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Artistas en pandemia

Araceli Reverte: “Es bueno romper para mejorar”

La artista Araceli Reverte

José Alberto Bernardeau

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Imaginar, pintar, sentir, recrearse en el trabajo… y, si llega el caso, “es bueno romper para mejorar”, así es al menos como dice hacer Araceli Reverte en su estudio de La Alberca; y en su casa también, en el mismo pueblo al pie de la sierra, recluida en tiempos de pandemia.

Aunque la catarsis a la que somete su obra no es una actitud sobrevenida, pues es habitual en ella, durante el sobresalto vírico, a mayor producción, más sacrificios, más inmolaciones para ¿poder leer de las cenizas? Así lo asegura.

“Siempre he sido ermitaña y ahora lo soy más” dice para no dejar dudas que el confinamiento sólo fue un paso más para encerrarse, aunque señala que durante la clausura a su pintura acudieron subrepticiamente más tonos grises que nunca antes. Su explicación: “Siempre he pintado sobre manchas, nunca sobre blanco, una capa encima de otra, y si se acumulan ésas surgen los grises”. A la vista de los últimos trabajos, lo cierto es que entre esas manchas neutras estallan las luces, concediendo a los sombreados un vigor que no tendrían per se.

Y llegó la pandemia y los colores fueron cobrando vida propia al mismo tiempo que la imaginación se desataba. Ésta y otras circunstancias la alentaron a dejar el estudio y recogerse en su casa, más en lo alto de la pedanía murciana, junto a la montaña. Desde su balcón se ve la huerta y ello le invitó a pintar el paisaje en directo; y, después, más paisajes, incluso marinas, realizado todo con gran rapidez, dejando desbordarse los colores de las acuarelas.

¿La abstracción? “No lo creo –responde- por lo menos me resisto”. En el cuadro que acompaña este artículo, las abstracciones son sin embargo evidentes, así como la voluntad de captar el momento; los difuminados tratan de borrar referencias a la realidad intemporal y la indefinición de lo identificable no parece sino reafirmarlo.

Y de nuevo a seguir rompiendo, también a esconder lienzos y papeles para, tal vez, redescubrirlos y sopesar la obra de otros momentos, algo así como “una forma de exigirme ante lo ya realizado”. En casa el ordenador fue la tentación, pero asimismo una forma de ver lo que hacen otros, artistas muchos de ellos que se han encontrado en la misma situación y han optado por crear tutoriales de pintura.

La cara más amarga fue dejar de ir a las exposiciones, aparcar la vida social, así como ciertos temores para no contagiar a la familia, dado el caso. “Me he olvidado de hablar”, aunque siempre queda entablar conversación “con el perro, el canario, la lavadora, la secadora…” Claro que también el hogar ofrece sus alicientes, por ejemplo, para de una vez por todas aprender a hacer pan, masa madre, espelta, integrales de todo tipo“.

Ahora ha retornado al estudio. “Y vuelves y qué, con esa sensación de tristeza por el abandono en que quedó”. Pero hay que retomar el trabajo y lo ha orientado hacia la figura humana, al retrato y, sí, también al autorretrato.

¿Algo significativo que recordar“? ”No gracias, mejor olvidar“. Araceli prefiere evocar buenos tiempos, como cuando se encerró a pintar las imágenes de Salzillo, frente a la potencia anatómica del cuerpo humano, ”y sin que se mueva“; y esa elegancia de San Juan…observada en silencio.

¿Algo bueno con la pandemia? “Un nieto, el primero”. Y ahora reanudar proyectos dejados a un lado, alguna exposición suspendida. Y pintar del natural, nada de fotos.

Por cierto, Araceli nació en Lima en 1964, y por casualidad, siempre que por casual se entienda que sus padres, ambos españoles, la engendraran y vieran nacer allí. A los siete años, se la trajeron de vuelta a España, y aquí piensa seguir.

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