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Calle Augusto Figueroa: mucho más que zapatos

Luis de la Cruz

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Espina dorsal del barrio de Chueca, la larguirucha Augusto Figueroa une la calle de Fuencarral con la de Barquillo. Hoy nos ocuparemos aquí especialmente del primer tramo, hasta la calle de Hortaleza, que es el que queda dentro de nuestros dominios.

La calle se llamó de Santa María del Arco, al parecer por un cuadro de Nuestra Señora de la Soledad, situado en la parte superior del arco o puerta que daba entrada a la caballeriza del Marqués de Torrecilla, según María Isabel Gea Ortigas. El noble mandó construir en honor de la virgen una capillita, conocido como Humilladero de Nuestra Señora de la Soledad, o popularmente de Fuencarral, que es la que aún hoy podemos contemplar en la esquina con dicha calle. La vía cambió de nombre en 1835, pasando a llamarse Arco de Santa María, y de nuevo en 1904, año en el que adoptó el nombre del periodista que hoy la nombra.

La ermita del XVIII tiene aspecto rural y cierta pátina de desidia en su conservación. Desde su construcción hasta mediados del siglo XX la capillita siempre ha pertenecido a familias nobles. El año 1947 María Luisa Maldonado Marquesa viuda de Torneros testó que pasara a pertenecer a la parroquia de San Ildefonso, que es la que se ocupa hoy de su cuidado. Quien se acerque a su ventanuco podrá apreciar en el interior un cuadro de la Virgen de la Soledad, la imagen del Santísimo Cristo del Consuelo y la imagen de San Francisco de Paula. El edificio bajo anexo al humilladero, que ocupa una tienda de ropa y cuya fachada presenta un mural colorido, pertenecía también a la marquesa, aunque su propiedad no entró en la herencia, y no sabemos hoy a quien pertenece.

Frente a la ermita fue abatido el teniente José Castillo, en el que es uno de los asesinatos más famosos y determinantes del siglo XX español. El 12 de julio de 1936 a las diez de la noche, camino del cuartel de la plaza de Pontejos, es abatido por cuatro pistoleros de extrema derecha (falangistas o carlistas según la versión). Acababa de salir de su casa en Augusto Figueroa y cayó a las puertas de la ermita. En su capilla ardiente en la Dirección General de Seguridad en Sol, sus compañeros de la guardia de asalto están enfurecidos, y sólo unas horas más tarde algunos, junto con miembros de las Milicias Socialistas y de la Guardia Civil, participan en el asesinato de Calvo Sotelo. Los entierros de ambos el día 15, uno en el cementerio civil y otro en el del Este, constituyen dos auténticas manifestaciones que ponen rampa a los hechos del 18 de Julio. Durante los años de Guerra Civil la calle pasó a llamarse del Teniente Castillo.

La calle Augusto Figueroa es una calle muy comercial y diversa. Lo que tiene el centro de Madrid es que en muy poquitos metros pueden convivir – aún - una tienda de ropa de hostelería (La Gloria) y una de esas tiendas omnipresentes de yogur helado; la casa regional de Burgos (miren arriba a las ventanas) y sitios de café o zumos modernos; un sitio de arreglos y una tienda de calzoncillos con maniquíes hipsters...

El Café Figueroa revivió en 2012 abrazando anglicismos de última hora (afterwork, premium...), antes este café de decoración clásica fue uno de los pioneros de la Chueca gay, que abrió sus puertas en 1981. Famosos fueron en tiempos sus carnavales, en El País leíamos en 1996:

