Visitas guiadas “Elegantes y majos pasean por Madrid”
El Museo de Historia de Madrid, en colaboración con Madrid es Moda, realizará los días 13, 14, 15, 17 y 18 de septiembre visitas guiadas por sus salas de la mano de los conservadores del museo para ver la evolución de la moda de los madrileños desde el siglo XVI al siglo XX.
Gracias a esta actividad gratuita, con un aforo máximo de 25 personas, podremos conocer la indumentaria de los madrileños y madrileñas a través de los tres últimos siglos, sobre todo en función de la ciudad por la que pasean, rezan o se divierten. Las diferentes salas del Museo de Historia nos ofrecen testimonios de gentes de la más variada condición social, que conviven en una corte variopinta y cosmopolita instalada en una ciudad difícil y atrayente.
Se hará un especial hincapié en el siglo que hace de los paseos y las rondas el escenario urbano más vital de la ciudad: el Paseo del Prado, la Carrera de San Jerónimo, el paseo de Delicias o las orillas del Manzanares y el entorno del proyectado Canal del mismo nombre, todos ellos espacios dedicados a la vida social XVIII, donde los elegantes de las clases acomodadas exhibían una moda acorde con los dictados europeos mientras el pueblo llano los admiraba y, a la vez, perfilaba su peculiar indumentaria.
Un poco más tarde, una ruptura en la manera de vestir −no sólo de diseño sino, sobre todo, de concepto− llegaría a Madrid procedente de la Francia prerrevolucionaria y de la mirada de los ilustrados a la antigüedad clásica tras los descubrimientos de Pompeya y Herculano: la moda llamada “imperio” que, con su sencillez y liviandad, permitió una mayor libertad de movimientos y comodidad en los atuendos femeninos y masculinos.
Diversiones como los toros o el paseo difundían imágenes repletas de personajes ataviados de una forma peculiar: los majos y majas habrán de convertirse en la seña de identidad del casticismo madrileño. Basquiñas, faldas sin armar, pañuelos sobre el escote, mantillas para ellas; chaquetas cortas adornadas con madroños, calzones, fajas y pañuelos de colores para ellos, y redecillas en el pelo para ambos.
La “manolería”, una forma de vivir alegre y desenvuelta, enfundada en su peculiar atuendo fue imitada en ocasiones por nobles y burgueses en una tradición tan cara a al conjunto de la sociedad madrileña como era la de enmascarar la realidad y teatralizar la vida cotidiana.
Poco duraría aquella ligereza de atuendo. Al igual que los constantes vaivenes constitucionales y políticos que se suceden a lo largo del siglo XIX, la indumentaria y fundamentalmente la femenina, dio un nuevo giro hacia lo rebuscado y aparatoso: incómodos polisones, peinados imposibles, extenuantes cinturas... fueron objeto de ironía y burla por parte de la prensa de la época. Una sociedad bipolar en su acercamiento a las mujeres: las que son “como se debe ser”: elegantes, recatadas, devotas y madres ejemplares, frente a las mujeres de la noche, que se mueven o trabajan en ámbitos ambiguos.
Finalmente, los establecimientos de moda o el gran comercio, las revistas femeninas sobre y el abaratamiento de los precios y la confección en serie, facilitan nuevos hábitos en la vida cotidiana que desde el inicio de los años veinte del nuevo siglo conducirán a una nueva dicotomía: las elegantes consumidoras de “alta costura” y la gran mayoría de las mujeres, que dentro de un razonable abanico de precios, pueden acceder a una moda más o menos homogénea.
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