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El barrio okupa de los 90 en Madrid: la larga historia del movimiento en Tetuán

Desalojo del Centro Social David Castilla

Luis de la Cruz

17 de mayo de 2022 00:05 h

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Poca gente sabe que una de la primeras ocupaciones políticas que se produjeron en España durante la Transición tuvo lugar en el barrio de Tetuán. Aún no se podía identificar con lo que posteriormente se conoció como movimiento de okupación, ni la ocupación fue estrictamente una novedad histórica del posfranquismo, pues siempre ha existido y tenía una tradición popular muy amplia en los barrios obreros y periféricos.

En 1978 miembros del Ateneo Libertario de la Zona Norte entraron en un viejo colegio que había en el número 99 de la calle Marqués de Viana. Se pretendía que profesores en paro impartieran clases gratuitamente en el edificio y reivindicaban la apertura de colegios cerrados en la zona.

Esta ocupación era prima hermana de otras que llevaron a cabo asociaciones vecinales, sindicatos y movimientos sociales en la época: las escuelas populares de personas adultas de Prosperidad y Barrio del Pilar (que aun existen), el Ateneo Libertario de Migrán (San Blas), los locales en Villaverde ocupados por CNT-AIT, los de la facultad de sociología por el colectivo KOZ, o las viviendas de la Obra Sindical del Hogar en barrios periféricos. Sin salir del distrito, encontramos también una campaña de ocupación en el barrio de La Ventilla, donde ya en 1977 los vecinos habían abierto una serie de casas desocupadas de los ministerios de la Vivienda y Gobernación.

Después de estos antecedentes, debemos trasladarnos al año 1992 para encontrar una nueva okupación política en el barrio, ya dentro de lo que se puede identificar como movimiento okupa.

Todo había empezado en Madrid con la brevísima okupación de la calle Amparo 83, en Lavapiés, germen de la Asamblea de Okupas de Madrid. Seguirían el Diario Informaciones en la calle de la Madera, el Prize y otras, todas rápidamente desalojadas. El primer centro social con cierta estabilidad fue la fábrica de Metal Mazda en la calle Arregui y Aruej (junto a Puente de Vallecas), antes de que llegara la mítica Minuesa (Ronda de Toledo), que se okupó en connivencia con los trabajadores de la propia imprenta, que afrontaban el conflicto laboral originado por el cierre de la empresa.

Durante la experiencia en Minuesa, que dura hasta 1994, se va conformando el universo contracultural okupa y la Autonomía, el movimiento político juvenil post-OTAN que lo articulaba. Todo pasaba en Minuesa y todos se encontraban en sus conciertos multitudinarios.

Del humus de Minuesa salió también la idea de okupar otros centros sociales fuera del centro. Como había varios participantes del debate que vivían en Tetuán, y su entonces decadente caserío abría ventanas de oportunidad para entrar a transformar el territorio, la okupación llegó con fuerza a los barrios del distrito. A la vez, el movimiento desembarcaba en otros sitios alejados del centro, como Quintana o Mostoles. Por otro lado, dentro de Lucha Autónoma –el espacio de coordinación de la Autonomía– nace el Kolectivo Autónomo de Tetuán, protagonista de los próximos párrafos.

Un grupo de okupas, algunos provenientes de Minuesa, entran en el antiguo colegio Rodón, situado en el número 9 de la calle Otamendi. En aquellos años se estaba proyectando la apertura de la calle de Pamplona, que conllevaría un cambio profundo en toda su zona de influencia, y el edificio estaba afectado por dicho plan. La parte de arriba se habilitó como zona de viviendas y en la de abajo se abrió un Centro Social Autogestionado, donde se hicieron, durante los nueve meses que duró la experiencia, charlas, proyecciones, una biblioteca, locales de ensayo o espacios de reunión para grupos organizados, como el propio Kolectivo Autónomo de Tetuán.

El desalojo se produjo por sorpresa el 2 de octubre de 1993, tras un ataque neonazi el día anterior. Esa misma noche se hizo una fiesta y se improvisó una manifestación por el barrio, que acabó con la okupación de nuevas viviendas para los desalojados.

