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Fulgencio M. Lax, dramaturgo: “Los grandes personajes del teatro de Occidente son mujeres”

El dramaturgo Fulgencio M. Lax

José Antonio Fuentes

Murcia —

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El próximo sábado 23 de febrero se presenta en el Teatro Romea de Murcia, `Háblame´. Una obra del dramaturgo murciano Fulgencio M. Lax, producida por la compañía también murciana, Alquibla, y protagonizada por María Garralón (Julia en `Verano azul´).

A sus 57 años, M. Lax, casado y con dos hijos, es profesor de dramaturgia en la ESAD (Escuela Superior de Arte Dramático), presidente de DREM (Dramaturgos de la Región de Murcia) y acumula una extensa producción literaria. Su dramaturgia del “compromiso social y no mirar hacia otro lado” encuentra en `Háblame´ una nueva dimensión. La expresión literaria del poder sanador de la ternura.

Seguro de sí mismo, con aspecto de tío duro curtido por los años, M. Lax se muestra afable y risueño durante la entrevista. Reconoce que el paso del tiempo, hasta los momentos más difíciles, ha venido a generar riqueza emocional. En la náutica y la navegación encontró otra de sus grandes pasiones. Una afición que cristalizó en la creación de una escuela de vela a orillas del mar Menor que aún perdura.

Hace más de veinte años, tras una catarsis que le llevó a quemar, literalmente, toda su producción literaria anterior, escribió `Oliverio, un héroe cruzando el parque´ (1995) que inaguró una nueva y apasionada forma de entender la dramaturgia.

¿En qué momento te decidiste por la escritura dramática?

Me acerco al teatro por el placer de vivir las historias, de reconstruirlas en vivo. Esa fue mi primera sensación antes incluso de iniciar unos estudios universitarios que empecé tarde, con 23 años.

Solía ir al teatro solo porque mi pandilla no era muy teatrera. Al conjugar lo que escribía en silencio, en la intimidad de mi habitación, con las sensaciones intensas experimentadas en el teatro surgieron los primeros textos dramáticos muy sencillos e ingenuos.

Al terminar Filología me dediqué por completo a otra cosa. Estuve cinco años trabajando en una compañía de seguros, aunque no me desvinculé del teatro. Entre otras cosas, gracias a dos grandes amigos, Concha Lavella y César Bernal. Hasta que en 1992 entré en la ESAD como profesor interino de Dramaturgia.

Dices que empezaste los estudios universitarios tarde, ¿por qué?

Tenía otros planes y no tenía muy claro lo que quería hacer. Me gustaba escribir y pintar. Viajé por Europa. Conocí gente muy interesante que me marcó mucho. En el año 1984, después de una larga estancia en París, decidí matricularme en la universidad y estudiar Filología Hispánica. Otra de mis grandes pasiones ha sido la náutica, la navegación. Tengo amigos, como Rafael de Paz, con los que he compartido grandes y largos proyectos de vida.

¿Travesías?

No, travesías cortas. Hoy por hoy navego cuando mis grandes amigos me invitan. Desarrollamos un proyecto muy bonito de escuela de vela en Santiago de la Ribera. Ahora se llama escuela de vela Socaire, un proyecto que tiene más de 30 años y continua vivo.

Adentrándonos en tu último texto teatral, `Háblame´, hay un espejo que me parece un signo muy potente. Refleja la frustración y la falta de expectativas de muchos jóvenes, el cansancio de los maduros y el miedo y lo que queda en las personas ancianas. ¿Qué ve Fulgencio M. Lax cuando se mira en el espejo?

Veo arrugas en sentido real y metafórico. Arrugas marcadas por extraordinarios momentos de felicidad y aciertos. Aciertos son los amigos que me rodean. Mi mujer, Paca Díaz, que es el bastión fuerte que me empuja y anima. La lucha con mis hijos que, hasta los momentos difíciles, se han convertido en momentos de felicidad al verlos encontrar su camino. Las etapas más duras de mi vida las he vivido como momentos de éxito porque han venido a enriquecer. Esto lo puedo decir ahora, con 20 años no lo veía igual.

En los últimos premios Goya la actriz murciana, Eva Llorach, reivindicó papeles protagonistas en cine y teatro para mujeres mayores de 40 años. Adela, protagonista de `Háblame´, es un papel escrito para una actriz de edad avanzada. ¿Tu dramaturgia es feminista?

