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ENTREVISTA

Iñaki Domínguez: “Las drogas son un punto de conexión entre famosos y macarras”

Iñaki Domínguez

Luis de la Cruz

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Solo hace un par de años que entrevistamos a Iñaki Domínguez a propósito de Macarras intercelulares. Una historia de Madrid a través de sus mitos callejeros (Melusina, 2020). Desde entonces, el autor ha abundado en la temática, convirtiéndose en el autor de moda de lo macarra: el año pasado sacó Macarrismo (Akal, 2021), donde el análisis teórico ganaba algo de terreno a la narración, y ahora llega a las librerías Macarras ibéricos. Una historia de España a través de sus leyendas callejeras, donde amplía el marco de acción sin dejar de trabajarse para ello las calles de los barrios de Madrid.

El libro llega en un momento de cierto resurgir de lo quinqui, en el que ha tenido que ver la propia obra de Domínguez, pero también libros como Todo el odio que tenía dentro, un ensayo de Servando Rocha sobre la cara B de la historia reciente de España a través de la biografía del boxeador Dum Dum Pacheco; la reedición de Mear sangre, la autobiografía de este mismo, o la película Las leyes de la frontera, en la que Daniel Monzón adapta la novela del mismo título.

En la presentación madrileña de su libro, acompañaban a Iñaki el novelista José Ángel Mañas y Juanma El Terrible, uno de los primeros rockers de la ciudad y auténtica leyenda callejera. La mezcla da idea de lo que uno se encuentra en las páginas del tomo: ecos suburbiales de las ciudades del posdesarrollismo español explicados a partir del análisis sociológico e historias que darían para pelis como las de El Vaquilla, que ilustra la portada. Hemos hablado con Iñaki Domínguez para que nos explique un poco más su propuesta

–En este libro atiendes el fenómeno del macarrismo en distintos ámbitos geográficos, como Bilbao, Barcelona…, ¿es el macarrismo un fenómeno exclusivamente urbano? ¿Qué aspectos comunes y qué diferencias encuentras según el ámbito geográfico?

Considero que sí, el macarrismo es un fenómeno eminentemente urbano. Las grandes ciudades españolas comparten semejanzas en cuanto al macarra se refiere. Bilbao, Barcelona, Madrid.. son ciudades en las que reina una industria pujante durante el tardofranquismo, y atraen a muchas personas desde entornos rurales, cuyos hijos acaban por pasar a las filas del macarrismo patrio. Se crean grandes poblados chabolistas en el extrarradio, al tiempo que surge el llamado chabolismo vertical. La situación es muy similar en distintas ciudades españolas; Valencia o Coruña incluidas. Las diferencias son menores.

–Tu trilogía macarra es una expresión poco frecuente hoy de historia oral, ¿dirías que es una historia oral de nuestro pasado reciente?

Sin duda, aunque también contiene elementos teóricos, cuestionamientos críticos y análisis antropológico.

–Una de las figuras clave en tu obra, de marcado cariz etnográfico, es el informante. ¿Cómo consigues contactar con ellos?

A través de amistades, principalmente. Siempre he tenido una relación concreta y directa con la calle. También empleo internet, que es una herramienta maravillosa para acercarse a personas más alejadas, de ciudades ajenas, etc.

–En algunas de las historias que aparecen en el libro, y en los anteriores, se mezclan ambientes mainstreim y lumpen; gente famosa o de la farándula que coincide con personajes anónimos pero carismáticos en sus pequeños entornos, ¿hasta qué punto fue y sigue siendo esto habitual?

Yo creo que es un fenómeno que pervive. Un punto de conexión entre famosos y macarras son las drogas, que sirven de puente para crear y establecer relaciones de amistad, etc. Donde hay drogas hay famosos, y también delincuentes. Más que el faranduleo, a mí me interesan las estrellas de las calles. Lo que en EE UU llaman “ghetto superstars”; los mitos callejeros. Son ellos quienes merecen la atención a estas alturas. Por otro lado, sus vidas son mucho más interesantes, casi siempre.

–Sorprende encontrar en Macarras ibéricos un capítulo dedicado a La Movida, que es un movimiento que es frecuentemente caracterizado como pijo…

Sí, pero en este caso hablo más de macarradas que de macarras, aunque en el underground de la Movida hubo mucho macarrismo. Por ejemplo, en Malasaña, barrio de la Movida, había mucha violencia y pandillas, entre las que destacaron violentos rockers como los Breakers y los Franceses, que paraban en el Dos de Mayo y en el King Creole, lo que es hoy el Freeway, junto con muchos otros bares del barrio. De estos grupos hablo en mi trilogía macarra: Macarras interseculares, Macarrismo y Macarras ibéricos. Digamos que estos grupos macarras formaban parte del substrato urbano en el que se movía la gente de La Movida. Algunos capítulos de mis libros representan la cara oscura, violenta y macarra de La Movida.

–En su momento se produjo una fetichización del quinqui a través de las películas. Aunque los nuevos autores del género hacéis un análisis que claramente huye de la complacencia, ¿no te da miedo que pase algo parecido? ¿O que la historia reciente de los ambientes populares quede demasiado ligada a la de la pequeña delincuencia?

Para nada. Lo que me interesa a mí es destapar muchas realidades que, sin el libro como herramienta para la fijación de hechos históricos, se perdería. Me da igual cómo lo interprete cada cual. A mi juicio, mi función en este tipo de textos consiste en rescatar y enriquecer la historia reciente, al tiempo que analizar los mitos y leyendas callejeras. Siempre queda tiempo para rescatar otro tipo de recuerdos o vivencias colectivas. Yo he preferido iniciar mi recorrido por la historia oral del macarra y el pequeño delincuente. También es cierto que, para los tiempos moralistas que corren, cualquier recuerdo pasado se convierte en una forma de transgresión, pecado y delito, puesto que las antiguas costumbres son hoy condenadas por doquier como malignas.  

–Además de en el cine, abordas la cultura popular y desde abajo en la música. Es el caso de los sonidos gitanos de Acropol o el sonido Caño Roto. ¿Qué nos queda hoy de cultura popular callejera, cuál es el paralelo si lo hay?

Hoy no lo encuentro. Hoy hay mucho artista mainstream que se nutre de estéticas antaño underground o subterráneas, si se quiere. Todo está muy globalizado, por otra parte, y el barrio como espacio concreto no tiene apenas peso, cuando antes era el horizonte vital completo del artista. En términos musicales no se me ocurre ningún grupo o músico que se asemeje a esos representantes de lo que llamo en el libro “gansta rap español”. Aunque no soy un erudito en música urbana contemporánea, quizás existan. El flamenco siempre estará ahí, eso sí.

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