a los chisperos y el equívoco

Monumento a los chisperos y el equívoco

Pese a que este gremio de la forja tenía sobre todo relación con Chueca y Malasaña, el Ayuntamiento ha aprobado recientemente el nombre de Plaza de los chisperos a un espacio en el distrito de Chamberí. Lo ha hecho porque los vecinos del barrio conocen así al espacio abierto que forman la confluencia de las calles Luchana, Fernando de Rojas y Manuel Silvela. ¿Y por qué la llamaban así? Por el monumento que preside el lugar.

En uno de los lados de esta renombrada plaza se erige desde hace 85 años un monolito llamado Monumento a los saineteros, pero que en su origen se denominó Monumento a los chisperos. En él están representados varios personajes populares de Madrid: un chispero, una manola y una pareja de castizos. Bajo ellos, los bustos de los autores Barbieri, Chueca, Ramón de la Cruz y Ricardo de la Vega.

El monumento no fue colocado inicialmente en esta plaza. Antes de llegar a Chamberí hizo varios viajes desde que en 1910 se encargara su construcción, fruto de un artículo del periodista Mariano de Cavia, que pedía un reconocimiento a los escritores de sainetes, a raíz del reciente fallecimiento de Ricardo de la Vega.

El encargado de esculpir las figuras fue Lorenzo Coullaut Valera, que luego se encargaría también del Don Quijote de Plaza de España. Y el conjunto escultórico fue inaugurado en el año 1913, después de muchas visicitudes incluyendo un retraso de tres meses porque al alcalde de la época -Ruíz Jiménez- le acabaron nombrando ministro y le vino mal la fecha inicialmente propuesta.

La versión larga de toda esta historia está contada con gran precisión en este artículo del blog Historia urbana de Madrid. La corta pasa porque la escultura fue instalada en la Glorieta de San Vicente, después de haberse barajado otras ubicaciones como el Paseo de Rosales o el Paseo de la Florida, mientras que los vecinos de Lavapiés lo reclamaban para su barrio.

La inauguración se produjo el 23 de junio de 1913 y asistió hasta la infanta Isabel. Pero poco duró en ese emplazamiento el conjunto escultórico. Dos años después se trasladaba por decisión municipal al Parque de la Dehesa de Arganzuela. Allí permaneció en el olvido -la prensa hacía chanzas sobre si alguien conocía a qué lugar se lo habían llevado- hasta que, muchos artículos y opiniones de vecinos y de expertos después, se llevó hasta su actual ubicación, en algún momento del año 1933.

La Plaza de chisperos estaría tranquila hasta 1982, año en el que Tierno Galván inicia un ambicioso plan de reforma de calles y plazas, que concluyó en la zona con la ampliación de su superficie y el desvío de parte del tráfico que soportaba a través de la calle Manuel Cortina, que fue peatonalizada. Entonces siguió sin nombre aunque algunos artículos periodísticos ya daban por bueno su denominación popular.

En los noventa, Moncho Alpuente llamaba la atención sobre los sinhogar que dormían y habitaban sobre sus bancos, y también sobre la ausencia de nombre para este espacio “que no existe en el callejero”, escribía. Trece años después, el lugar recibirá su nombre definitivo cuando el Ayuntamiento encargue las placas para esta ubicación, parece que definitiva: Plaza de los chisperos de Chamberí.

Etiquetas
stats