A partir de ese momento, Tetuán se convierte en uno de los espacios por excelencia de la okupación en Madrid, llegando a coincidir 24 casas okupadas. La siguiente se instaló otra vez en un colegio abandonado, en la calle de Cenicientos 14, con algunos de los antiguos inquilinos de Otamendi. Como novedad, la nueva okupa tenía un bar en la planta baja, junto un local en el que se podían reunir los colectivos de la barriada. Mucha gente en el barrio recuerda también la cercana Ortiga, en la equina de las calle Navarra y Goiri, que servía como distribuidora de material alternativo.

Llegamos así a 1994, año en que se produjo una de las okupaciones más históricas de Madrid, la de la panificadora de Villaamil 36. Conocida como Centro Social Autogestionado David Castilla, supondría un paso más en la colección de infraestructuras okupas de Tetuán. Los okupas del Kolectivo Autónomo de Tetuán eligieron el nombre del centro social, donde por primera vez no habría viviendas, en recuerdo a un joven del barrio que se había acercado activamente al grupo y que había muerto poco antes.

En el David Castilla se llevaron a cabo jornadas sobre drogas, mujeres presas, trabajo social en el barrio…También se organizaron una biblioteca, un gimnasio, locales de ensayo, una rampa de skate, un bar o un comedor popular.

El desalojo del David Castilla, que duró dos años, fue especialmente duro, con convocatoria de resistencia, okupas encaramados a los balcones, un andamio montado en el tejado y fotografías con rostros ensangrentados en prensa. Se produjo con ayuda del cuerpo de bomberos, lo que parece ocasionó un debate interno entre los integrantes del servicio público que los llevó a no intervenir más en este tipo de desalojos.

Sobre la relación entre las diferentes casas y los desalojos, momentos críticos para el movimiento, podemos leer en el libro Lucha Autónoma:

“Entre el Kolectivo Autónomo de Tetuán-Centro Social David Castilla y las 12 o 13 Casas Okupadas del barrio, existe una relación difusa pero buena. Los desalojos de las viviendas son uno de los momentos de más estrecha colaboración. Para desalojar una vivienda en la calle Villaamil vino la policía con los bomberos y hubo compañeros que ocuparon el camión de bomberos. Entonces, la policía cargó pero sin bocachas y entonces nosotros aguantamos la carga, fue bastante impresionante. Esa noche, grupos de jóvenes atacan la oficina del INEM de Tetuán y dos cajeros automáticos con cócteles molotov”.

Tras la generalización de los desalojos contundentes de esta y otras okupaciones (como la Guindalera o el antiguo colegio Abraham Lincoln, en Campamento) en el marco del nuevo código penal, la experiencia de okupaciones en los barrios decaerá un poco, ya que la ley castigaba la usurpación con penas de cárcel. Empieza entonces lo que podríamos llamar la era de los grandes centros sociales metropolitanos –los sucesivos Laboratorios, en Lavapiés–, el primero de ellos con una nueva forma de okupar el edificio: se hizo una entrada pública, a plena luz del día, en la que participaron varios cientos de personas.

Ya en la siguiente década, continuaron produciéndose okupaciones, y nunca han cesado. En 2006 nace el CSO KBO, en la gigantesca fábrica de conservas Cabo, abandonada tras su quiebra. Este centro social estaba ubicado en la misma zona industrial del barrio de Estrecho donde han estado también hasta la fecha otras casas okupadas, como La Enre o La KOKO. KBO era un espacio enorme que debía servir para que el movimiento de okupación tuviera un gran escenario donde celebrar conciertos y fiestas con los que financiar las multas y abogados necesarios para afrontar los procesos judiciales derivados de los desalojos. La gestión de un edificio tan grande resulta compleja, vive distintas etapas y es desalojado definitivamente un año y medio después.

En la última etapa de okupaciones podríamos enmarcar La Enredadera, en la calle Anastasio Herrero (desde 2008 hasta este mismo mes) y El COKO La Kondenada (desde 2009), ambas afectadas por un plan especial que permitirá la construcción de pisos en los viejos edificios industriales, dando por finalizada por el momento sus experiencias.

Un vistazo atrás demuestra que la historia reciente del movimiento de okupación en Madrid ha estado muy ligada al distrito de Tetuán, y viceversa. Cabe preguntarse, ¿habrá en el futuro nuevos capítulos que perpetuen esta relación? O, ¿ha sido una experiencia ligada al desarrollo urbano y social del distrito y morirá con este? El tiempo dará perspectiva.

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