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Entrevista
Director del documental 'Food for Profit'

Pablo D'Ambrosi: “Que en Europa no haya una definición legal de las macrogranjas es un regalo para el lobby”

El director del documental 'Food for Profit', Pablo D'Ambrosi, posa en la playa del Mar Menor de Los Urrutias (Cartagena) junto a la escultura de la 'virgen del agua asquerosa' del artista italiano Federico Soffiato. (05/06/2024)

Álvaro García Sánchez

Cartagena —
7 de junio de 2024 06:00 h

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La primera vez que el cineasta Pablo D’Ambrosi (Milán, 1981) pisó las orillas del Mar Menor, allá por el mes de agosto del año 2022, sufrió “un verdadero shock”. Había llegado a la Región de Murcia junto con la periodista italiana Giulia Innocenzi -ambos codirectores del documental ‘Food for Profit’- para visitar y filmar varias macrogranjas de cerdos de la zona y denunciar ante ellas sus prácticas abusivas contra los animales. Murcia era una parada más de un viaje que recorrió instalaciones de ganadería intensiva de buena parte de Europa. Su objetivo era contar a todo el mundo que la carne que llega a nuestros platos viene precedida de un sinfín de prácticas dudosas. Acabaron encontrándose, sin esperarlo, con un desastre ambiental sin precedentes.

“Nunca nos imaginamos que todas esas granjas -la mayoría del municipio de Fuente Álamo- que veníamos a denunciar contribuirían a la contaminación de esta laguna, con la cantidad exagerada de nitratos que se infiltran en el terreno y con las aguas fecales de los cerdos que van a parar al mar. Entonces buscamos información y vimos imágenes de miles de peces muertos”, explica ahora D’Ambrosi, que recibe a elDiario.es metiendo lentamente los pies en la tranquila playa de Los Urrutias, en Cartagena, bajo el sol de la mañana de junio. “Dos años después, veo que todo sigue igual”, señala. “Y es una pena”.

El filme ‘Food for Profit’ es el resultado de una pormenorizada investigación periodística que destapa los opacos vínculos que relacionan el Parlamento Europeo con la desmedida industria de la ganadería. Un total de 387 mil millones de euros de la Política Agraria Común (PAC) europea van a parar a macrogranjas que “incumplen” leyes de bienestar animal comunitarias y nacionales y profundos límites éticos. La cinta ya ha removido conciencias en su Italia natal. Cuenta D’Ambrosi que lleva ya 15 semanas consecutivas en la cartelera de los cines transalpinos. Durante seis estuvo entre las diez películas más vistas del país. “Eso es casi un milagro para un documental”, explica, avanzando poco a poco en el agua del Mar Menor.

‘Food for Profit’ se presenta de forma oficial en cines de toda España este 7 de junio. Dos días antes de las elecciones europeas del 9J. D’Ambrosi ha acudido de nuevo a la Región a presentarla en sociedad. Y a dejar un regalo: la escultura biodegradable de una virgen, ‘la del agua asquerosa’ -traducción del italiano-, obra del artista Federico Soffiato. La virgen tiene en brazos a un niño Jesús, pero ésta, preocupada por él y por el lugar donde se encuentran, le coloca los dedos en torno a la nariz para impedirle aspirar el olor pestilente. Es un gesto muy repetido entre los vecinos de la localidad ribereña. 

El escultor la coloca en medio del agua, a unos treinta metros de la orilla. D’Ambrosi se aproxima a ella, caminando a tientas entre el fango viscoso que le hunde los pies, y que está provocado, en gran parte, por la acumulación de nutrientes a consecuencia de los vertidos de las empresas agrícolas y ganaderas que él denuncia en la cinta.

Posando junto a la escultura, que está hecha a base de yuca, recuerda, con una expresión de severa repugnancia, la experiencia que se llevó de las macrogranjas murcianas. Todas a las que acudieron, ubicadas algunas también en Lorca, están regadas, dice, con decenas de miles de euros de subvenciones europeas.

Cuenta D’Ambrosi que, en los meses anteriores a su visita, varios periodistas anónimos se hicieron pasar por trabajadores ganaderos para conseguir un contrato en las granjas y poder grabar, así, imágenes de forma oculta. Lo que vieron en ellas fue descorazonador. Cerdos atosigados, sin espacio, viviendo en habitáculos con condiciones insalubres; o agonizando en el suelo, retorcidos de dolor; montañas enormes de purines acumulados a la intemperie durante años; balsas de aguas fecales desprotegidas, en medio de la tierra, penetrando y contaminando el acuífero cuaternario de la laguna salada. 

“Son situaciones que la gente lleva mucho tiempo denunciando. Pero no se hace nada por solucionarlas. Vimos una cantidad de maltrato animal exagerada, vimos un desperdicio inhumano de agua, todo con la complicidad y el dinero de los gobiernos”, explica el cineasta. 