No pienso en esas claves. Pero si hago un repaso de mi obra puedo ver que es muy feminista. Las mujeres son poderosas. En el ciclo de la muerte siempre aparece la mujer, la madre, la enamorada. Son mujeres fuertes, sensibles, aguerridas, duras. Los grandes personajes del teatro de Occidente son mujeres. Ni siquiera Hamlet le llega en humanidad y en profundidad al dolor que sufre Ofelia. Ni el dolor de Edipo puede compararse al de Yocasta.

En `Háblame´ triunfa la sabiduría, el conocimiento, la experiencia y, sobre todo, la ternura. Todo esto encarnado en una mujer, Adela, abuela de Javier. Un joven atormentado y sumido en la oscuridad al que su abuela trata de ayudar. Recuerdo a mis abuelas con un gran poder de sanación.

Ese poder sanador de la ternura que asocias al mundo femenino e intrafamiliar y que tan bien reflejas en tu obra ¿es extrapolable a ámbitos laborales y al mundo masculino?

Sí, por supuesto. `Háblame´ es el resultado de un camino. Personalmente, me incomodan los abrazos. Siento una envidian tremenda de ver cómo mis alumnos se abrazan tanto. Reconozco que cuando alguien me abraza es como si me tragara una espada, me pongo muy rígido.

Sin embargo, he aprendido de mis alumnos que tan importantes son los conocimientos impartidos como la confianza que estableces con ellos. Cada vez que miro más allá del cuaderno de trabajo de mis alumnos y comprendo sus dificultades, sus miedos y sus deseos los resultados artísticos y humanos ganan en todos los sentidos y también me siento mejor conmigo mismo.

Para mi generación María Garralón, protagonista en `Háblame´, siempre será Julia la de `Verano azul´. ¿Qué aporta María al personaje de Adela?

Todo el reparto es un gran acierto y María es un encanto de persona. Cuando escribí el texto tenía sus voces presentes ya que conocía cual sería el reparto y eso me ayudó mucho. María Garralón es una primerísima actriz del cine y el teatro español. Al personaje de Adela ha aportado una experiencia extraordinaria.

Recuerdo el primer ensayo en una sala pequeña de Madrid. Fue una gran lección de crecimiento y aprendizaje ver trabajar a María durante el proceso de creación y registrar los matices y apreciaciones que hizo para enriquecer el texto. Además, María está entusiasmada con el papel de Adela.

Como profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, ¿Qué aspectos del amplio abanico de lo que hoy en día se puede encontrar englobado en la palabra teatro interesan más a las nuevas generaciones de estudiantes?

Estos últimos años tenemos unos alumnos extraordinarios. Estamos ante un nuevo tipo de actor que exige y apunta hacia un nuevo teatro. Las nuevas tecnologías, los audiovisuales y la rapidez con la que se comunican les dota de una visión muy plástica de la realidad. Aspectos físicos del actor como el cuerpo o el movimiento establecen nuevas relaciones con el pensamiento y la palabra.

Posiblemente sea una generación menos leída, con menos cultura de biblioteca, pero tienen una cultura emocional y unas vivencias que con su juventud nosotros no teníamos. Eso les permite desarrollar unas competencias útiles para el mundo al que se van a enfrentar.

Recuerdo que mis profesores nos acusaban de leer poco. Entonces, pensaba: “¿Cómo voy a leer poco si paso 24 horas al día leyendo?”. Nosotros ahora también acusamos a los jóvenes de leer poco. Es una generación muy rica en un tipo de cultura que mi generación desecha.

También eres presidente de DREM (primera asociación en Murcia de dramaturgos). ¿Conoces algún dramaturgo que viva de su oficio?

En exclusividad no, ni en Murcia ni en España… Es complicado. Ni siquiera los grandes dramaturgos como Juan Mayorga o Angélica Liddell. Lo compaginan con otros oficios teatrales.

Murcia es una ciudad pequeña, pero porcentualmente tenemos dramaturgos muy interesantes. Están haciendo trabajos extraordinarios que desgraciadamente se ven más fuera que en nuestra propia Región. En Murcia, generalmente, tienen cabida en microteatro o producciones pequeñas. Ahora mismo se están escribiendo textos muy importantes y los veremos enseguida. Con la editorial Tres Fronteras hemos abierto una línea de edición que recoge textos de dramaturgos murcianos para favorecer su divulgación y visibilidad.

