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Javier Lacomba Tamarit, escritor: “Escribir una ucronía exige mucha coherencia e investigación histórica”

Javier Lacomba Tamarit, escritor: “Escribir una ucronía exige mucha coherencia e investigación histórica”

José Miguel Vilar-Bou

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“El cuarto disparo” (Ediciones Babylon) es la novela debut de Javier Lacomba Tamarit. El autor ha invertido dos años y medio en la escritura de esta ucronía en la que el presidente Kennedy sobrevive al atentado de Dallas pero su esposa Jacqueline muere, lo que lleva a un radical viraje en la política del presidente. En este 1963 alternativo se despliega una trama policial y periodística tras la pista del Apache, un asesino en serie, que se asoma a las cloacas de Hollywood. Todo ello con sabor a James Elroy y a los “What If” de Marvel. Javier Lacomba Tamarit es, además de escritor, abogado especializado en derecho literario y propiedad intelectual, asuntos a cuya difusión dedica un blog. Es también monitor de zumba y practica boxeo.

Para tu primera novela te metes nada menos que en el berenjenal de la política ficción.

La gente, cuando hablas de ucronías, se piensa que, como te estás inventando los hechos porque son alternativos, es fácil. Y es al contrario: Es lo más complicado porque te tienes que empapar de la historia tal como ocurrió para escribir algo coherente. Hay una disciplina dentro de la Historia que es la historia contrafactual y que precisamente trata de esto: De estudiar lo que hubiese podido pasar. Y te obliga a ser muy coherente con los hechos reales. Para “El cuarto disparo” yo me baso en el discurso que Kennedy no llegó a pronunciar en Dallas el día en que fue asesinado. Una de las cosas que planeaba decir era: “Somos, por destino más que por convicción, los guardianes de la seguridad mundial”. Hay elementos que dejan entrever que él, con un catalizador adecuado, podía haber tomado la deriva política que toma en la novela.

Y el catalizador que utilizas es que, en vez de él, en el atentado muere su esposa Jacqueline. Lo cierto es que la de Kennedy es una presidencia que siempre se ha tendido a mitificar.

Fue un buen presidente, aunque más de gestos y discursos que de hechos. Por ejemplo, fue capaz de enviar a la Guardia Nacional para escoltar al primer estudiante afroamericano de la Universidad de Mississippi, pero no hubo cambios legislativos contra la segregación racial durante sus tres años de mandato. Fue Lyndon Johnson quien los hizo después. Además fue un presidente errático, de personalidad cambiante, con traspiés como el de Bahía de Cochinos. Muchos lo consideraban un líder poco fiable.

Tu novela refleja el peso que tienen los sentimientos en la política.

Los políticos no dejan de ser personas y, como tales, están atadas a una racionalidad, pero también a unos sentimientos, una experiencia y una forma de enfrentar las cosas. Por mucho que tengan asesores, son seres humanos que al final deciden por medio de su fuero interno.

Seguro que te habrás hecho tu teoría sobre quién mató a Kennedy.

Sí, y no tiene por qué coincidir con lo que aparece en la novela, que es una ficción. No apuesto ni por la teoría del pistolero solitario ni por la de la megaconspiración, sino más bien por la de la concertación. Me explico: Uno de los elementos en que se basa la teoría de la conspiración es en que es muy probable que hubiera dos tiradores. De hecho resulta muy complicado que el asesinato de Kennedy lo ejecutase una sola persona. Lo que no entiendo es por qué, aceptado esto, se tiene que concluir que la CIA, el FBI o la mafia estuviesen implicadas. Pudo ser simplemente la concertación de dos personas. Y mis dos sospechosos, aunque es muy difícil que sepamos nunca lo que ocurrió de verdad, son Lee Harvey Oswald y Jack Ruby. Y que Ruby mató a Oswald para silenciar a su cómplice. Hay elementos que hacen sospechar que se conocían.

La deriva autoritaria que planteas en los EE.UU. de los años 60 parece muy plausible en el mundo actual.