“Servía copas con rapidez el sábado por la noche un camarero disfrazado de preservativo en el café Figueroa, y al que le preguntaba le señalaba la escalera con unas pestañas multicolores de seis centímetros de longitud: ”Sube, asómate al balcón y verás“. En efecto; desde el segundo piso, uno contemplaba con cierta perspectiva el panorama: cientos de personas apretujadas en la esquina de la calle de Augusto Figueroa con Hortaleza asistían a un desfile de carnaval original, homosexual, callejero y espontáneo.El tráfico se inmovilizó; los automovilistas quedaban apresados entre la gente que se subía en broma a los capós y los piropos y las proposiciones del público. Un policía municipal que se atrevió a pedir allí un poco de orden tuvo que emprender la retirada incomprendido y rodeado de exclamaciones capaces de hacer enrojecer a un australopitecus. El desfile -en rigor, el acceso a la entrada del café Figueroa, de ambiente homosexual, de los participantes de un concurso de disfraces- tiene unos años de tradición. ”

Entre los comercios que ya no están figura una buñolería que hay quien piensa es la Buñolería Modernista que sirve de escenario en Luces de Bohemia, aunque otros apuntan a que esta era en realidad la chocolatería de San Ginés.

También estuvo en la calle, desde mediados del XIX y hasta 1882, la Escuela Normal Central de Mastras. En 1869 en el mismo caserón que ocupaba ésta se fundó la Escuela de Institutrices, por donde pasaron Giner de los Ríos y la plana mayor del krausismo. Sus enseñanzas, que no eran oficiales como las de la Normal a pesar de compartir espacio, venían a modernizar una visión anticuada de la formación de las maestras decimonónicas.  Recibían menos instrucción en labores y más en física e historia natural, francés, cosmografía, economía política, literatura española, dibujo y música. Tras pasar por la calle de la Bolsa, la institución acabaría en el número 15 de la calle San Mateo, en la Fundación Fernando de Castro.

En el número 4 de la calle estuvo en los años 30 la Federación Española de Trabajadores de la Tierra, un  sindicato español del ámbito agrario-ganadero muy importante en la década. El sindicato, integrado en UGT, extendió las ideas socialistas en el campo español, participando de muchas ocupaciones y teniendo un papel importante en la huelga revolucionaria de 1934.

También tuvo vecinos ilustres la calle, uno de de ellos fue el comediógrafo Jardiel Poncela, que luego viviría en distintas calles del barrio hasta morir en la vecina calle Infantas. Otro escritor que vivió allí fue García Pavón, padre del conocido personaje de novela policiaca Plinio, jefe de la policía local de Tomelloso. Por dar noticia de un vecino ilustre ajeno a las letras podríamos nombrar al Señorito Anglada, un joven ladrón que se dedicaba a robar a los niños, a los que engañaba ganándose su confianza con unas canicas de madera, y que tuvo su momento de celebridad, en prensa y calles, por la inquietud que generó entre los padres allá por 1913.

Hay mucha calle que queda fuera de nuestro objetivo, pero no podemos dejar de reseñar el Mercado de San Antón y El Comunista, que conviven con las zapaterías que a partir de Hortaleza le valieron el apodo de “calle de las zapaterías”

El mercado, hoy menos mercado pero más presente en las guías turísticas más modernas de Madrid, es heredero de otros dos que estuvieron en su lugar. El primero se construyó en 1849, aunque desde mucho antes el lugar debió ser ubicación de puestos callejeros. En 1945 se construyó el anterior mercado, que en 2002 empezaría, con la inclusión del mercado del Plan de Dinamización y Modernización de los mercados, su mutación en el mercado-centro comercial actual, tras el derribo del anterior edificio en 2007.

El Comunista, en el número 35 de la calle, es una encantadora casa de comidas de característico portón rojo cuyo nombre es en realidad sobrenombre no impreso (lo que figura en su frontal es Tienda de vinos). El apelativo le viene porque allí se reunían los socialistas de la vecina Casa del Pueblo en la calle Piamonte.

La calle de Augusto Figueroa – nosotros nos fijamos especialmente en su primerísimo tramo – contempla paseantes día y noche. Y compradores, comensales, juerguistas... Aún deja sitio en la retina, como hemos visto, para algunas estampas más clásicas que fueron y son.

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