Desde diferentes asociaciones teatrales afirmáis que el sector teatral de la Región de Murcia está más unido que nunca. Un estudiante, un artista callejero, un artista o compañía escénica sin posibilidad de mantener una estructura empresarial, ¿encuentra cobijo en estas asociaciones?

En DREM, sin ningún problema. Lo cierto es que hay un teatro profesional y otro de aficionados. Cuando un artista entra en el terreno de lo económico lo hace en las mismas condiciones que un droguero. Esa realidad no la impone el sector, la impone Hacienda. Hay compañías y artistas que arriesgan. Arriesgan su patrimonio para abordar un determinado proyecto amparado en la fiscalidad vigente.

Las compañías que hoy arriesgan su patrimonio, posiblemente, hace años no tenían mucho que arriesgar al igual que otros artistas con menos recorrido en la actualidad

Yo soy partidario de que nadie se quede fuera. Pero no soy partidario de que un artista esté empezando durante 15 años. Llega un momento que tienes que tomar una decisión. Las autoridades políticas deben generar ayudas para las personas que están empezando y les cuesta dar el salto a la profesionalización. El teatro aficionado es un teatro maravilloso que nosotros mismos muchas veces hemos intoxicado.

En DREM la cuota de socio es muy pequeña para que nadie se quedara fuera. Pero aún así nadie se queda fuera de DREM por no tener dinero.

¿Cuál es el estado del teatro aficionado en Murcia?

Hay grupos de teatro aficionado en la Región de Murcia espléndidos. Un buen ejemplo de todos ellos es el que se hace en Pozo Estrecho. Lo he vivido muy de cerca. Es un teatro de barrio, un teatro local que se hace por y para los vecinos y moviliza a muchas familias. Un teatro intergeneracional. Hay gente que ensaya a partir de las ocho de la tarde cuando salen de trabajar y hacen funciones los días que no trabajan.

`Háblame´ es un espectáculo producido por una compañía murciana, Alquibla, estrenada en Valladolid el 25 de noviembre y parece que con una gran proyección fuera del ámbito regional. ¿Las compañías murcianas son competitivas en el mercado nacional?

No competimos en igualdad de condiciones. Mientras el teatro vasco, por ejemplo, goza de unos apoyos extraordinarios dentro y fuera, en Murcia no los tenemos ni dentro ni fuera. Hasta el año pasado las producciones de las compañías iban a pecho descubierto. La crisis se ha cargado prácticamente el sector. Aunque afortunadamente esto está cambiando.

Me siento privilegiado de que Alquibla haya asumido este proyecto porque es una garantía. Trascendiendo las cuestiones de amistad que me unen a Esperanza Clares y Antonio Saura, si alguien en Murcia sabe de teatro, de producción y gestión teatral son ellos. Hay un teatro que se estudia en los libros, otro que se ve en los escenarios y está la lucha diaria para levantar el telón. Un arduo proceso de aprendizaje que Alquibla ha acumulado durante las últimas décadas.

Yo escribo, hago mi trabajo, y pongo el texto encima de la mesa. Pero a veces los textos mueren en la primera función. Como me ocurrió con `El vendedor´. Estar producido por Alquibla es una garantía en cuanto a la gestión y nivel de exhibición. Además hacía mucho tiempo que no me sentía tan cuidado. Me llevan entre algodones, con un cariño que en ocasiones incluso me genera pudor.

Bueno, practican la ternura

Sí (risas), la recibo.

¿Qué nuevos proyectos tienes en mente?

Cuando no escribo teatro, escribo cuentos y dibujo. Estoy trabajando un texto relacionado con el bulling. Y otro que tiene que ver con la inmigración.

A quién le dirías hoy: Háblame

Lo que le pediría a mi interlocutor es paciencia. En muchas conversaciones estamos desando que el otro termine para decir lo que nosotros pensamos. Necesitamos paciencia y mucha comprensión, sobre todo en momentos difíciles. La ternura tiene algo muy importante que es la generosidad a la hora de comprender. Generosidad de no querer imponer la razón sino sumarte a la razón del otro. Necesitamos hablarnos para comprendernos.

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