Dejar cerdos agonizando sin tratarlos “adecuada e inmediatamente” está prohibido por la Directiva 98/58 del Consejo Europeo. La imagen del cerdo muriéndose entre excrementos, sin que nadie intervenga, se repite como una cuchillada en varias fases de la película. En la Región de Murcia hay casi dos millones de cerdos que viven hacinados en macrogranjas, según cifras de la consejería de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca. Hay más cerdos que personas. La de porcino supone el 83% de la producción de carne regional. Se trata de una contribución al PIB autonómico de entre el 2 y el 2,5%. Su mantenimiento deja cada año casi cuatro millones de metros cúbicos de aguas residuales de purines. Después de los animales, el ecosistema del Mar Menor es el gran damnificado.

“El ser humano puede llegar a convertirse en un monstruo”

D’Ambrosi sale de la laguna y, sentado en la arena de la playa, se seca los pies con una toalla. “Pero no solo hubo periodistas infiltrados en granjas murcianas”, cuenta. Repitieron la táctica en industrias ganaderas de Italia, Alemania, Polonia o Bélgica. Todas comparten algo en común: reciben dinero de subsidios de la PAC. “Cuando recogimos todas las imágenes clandestinas lo tuvimos claro: teníamos que montar un documental que no solo hablase del maltrato animal, sino también de problemas como la inmunidad hacia los antibióticos, el cambio climático, la contaminación, las modificaciones genéticas y la explotación laboral”. Y que contara que todo ello está estrechamente conectado, asevera el director, con el beneplácito del Parlamento en Bruselas.

Así fueron recorriendo de un país a otro, Pablo D’Ambrosi y Giulia Innocenzi, con imágenes impactantes como las de Murcia, para rendir cuentas a los responsables de todas esas atrocidades. Les iban enseñando los fotogramas de sus propias granjas y ningún ganadero los reconocía. Se ponían nerviosos y amenazaban con llamar a la policía. Aparecían trabajadores visiblemente alterados y ejercían una presión con tintes violentos para que los periodistas se marcharan.

Pero la crueldad de las imágenes habla por sí sola. No les era necesario ningún testimonio de reconocimiento. Millones de pollos asfixiados en una granja cercana a Venecia, matados a palos con una vara metálica si no cumplen el peso ideal para ser comercializados, tan cebados los que sí merecen seguir viviendo que las patas no pueden sostener el peso inmenso de sus cuerpos y se les rompen. Vacas creciendo en cobertizos que no han sido limpiados nunca para ahorrar costes en una factoría lechera de Alemania, jugándose una infección a cada segundo, o ya enfermas de mastitis, siendo golpeadas violentamente sin ningún tipo de razón, sufriendo pinchazos de jeringuillas con antibióticos que les retuercen de dolor y les provocan agudos gemidos de desesperación.

“Todo lo que vimos es muy fuerte”, explica D’Ambrosi, “pero así está montado el sistema productivo. Lo único que importa es producir más y más. El animal es solo un objeto para ganar dinero. No importa su salud. El ser humano puede llegar a convertirse en un monstruo, en un sociópata. No muestra empatía por nada. Ni por los animales, ni tampoco por las personas, por su salud o el medio ambiente. Solo quiere beneficio económico”. El cineasta opina que Europa, mediante la permisión de esta realidad, busca afianzar una posición de poder competitivo ante los abismales mercados cárnicos de Estados Unidos y China.

Antibióticos, contaminación y explotación laboral por dinero

Todo está conectado en ‘Food for Profit’. Se utilizan tantos antibióticos en los animales para evitar que éstos contraigan enfermedades y, así, eludir gastos en tratamientos médicos. Sin saber muy bien por qué, sus inoculaciones también les engordan. “Pero está ocasionando un problema muy serio”, advierte el director italiano a este respecto. Inyectar tantos antibióticos provoca que las bacterias se acaben inmunizando. Al consumir esa carne, los seres humanos adquieren indirectamente todos esos medicamentos. “Hay médicos que vaticinan que, en cuestión de 20 años, la ineficacia de los antibióticos puede ser la primera causa de muerte en seres humanos. En el mundo hay 70 mil millones de animales en macrogranjas, y la mayoría los toma casi cada día”, apunta D’Ambrosi.

La película retrata localidades en Polonia que conviven con granjas avícolas que llevan décadas provocando graves problemas de contaminación ambiental en el aire, en el agua y en los suelos. Según un dato arrojado en la cinta, más de 500.000 personas mueren cada año en el mundo a causa de las emisiones de la ganadería. “Vivir junto a macrogranjas es horrible”, explica el cineasta. “Llegan a los pueblos con promesas bajo el brazo de trabajo y prosperidad, pero la realidad acaba siendo totalmente opuesta. El olor es insoportable, de todos los gases que expulsa su actividad, y en ellas suelen trabajar muy pocas personas, dos o tres, y todas migrantes, que cobran muy poco dinero”.

