Precintada la antigua panadería de Corredera que se convirtió en un bar de copas sin licencia
Con la ZPAE en funcionamiento, en marzo de 2016 sorprendió el hecho de que en el número 32 de Ballesta, en su confluencia con Corredera Baja de San Pablo, donde desde hacía décadas había estado situado un pequeño puesto de pan y tienda, abriera de repente el Club Fishermans, un local de acceso restringido que desde la calle lucía como bar y en su web se mostraba como local de copas y restaurante, algo prohibido en la zona por la citada legislación. Tres años después, el Ayuntamiento ha precintado el negocio por un asunto de licencia, una actuación que se enmarca dentro de la campaña de intensificación de inspecciones en la zona que la Agencia de Actividades está llevando a cabo y que o bien se ha llevado por delante a algún que otro comercio en situación irregular o ha exigido a otros tantos adecuar su actividad a lo que tiene permitido, tal y como informó en su día Somos Malasaña.
Hasta el momento, el Club Fishermans había podido operar con una declaración responsable de “sala de eventos no culturales y otras actividades asociativas” que, según fuentes del Ayuntamiento, no le permitía “albergar actividades de hostelería”. Sin embargo, esa actividad no estaba incluida en el Catálogo de la Ley de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de la Comunidad de Madrid (LEPAR), por lo que hasta ahora las visitas policiales al local no habían sido tramitadas. Es decir, lo novedoso de su propuesta planteaba problemas legales a la autoridad a la hora de encajarla dentro de las actividades vetadas en el vecindario a raíz de la ZPAE.
Con aforo de hasta 60 personas, este club de pescadores se presentaba como un lugar para socios -de jueves a sábado- y fiestas privadas -domingos-. Está ubicado en Ballesta 32, junto a La Pescadería, otro establecimiento hostelero abierto en lo que fue una auténtica pescadería poco antes de que la ZPAE prohibiera este tipo de cambios de usos en aras de la diversidad comercial y la protección acústica. Ambos establecimientos pertenecen al grupo Lamucca, que cuenta con otros locales en Madrid como el restaurante con terraza que da nombre al grupo en la plaza Carlos Cambronero.
El Club Fishermans funcionaba con la siguiente estratagema legal para sortear la legislación vigente: para entrar había que enviarles un correo o rellenar un formulario para recibir los requisitos de admisión y las contraseñas de acceso. Esa ha sido la original argucia legal empleada para operar como un negocio de hostelería en un área donde la ley no permite nuevas aperturas de propuestas de este sector. Lamucca anuncia el cierre temporal del local en su página web.
Coto a las barras de degustación
Coto a las barras de degustación
Dentro de la lucha municipal contra otra de las más habituales tácticas para ejercer la hostelería con otro tipo de licencia, el coladero de la barra de degustación, la pasada semana se pudo observar cambios significativos en el funcionamiento de, al menos, dos negocios próximos al Club Fishermans, situados ambos en Corredera Alta de San Pablo. Uno de ellos es Greek and Shop, una tienda de productos griegos y comida para llevar que, ubicada en la esquina de la citada vía con Espíritu Santo, se había convertido en un auténtico restaurante sin tener el permiso pertinente. Tras una visita de los técnicos de la Agencia de Actividades, el negocio retiró todas las mesas y las sillas que había habilitado para que sus clientes pudieran degustar en el mismo local la comida para llevar que venden. Al menos por el momento, Greek and Shop ha vuelto a ser solo la tienda que debe ser arreglo a su licencia.
Un caso muy similar al anterior es el de Buenasaña, establecimiento de comida para llevar situado en la esquina de enfrente y que hasta no hace mucho fue un gimnasio. Tras el paso de la misma batida de la Agencia de Actividades, este negocio ha dejado de permitir que sus clientes coman en las mesas que para tal fin tenían habilitadas en el mismo espacio, al menos sobre el papel. Lejos de retirarlas, como sí ha hecho Greek and Shop, en Buenasaña se han limitado a poner un cartel sobre ellas en el que se lee “Espacio reservado a cursos de formación”, aunque los clientes las siguen utilizando como lugar donde sentarse y consumir dentro del local.
La asociación de vecinos ACIBU, desde hace años, y la plataforma vecinal SOS Malasaña, recientemente, vienen denunciando la apertura encubierta en el barrio de nuevos locales de hostelería, la mayoría de los cuales funcionan con una mera declaración de inicio de actividad y bajo el fraudulento paraguas de ser barras de degustación. En el reciente compromiso que obtuvieron de la alcaldesa Manuela Carmena para tratar de frenar los problemas que estaban afectando la vida de Malasaña, figura en un lugar destacado poner fin a este tipo de establecimientos.
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