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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera

“La literatura tiene que ofender”

Claudio Cerdán

José Miguel Vilar-Bou

“Sé quién eres”, la exitosa serie emitida por Telecinco hasta el pasado mayo tiene su continuación no en forma de segunda temporada, sino de novela. “La última palabra de Juan Elías” es el título y Claudio Cerdán (Yecla, 1981), su autor. Ediciones B publica la novela, que retoma los personajes, escenarios y tramas creados por Pau Freixas, director y guionista de la serie. En esta entrevista, Claudio Cerdán, avezado escritor de novela negra, habla sobre el proyecto, sus libros, el panorama literario nacional y la convulsa actualidad.

No es frecuente continuar una serie con un libro.

“Sé quién eres” iba sólo a durar una temporada. Eso es algo que Pau Freixas tuvo claro desde el principio. Pero los personajes eran tan potentes que llevarlos a un libro era una forma estupenda de reencontrarse con ellos. A mí me fascinó el proyecto. No dudé en subirme a bordo.

¿Cómo se trasladan los personajes y la atmósfera de una serie a una novela?

Era la primera vez que trabajaba con personajes, escenarios y la continuación de tramas creadas por otra persona. Pero “Sé quién eres” es un “thriller”, algo que estoy acostumbrado a escribir. Los personajes son muy oscuros y a mí eso me encanta, esa pátina de maldad. A la vez, no son el tipo de personaje que aparece en mis novelas. Yo suelo escribir sobre criminales que acaban de salir de la cárcel, policías corruptos… Aquí, en cambio, todo gira en torno al mundo de la abogacía. Mi escena preferida es una en la que dos chicas hablan de la vida y la muerte mientras toman té. Es algo que yo nunca hubiera escrito de no ser por la serie.

Has dirigido cortometrajes. ¿Te planteas el salto a lo audiovisual?

Yo estoy tranquilo en la novela. Los escritores y los guionistas son primos hermanos. Hay mucho trasvase de guionistas que escriben novelas a novelistas que escriben guiones. O novelas que acaban convertidas en película. O este caso, un poco más raro, en que una serie termina convertida en novela.

En tus libros sueles desplegar un humor salvaje y surrealista. Últimamente a muchos les molestan estas cosas. O al menos eso parece en las redes sociales.

A mí lo que más me toca los cojones es tener que justificarme ante alguien a quien no conozco. Si no le gusta lo que escribo, que no lo lea o que me denuncie a la Audiencia Nacional.

No des ideas…

Pero si da igual. Cada día se enfadan con tres personas distintas. Al rato de enfadarse contigo se van a ir a por otro. Es gente que está aburrida, que dice querer defender la moral herida. No se puede bromear sobre clasismo, machismo ni sobre nada, aunque sea desde la ironía y para denunciarlo. La ironía ha perdido todo su significado. Yo creo que lo mejor es ofender, porque la literatura tiene que ofender. Y el que se sienta ofendido, el problema es suyo.

Mucha gente ataca libros que ni siquiera ha leído.

Ni lo van a hacer. Simplemente se apuntan a la moda de linchar a tal. El otro día estuve en la presentación de “Arden las redes” de Juan Soto Ivars, y él cita el caso de Hernán Migoya, a quien conocí en la Semana Negra. Le dieron de lo lindo. Una persecución con tintes políticos, incluso. Y sólo por el título de su libro, “Todas putas” (2003). Sin leerlo, la gente decidió que ese señor era un monstruo y fueron a por él, cuando el contenido era mucho más complejo. Es gente muy cerril.

Ahora eso sucede a diario.

Estamos volviendo a la censura o a la Inquisición. Todos piensan que todos deben pensar como ellos, en vez de vivir y dejar vivir. No entiendo por qué se da tanta coba a esta gente escondida detrás de ‘nicks’ en las redes. ¿Realmente es representativo de la sociedad o solamente están ahí metidos todos los gilipollas?

¿Qué te han aportado los tres años que llevas viviendo en Suecia?

Suecia me ha dado tranquilidad para escribir y estabilidad para mi proyecto vital, mi familia.

España es una macrotrama de novela negra. Las conversaciones telefónicas de Ignacio González parecen escritas por los guionistas de “Boardwalk Empire”. ¿Cómo nos ven desde allá arriba?

