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Andrés García Cerdán, poeta: “‘Grunge' limita al norte con la música punk y al sur con la poesía mística”

El autor Andrés García Cerdán

Antonio Aguilar Rodríguez

4 de octubre de 2022 19:17 h

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Profesor, Doctor en Filología Hispánica, especialista en Julio Cortázar, escritor… y rockero. Más que polifacético, Andrés García Cerdán es polipoético, y eso es todo lo que tiene de poli. Grunge, la primera antología temática de su poesía, es un recorrido por la música popular de nuestro tiempo -sus mitos, sus hechizos y su poder-, que acaba de salir en Reino de Cordelia, con prólogo de Agustín Fernández Mallo, y que se presenta en Murcia este sábado 8 de octubre (12h., en Libros Traperos).

Tengo Grunge encima de la mesa. Acabo de comprarlo en la librería, ¿por qué no voy a poder dejar de leerlo?

Este es un libro que se deja leer y que puede ser cerrado de vez en cuando o para siempre. Los derechos del lector son inalienables. También lo son los del libro, que va hablando con nosotros a su manera y que a veces quiere silencio. Otras veces, sin embargo, lo que quiere es ruido. Te levantarás, enchufarás el tocadiscos y pondrás un viejo vinilo de los Ramones donde se oye esa versión fantástica de When I Was Young de The Animals.

Por lo demás, es un libro muy abierto, una especie de firmamento atravesado por cometas y lunas y basura espacial. Aunque no diga, está diciendo: las camisetas que llevamos, el tiempo que se cuela entre nosotros, la amistad con gente a la que no hemos conocido, el amor en todas sus formas animales, la música que escupe a los cielos de Baudelaire… No en vano, un libro es un microcosmos. Allá donde dirijas la mirada encontrarás un trozo de cielo.

La música y la poesía son dos realidades con los límites continuos y difusos. ¿Desde qué orilla hay que mirar este libro?

Como querían Los Enemigos, si estamos en una orilla nos da la sensación de que deberíamos estar en la otra, que es allí donde todo brilla. Esta isla de Grunge limita al norte con la música punk y al sur con la poesía mística. Al este se extiende el territorio de los comedores de caballos, es decir, de los que hicieron de la existencia una obra de arte. Al oeste, las marismas infinitas y los ríos subterráneos del lenguaje. En cualquiera de las orillas desde las que mires te mojas los pies.

Para escribirlo le pedí la lira a Orfeo, que me la prestó después de decirme que era una lira despedazada por las ménades.

Lo Grunge es una actitud, ¿provocadora o contagiosa? ¿O las dos cosas? ¿O ninguna de ellas?

'Grunge' es un gruñido y una tentación. Yo digo que Grunge es amor y no hay nada más contagioso que el amor ni nada más provocador que el amor. Si echamos un vistazo al mundo en que vivimos, estos gritos de rebeldía o de placer adquieren la apariencia del último unicornio.

Curiosamente, en Grunge hay una parte que no sorprende a nadie, es decir, es un libro totalmente Andrés García Cerdán. ¿Crees que te define este libro o sólo define a ese autor diacrónico que suele aparecer en las antologías?

Esta es una sección vertical -a lo Juarroz- de lo que he ido escribiendo desde los años noventa. Me viene la imagen de una roca viva, de un acantilado al aire, con sus vetas y sus matices y con esa escritura enigmática que el mar deja al romperse en la costa, con sus huecos y sus símbolos de nadie. Gemología y prospección mineral. Estos poemas son una veta que va y viene, se pierde y reaparece, en mil colores distintos, en los dedos del escalador, en mi literatura. Para mí la música -el grunge, en particular- es siempre una revelación, un cobijo contra toda tormenta. Con esa naturalidad aparece en mis libros. Es algo generacional, creo.

¿Qué versos de Grunge contarías mientras el mundo se acaba?

Tal vez los versos con que comienza “Dinamita”:

Nietzsche y Bon Scott lo proclaman: Soy

dinamita. No solo

lo dicen: son sus cuerpos la violencia

que viene del principio de los tiempos

arrasándolo todo.

También yo he sentido en esta carne

el ímpetu narcótico de las palabras que revientan

y te convierten en fragmentos

de una inmensa explosión

a la que sucede una inmensa calma.

Si alguna vez las ondas expansivas

del amor me abrazaron,

antes me hirieron los relámpagos

que hacen crujir la noche.

Sobre mis labios, una y otra vez,

se precipitan las montañas:

no hay forma de parar este derrumbe.

La última pregunta. Esa pregunta que te hubiera gustado que alguien te hiciera a propósito de este libro y no te han hecho.

¿Es necesario este libro? No, no es necesario. Pero es tan chulo, con su portada de Carlota Pereiro, con la edición preciosa de Reino de Cordelia, con el prólogo de Agustín Fernández-Mallo, con su play list final, que uno no se puede contener.

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