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A prueba el Renault Arkana híbrido: cuando el éxito es una cuestión de estilo

Renault Arkana híbrido.

Pedro Urteaga

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Cuando un coche entra por los ojos, y no solo de una persona sino de una legión de ellas, el fabricante que ha tenido la suerte de engendrarlo no puede sino disfrutar de su éxito, y la competencia no tiene otra que resignarse a la realidad y confiar en acertar la siguiente vez. Este es el caso sin duda del Renault Arkana, que -sin entrar de momento en valoración alguna- se ha convertido en un hit prácticamente en un abrir y cerrar de ojos gracias principalmente a la seducción de su diseño.

Lo que suele gustar a la gente de carrocerías SUV cupé como la del Arkana es, en primer lugar, la caída del último tramo del techo, que resta dureza a las líneas de este tipo de vehículos y les confiere mayor dinamismo desde el punto de vista visual. A menudo, estos diseños conllevan varios inconvenientes en lo que a espacio interior y capacidad de carga se refiere, pero muchos están dispuestos a transigir con ellos y, en el caso del modelo de Renault, es cierto que tales incomodidades se presentan en grado mínimo, si se comparan con las de algunos rivales.

A pesar de la forma del techo, en el Arkana no hay problema para que en las plazas traseras se acomoden dos -mejor que tres- adultos de estatura por encima de 1,80 metros; de hecho, flaquea más la anchura del habitáculo que la altura para la cabeza de los pasajeros. En cuestión de espacio para las piernas, se dispone del esperable en un vehículo de 4,57 metros: ni sobra ni falta, aunque en un Kadjar, que es más corto, la sensación de amplitud es mayor debido a sus formas más cuadradas.

En estos asientos posteriores encontramos salidas de ventilación propias, si bien no controles para regular la temperatura, dos tomas USB y un reposabrazos central con dos posavasos. Las butacas no se pueden deslizar a lo largo, como en otros modelos equivalentes, de modo que no cabe utilizar este método para ampliar el espacio de carga o destinarlo a los ocupantes, según las necesidades del momento.

En la versión híbrida E-Tech que hemos probado en días pasados, el maletero cubica 480 litros (33 menos que en la microhíbrida, su única alternativa ahora mismo en la gama) y tiene unas formas muy aprovechables, con más altura hasta la bandeja que la media de su segmento como rasgo destacable.

Como elementos menos conseguidos a este respecto merecen mencionarse uno relacionado con el equipamiento y otro que tiene que ver con el diseño. Este último no es otro que un borde carga muy elevado, que dificulta introducir por ejemplo un carro de la compra cargado, y a ello se une que, cuando el portón está abierto, el asidero queda demasiado alto para las personas bajitas.

En materia de equipamiento, hemos echado de menos unas palancas para abatir los respaldos traseros desde el propio maletero y los ganchos para colgar bolsas, elementos ambos muy comunes hoy en día y que, sin ir más lejos, tiene el Kadjar, pronto sustituido por el Austral.

Hemos conducido la versión E-Tech, full hybrid, del Arkana en su acabado más deportivo, denominado R.S. Line, que luce unos discretos toques distintivos en el exterior, el más llamativo de los cuales es una pincelada roja en las llantas de 18 pulgadas. Más abundantes son los elementos propios en el interior, entre ellos un revestimiento de puertas y salpicadero con apariencia de fibra de carbono, embellecedores en color rojo, volante específico, una franja roja en los cinturones de seguridad y pedales de aluminio. Los asientos, cómodos y que recogen muy bien el cuerpo, presentan una tapicería mixta en cuero, salpicada igualmente de detalles en color rojo, como mandan los cánones de la deportividad.

Al volante de la versión R.S. Line

El Arkana híbrido dispone de 143 caballos que le permiten acelerar de 0 a 100 km/h en 10,8 segundos y pasar de 80 a 120 km/h -lo que simula una maniobra típica de adelantamiento- en algo menos de 9 segundos. Son registros en consonancia con una potencia moderada que se obtiene de sumar el empuje de un motor de gasolina de 94 CV y dos motores eléctricos, de 36 y 15 kW, alimentados por una pequeña batería de 1,2 kWh.

Lo aconsejable con un coche como este, que parece pedir un uso tranquilo, es no descargar demasiado la batería conduciendo de forma agresiva y a una velocidad elevada sostenida, en cuyo caso su capacidad de aceleración se resiente mucho. En una utilización razonable, el Arkana sale con brío de los semáforos, es ágil en general en el tráfico urbano y mantiene bien la velocidad en vías rápidas.

Como les sucede a la mayoría de los modelos híbridos, da lo mejor de sí -en términos de eficiencia- cuando circula por ciudad, pero también nos ha resultado fácil conseguir unos consumos muy reducidos combinando tramos urbanos y de carretera: la cifra media se ha situado por debajo de 5 litros/100 km imprimiendo siempre el ritmo pausado al que antes nos referíamos, y es difícil pasar de los 6 litros/100 km durante un viaje por autopista.

La versión de hibridación suave es sensiblemente más rápida que la full hybrid, en primer lugar porque es 100 kilos más ligera, cambia de apoyo de manera más decidida y balancea menos en las curvas. En cambio, sus consumos no pueden competir con los de su hermana de gama.

En acabado R.S. Line, el Arkana E-Tech tiene un precio de partida de 33.292 euros. El modelo, sin embargo, está disponible con esta tecnología desde 28.903 euros, lo que lo convierte en una de las opciones más asequibles dentro de los cada vez más solicitados SUV cupés. En versión microhíbrida, de 140 CV, está a la venta entre 26.965 y 31.335 euros, y existe una variante más potente (158 CV) que sale por 32.684 euros.

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