Teniendo en cuenta que esas cosas en Suecia no pasan, te da tristeza que aquí estén tan asimiladas. Los suecos nos ven como nosotros vemos a Marruecos: Un lugar de corrupción total. En Suecia, si un ministro se equivoca y paga un paquete de chicles con la tarjeta oficial, inmediatamente dimite. Sin dudar. En España, en cambio, escuchas conversaciones de mafiosos entre políticos y el fiscal anticorrupción probablemente diga: “Bueno, ya veremos qué hacemos…”

¿Qué se siente viviendo en un país sin corrupción?

Lo que ves es que la cosa funciona. Hay unos privilegios increíbles del Estado del Bienestar que son posibles, simplemente, porque no se roba. Si mi hijo se pone enfermo y no puede ir a la guardería, yo, como autónomo, por cada día que me quedo con él en casa, cobro 50 euros. Eso en España sería imposible. Sin embargo, los suecos son seres humanos, que trabajan, que pagan sus impuestos igual que los españoles.

¿Por qué nos atraen tanto los malvados, las historias de delincuentes y crimen organizado?

Nos atrae el mal. A nadie le gustaría tener un vecino psicópata, pero sí ver qué pasa con éste desde cierta distancia. Y eso es lo que te procura la ficción. La mayoría del ‘merchandising’ de “Star Wars” son camisetas de Darth Vader, y no de Luke Skywalker.

¿Fue eso lo que te atrajo de la novela negra?

Yo siempre leí mucha novela negra. Me atraían los ajustes de cuentas, la ley de la calle… Y también las reminiscencias del ‘western’, que es mi género cinematográfico preferido.

Sin embargo empezaste con novelas fantásticas.

Hice un par de novelas fantásticas, sí, que en realidad eran ‘westerns’ encubiertos, en los que aparecían dragones. En ese momento no tenía muy claro lo que hacía. Me relacioné con gente que escribía fantasía, vi que había oportunidad de publicar porque había editoriales interesadas en autores nacionales, yo tenía una vieja idea para un cómic que acabé convirtiendo en novela… Así sucedió.

Pero conservas esa vena fantástica. Has escrito sobre hombres lobo y zombis en “La revolución secreta” (2014) y “Sangre fría” (2015).

No he abandonado la fantasía. De hecho ahora estoy escribiendo una novela juvenil fantástica. Lo que pasa es que al final escribo más novela negra. Lo que sí intento no perder nunca es el toque del ‘western’.

El paso a la novela negra lo diste con “El país de los ciegos” (2011).

Esa es la novela que yo quería escribir. Estuve pensándola durante diez años. La empecé varias veces, pero acababa dejándolo porque no me veía aún capacitado. Esos intentos eran basura y no quería que la novela acabase convertida en basura. Así que escribí otros libros y, cuando me sentí preparado, saqué por fin al Tuerto Durán, ese personaje que llevaba tanto tratando de salir de mi cabeza a puñetazos. Fue la novela que me abrió las puertas. Gané el premio Novelpol, y fui finalista del Lengua de Trapo y del Silverio Cañada de la Semana Negra. Fue mi tarjeta de presentación. Algún día retomaré ese personaje.

También estrenas en esa novela el que va a ser escenario recurrente de tus libros: Alicante. Allí transcurren “Cien años de perdón” (2013) o “Un mundo peor” (2014).

En la novela negra el paisaje es muy importante. Y es necesario saber de lo que hablas antes de ponerte a escribir. Tienes que haber pateado las calles, conocido su gente, los secretos que te guarda la ciudad. Además, hoy en día la novela negra se ha diversificado mucho y las cosas no tienen por qué suceder en Nueva York o Barcelona. Cada ciudad tiene su lado criminal.

Durante un tiempo hace años, Alicante llegó a ser la ciudad con más delincuencia de España.

Sigue habiendo crímenes bastante sonados por allí. Es una ciudad relativamente grande, tiene puerto, aeropuerto, una base militar, prisión… Son elementos que la convierten en un gran lugar donde ambientar una historia criminal. Estudiando allí la carrera, me enamoré de su poder como escenario de novela negra, más allá de ser muy turística y todo eso. Durante mucho tiempo estuve en el departamento de prensa de un ayuntamiento y yo me hacía mi propio dossier con los sucesos que más me llamaban la atención. Cada día sacaba tres o cuatro folios de Alicante: tráfico de drogas en los campamentos de chavolas, asesinatos, ajustes de cuentas, atracos a joyerías con armas de asalto en pleno centro… Había de todo.

