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Proyecto 'Malasaña Pivot': 1500 fotografías, nueve años, un mismo emplazamiento

Algunas de las fotografías del proyecto 'Malasaña Pivot'. A la izquierda, la que inició la serie en agosto de 2012

Antonio Pérez

14 de mayo de 2021 22:22 h

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La historia de Malasaña Pívot surge de la casualidad nocturna más absoluta y se forja a lo largo del tiempo gracias al tesón del fotógrafo Alejandro del Estal, que la ha convertido en serie artística infinita con la ayuda de los cientos de personas anónimas que han accedido a posar ante su cámara.

Siempre en un mismo emplazamiento, la malasañera esquina de Corredera Alta de San Pablo con la plaza de San Ildefonso, este artista lleva nueve años pidiendo a desconocidos, y también a algunos de sus amigos, que mientras que los fotografía interactúen con algo tan insulso como el bolardo situado en ese cruce de caminos. 

A base de miles de flashazos, Del Estal ha convertido ese bolardo en el bolardo por antonomasia. El día de la cita con el fotógrafo encontramos al susodicho algo más inclinado de lo habitual: “Le ha debido de dar un buen golpe algún vehículo al doblar la esquina. Espero que lo arreglen o que, al menos, no se acabe cayendo porque sino me quedo sin proyecto y no tengo pensado finalizarlo ya”.

Sociólogo de formación y “músico frustrado” con grupo –Klauss!!–, el gusanillo de la cámara le entró fotografiando bandas indies en concierto, para virar enseguida su objetivo a lo que más llamaba su atención, el público de esos bolos. “Es que a mí lo que me gusta es la gente”, afirma este fotógrafo callejero que dispara de cerca y con permiso a unos objetivos que le suelen mirar de frente.

Con esos intereses y licenciado con honores en la noche malasañera desde los años 80, una madrugada de calor infernal del mes de agosto de 2012 se encontró, cámara en ristre, con un joven tatuado que vestía sólo con unos pantalones de deporte. Lo abordó para hacerle una foto en Corredera de San Pablo, buscó una buena luz, que encontró en una farola próxima, y le pidió sin más que posara. Aquel joven, de quien no ha vuelto a saber nada, se puso de cuclillas junto al que posteriormente se convertiría en su bolardo talismán y ahí comenzó todo. 

“Yo paraba mucho por el cercano bar Sidi, a donde íbamos después de asistir a conciertos. Allí encontraba gente a la que fotografiar y como sabía que en aquella esquina había buena luz, allá que me los llevaba. Los ponía delante del bolardo y les pedía que hicieran lo que quisieran junto a aquel pivote”.

Una de las primeras retratadas en ese sitio, tiempo después, le contactó para pedir que le enviara las fotos que le hizo junto a unas amigas en el “Malasaña pivot” y fue así como, sin saberlo, bautizó un proyecto que ha ido cogiendo fuerza a medida que se han sucedido las noches y los años.

Del Estal calcula que tendrá alrededor de 1500 imágenes de gente en ese enclave, aunque de ellas sólo unas 300 están editadas y muchas menos están impresas. “Junto al bolardo se han disfrazado, han hecho gimnasia, han saltado, se han apoyado en él, lo han mordido…. La idea es el pivote y la libertad la pone cada uno expresando, representando o haciendo lo que quiera”. 

A lo largo de estos nueve años el proyecto ha sufrido altibajos pero lo importante es que sigue en pie. Nada que ver el trabajo de Del Estal con lo metódico de aquel personaje –Auggie Wren– de la película Smoke que puntualmente sacaba cada mañana una fotografía de su calle desde el mismo punto de vista. “Siempre que me pilla cerca y voy con cámara procuro pasar por ahí”, indica sin más. También, a veces, avisa a través de su cuenta en instagram de una próxima sesión.

En cualquier caso, tanto el cierre del bar Sidi –al que acudía habitualmente y donde encontraba modelos– como la pandemia –que acabó con los conciertos y con la que llegó un largo toque de queda nocturno– no le han ayudado mucho a avanzar en los últimos tiempos.

El resultado de Malasaña Pivot se ha podido ver muy pocas veces expuesto, apenas como parte de un par de muestras conjuntas celebradas en la biblioteca Eugenio Trías, en la Casa de Fieras de El Retiro. Eso sí, siempre nos quedará internet para disfrutarlo.

“No soy muy proactivo a la hora de buscar sitios en los que exponer y, luego, no se vende nada, no se gana nada. La precariedad de la fotografía, de la literatura, de la música, es enorme”, comenta este hombre que afirma estar viendo fotos constantemente, a cada paso, si bien, luego, “de cada 100 fotos que veo haré 10, como mucho”. Lo suyo con la cámara es casi puro amor al arte pero, sobre todo, una forma de vida.

Más allá de la calidad artística de las fotografías que forman parte de Malasaña Pivot, al proyecto de Alejandro del Estal no se le puede negar cierto valor sociológico: retratar casi una década de habitantes de la noche malasañera –las imágenes diurnas son una minoría– no es moco de pavo.

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