Todo es cíclico. Cuando una sociedad se ve conmocionada por un acontecimiento catárquico, dramático, la gente tiende a dar mayor maniobrabilidad a los gobernantes para actuar. Un ejemplo es el 11-S, cuando la sociedad norteamericana asumió que la seguridad debía primar sobre la libertad. En “El cuarto disparo” ese elemento catárquico es el asesinato de la primera dama.

La novela habrá llevado mucho trabajo de documentación.

Sí, aunque también te digo que mi técnica para que la documentación no ralentice la historia consiste en escribir el primer borrador con la documentación mínima, y en la siguiente reescritura sí trabajo esa parte a fondo. No soy de los que pasan meses documentándose antes de escribir la primera línea. Al fin y al cabo, Annie va a ser Annie me documente o no. Y lo mismo el Apache y resto de personajes, e igualmente las tramas.

¿Te costó mucho encontrar un editor para tu historia?

Dos años y medio y muchas negativas. El principal problema con el que me encontré es que a ciertos editores les resultaba complicado que un autor español escribiese una novela sobre Estados Unidos en los 60. Precisamente ahora trabajo en un “thriller” que se desarrolla entre Valencia y San Sebastián, pero no porque así me sea más fácil publicar, sino porque es lo que me llama escribir en este momento.

Ejerces como abogado especializado en derecho literario y propiedad intelectual. ¿Cuáles son los principales problemas que se encuentran los escritores que acuden a ti?

Para empezar, no se concibe que lo que no admitirías en tu trabajo sí lo admitas como escritor: Tú no tolerarías que, en una entrevista, una empresa te diga: “Es usted el mejor candidato, está contratado, pero en vez de pagarle, nos va a pagar usted a nosotros los cortes de la empresa”.

Hablamos de la autoedición.

No, de la autoedición encubierta, porque tú puedes contratar una empresa de servicios editoriales para que te haga el libro: Asumes los costes, pero los beneficios de las ventas son para ti y no das cuentas a nadie. Lo que es inadmisible es que un autor no sólo pague 3.000 euros por una edición de cien ejemplares que ni se distribuyen, que se los acaba quedando él, que encima ceda los derechos, lo que le impide publicar el libro con otra editorial, y que, además de todo, la editorial se quede con el 50% de la venta de cada ejemplar. Eso hay que cambiarlo, hay que concienciarse: Tú cedes a la editorial los derechos de explotación de tu obra a cambio de una remuneración, con lo que debe haber siempre un pago. No puede ser que el escritor costee la edición. Es el principal problema que me encuentro: escritores que firman contratos abusivos y nulos, pero, por nulos que sean, ya hay que combatirlos judicialmente. Por eso es mejor concienciar antes de que suceda.

Es algo que ha proliferado en los últimos años.

Muchísimo. Se reproducen igual que vampiros (ríe). La única manera de combatirlo es que la gente se dé cuenta, porque juegan con la ilusión de las personas. Te dicen: “Es que se hace así y, si no, nadie te va a publicar porque eres un autor novel y nosotros estamos apostando por ti”. Y muchos firman creyendo que es la única manera. Y, claro, es una experiencia mala que a algunos los lleva a no volver a acercarse a un procesador de textos, además de a perder el dinero.

¿A qué otras cosas debe estar atento un escritor cuando firma un contrato?

Debe ser consciente de que está cediendo los derechos de explotación de su obra escrita, sea en forma de libro, ebook, audiolibro… Pero lo que nunca puede ceder en el mismo contrato son transformaciones de la obra. Ahora es muy habitual, y es ilegal, incluir la cesión de adaptaciones audiovisuales, e incluso traducciones. La traducción se debe hacer en contrato aparte.

No me resisto a preguntarte: Eres instructor de zumba.

Bueno, doy una clase a la semana y algún máster, para compaginarlo con el resto de cosas de mi vida. También hago boxeo. Me gusta el deporte. No soy muy de meditar, sentarme con las piernas cruzadas… No tengo paciencia. El boxeo es mi meditación.

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