“Un mundo peor” supuso un cambio respecto a novelas anteriores. El estilo es más contenido. Retratas sentimientos profundos, difíciles, como el dolor de un padre ante la no resuelta desaparición de su hijo.

Yo había acabado un poco harto de “Cien años de perdón”. Era una novela muy compleja, en la que el protagonista, un policía corrupto, llevaba varios casos a la vez y todos se resolvían al final. Eso básicamente me volvió loco. Tardé casi tres años en terminar el libro y cuando lo hice quería cambiar de registro, hacer algo más lineal e introspectivo. De ahí surgió “Un mundo peor”. Es una historia que escribí sin ser padre. Creo que ahora no me atrevería. Es un miedo muy grande que todos tenemos dentro: el de que lo que más amas desaparezca sin que tú puedas hacer nada. Los testimonios en los que me inspiré eran terroríficos. Son personas que no pueden descansar, que se quedaron ancladas en ese momento en que se les rompió la vida. Para escribir sobre el tema, había que hacerlo con mucha delicadeza.

Con “El club de los mejores” (2016) pasas a Ediciones B, pero no como Claudio Cerdán, sino como Arthur Gunn.

Lo del seudónimo fue un juego. En cuanto pasabas la página aparecía mi foto, así que no me estaba ocultando. Era una historia más personal que las anteriores y me daba miedo que se reconociese mi pueblo, mis amigos. Entonces lo que hice fue alejarla todo lo posible de mí. La ambienté en Estados Unidos, utilicé el recurso del seudónimo…

¿No será también que un nombre anglosajón atrae más que uno español?

Eso no me lo planteé en ningún momento. Yo tenía ya una trayectoria de novelista de género negro, se me reconocía. Más bien quería ver cómo reaccionaba la gente ante un nombre nuevo, como experimento. Y no me iba a ponerme Pepe Pérez. Te buscas uno americano. Además la novela estaba ambientada allí.

¿Habrá más Arthur Gunn?

Tengo por lo menos otra novela pendiente con él.

¿Cómo te documentas para tus historias?

Tienes que acercarte a todo eso. Yo he tenido la suerte de hablar con policías, forenses, funcionarios de prisiones, con los propios presos. He ido varias veces a presentar mis libros a la cárcel. Y te cuentan historias. Son gente de la calle. Todos tienen una historia que contar. A veces lo hacen, a veces no. Ves cómo hablan, actúan, piensan.

Varios de tus libros han sido publicados en América Latina. ¿Se conoce fuera la novela negra española?

Se traduce muy, muy poquito. Prácticamente nada. En cambio, nosotros nos hemos comido todo sueco viviente, escribiese lo que escribiese, porque nos traen lo peor, como Asa Larsson a la que en Suecia se considera basura. Luego hay allí autores de muchísima calidad que a España no llegan.

Al menos el panorama de la novela negra en España parece estar muy vivo.

Está de moda y eso ha hecho que se apueste por ella. Se escribe mucha y muy diversa. Han salido muchos autores. Eso hace que el género respire buena salud. Lo que pasa es que al final funciona un tipo de novela negra, cuando el género abarca mucho. Una historia sobre criminales ajustando cuentas en la calle, no va a funcionar tanto como un enigma ambientado en un bosquecillo de Navarra y tal.

Con las vidas tan ajetreadas que llevamos, ¿cada vez nos cuesta más sacar tiempo para leer?

La gente tiene un tiempo de ocio limitado. Es lógico que haya distintas propuestas y que cada cual decida por dónde echar: videojuegos, series, charlar con un amigo, perder el tiempo en un grupo de WhatsApp… Y tampoco vamos a decir que leer es culturizarse, porque hay libros que más bien te desculturizan.

¿Cómo ves la piratería?

La piratería jode, sobre todo porque el señor que tiene la página se paga un yate con lo que saca.

Como Kim Dotcom.

Sí, tenía un helicóptero el hijo de puta. De todas maneras yo creo que la gente que descarga los libros ni se los lee, porque son gratis y lo gratis no tiene valor. Lo que habría que hacer es potenciar los clubes de lectura y el acercamiento de los niños a los libros. Por eso nunca me meteré con los ‘youtubers’, ni con cualquier cosa que arrastre a un montón de adolescentes a leer.

¿Tienes ‘haters’?

Todavía no, pero mejor no hablar. Es contraproducente nombrar al demonio.

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