D’Ambrosi e Innocenzi se encontraron en Italia y Alemania con situaciones de verdadera esclavitud laboral. Personas sin papeles que malvivían en cuartuchos enanos, que cobraban en negro, que ni siquiera podían ponerse enfermas porque se arriesgaban a ser despedidas. “Al final todo redunda en lo mismo. Pagar lo mínimo a los trabajadores, reducirles derechos y obligarles a trabajar casi todo el día para generar más margen de beneficio”.

Políticos y lobbystas, al descubierto

A fin de cuentas, quien permite todo lo que ‘Food for Profit’ saca a la palestra no se encuentra trabajando junto a los animales, vestido con ropas impermeables y soportando la suciedad y el mal olor, sino en despachos de Bruselas limpios y ordenados, recorriendo día tras día los entresijos de la Eurocámara. La cinta sitúa el foco sobre políticos y lobbys de presión. Entre ambos estamentos hubo también infiltrados del documental que lograron grabar conversaciones ocultas para después ponerlos en evidencia.

“Las decisiones en Europa no son tomadas de manera transparente”, explica D’Ambrosi. “Lo que denunciamos en el filme es el poder impresionante que tiene el lobby de la carne en el continente. En los años 80 solamente había en torno a 700 lobbystas en Bruselas. Ahora hay 25.000”, enumera. “Los lobbystas gobiernan en Europa. Pero los ciudadanos no lo saben”, relata.

Los grandes lobbys de las industrias ganaderas y agrícolas ponen toda la maquinaria a disposición de su propio relato: compran a científicos y políticos para que éstos defiendan con uñas y dientes lo que hacen. En la Región de Murcia sucede algo similar con la Fundación Ingenio. Un infiltrado en Bruselas grabó conversaciones privadas con reputados científicos que veían con buenos ojos comenzar proyectos de mutación genética en algunas especies animales con el objetivo de abaratar aún más los costes de producción: que los pollos nazcan sin plumas, que los cerdos tengan seis patas para obtener seis jamones por pieza. 

Se filmaron charlas sonrojantes con grandes políticos del lobby cárnico, como el finlandés Pekka Pesonen, o con miembros de la Comisión de Agricultura europea, como la española Clara Aguilera. Explica D’Ambrosi que ‘Food for Profit’ se proyectó en exclusiva en la Eurocámara de Bruselas el pasado mes de febrero. “Nunca imaginamos mostrar la película allí, en la institución que precisamente criticamos. La reacción fue muy fuerte. La sala del Parlamento estaba llena. Había eurodiputados, gente de las comisiones más influyentes, miembros de lobbys”, dice el cineasta.

Las consecuencias de la proyección no tardaron en llegar. “Dos de los diputados que denunciamos en la película no se van a presentar a las elecciones del 9 de junio”. “Clara Aguilera”, -del PSOE-, “y Paulo de Castro”, -de los socialistas italianos-. Ambos hacen referencia, en cámara oculta, a que el sufrimiento animal debe quedar siempre en un segundo plano. Con la ayuda de su presión interesada -y la de otros muchos actores políticos- la nueva PAC entró en vigor en Europa el 1 de enero de 2023. Se mantendrá financiando a las macrogranjas con dinero público hasta el año 2027.

Para Pablo D’Ambrosi, los comicios del domingo, y el estreno general de la cinta, suponen, dice, “el principio de un cambio”, el atisbo de una nueva oportunidad. “Que en Europa no haya una definición legal de las macrogranjas es un regalo para el lobby, y un problema muy grande. Faltando una definición es muy fácil que hagan lo que les da la gana”, asevera.

“Queremos que la gente abra los ojos y que empiece un debate sobre el sistema. Son problemas que repercuten en todos. Ahora hay mucho silencio, pero es un mito lo de que comemos carne de buena calidad. Yo espero que la gente lo denuncie de manera activa”, confiesa el cineasta. 

En ‘Food for profit’ no hace falta que nadie diga palabras ante la cámara para apreciar la crueldad en su más pura expresión. Las imágenes de macrogranjas y las plantas de procesado de masas de carne ensangrentadas se entremezclan con las de los despachos y hemiciclos donde políticos con trajes de chaqueta toman decisiones con una calma rutinaria. A lo largo de todo el continente, el sufrimiento de los animales se evidencia en sus rostros exhaustos, en la forma en que se contraen para evitar golpes o pinchazos. “Nuestra intención es hacer una Europa más transparente para los ciudadanos, y hacerles entender que vivimos en un sistema corrupto. Pero es una corrupción legal. Ahí está el problema”, concluye D’Ambrosi.

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