Ya tenemos sobre el escenario una nueva cortina de humo tras la que quedarán disimulados no solo los males endémicos reales de la Región y el Levante sino también las miserias de algunos de los que se han esforzado en levantarla y ponerla bien tensa. La fallida campaña de “Agua para Todos” ha sido sucedida, unos cuantos años después, por la de “En el Levante, sin agua: desierto y paro”, un lema que pretende subsumir en un totum revolutum a todos los actores en la complejísima escena hídrica del Sureste de la península.
Al margen de algún contestatario que echó en cara en vivo y en directo a los que mandan de verdad su torticera utilización de los agricultores para sus fines comerciales y ultradesarrollistas, el mensaje de fondo fue el mismo de siempre: hay que conseguir la supervivencia del canal del Tajo al Segura. Los más osados añadieron: y hacer otro desde el Ebro. Ideas ambas periclitadas. De la segunda, no hace falta ni hablar. De la primera, sí. Y mucho.
Si los regantes, junto a agroindustriales y políticos –que son ambos los que mandan de verdad--, sus familias, sus empleados morenos o no, y los vendedores de fertilizantes fueran realistas, los eslóganes de la manifa del miércoles en Madrid hubieran sido distintos. El hallazgo de una solución de futuro sostenible y estable para el abastecimiento de agua pasa por reconocer que es un bien finito y que es y será cada vez más escaso, por mor fundamentalmente de los cambios que se van notando debido a la alteración del clima.
La situación actual de casi año y medio de cierre del canal del Tajo por falta de recursos en la cabecera se repetirá al cabo de un tiempo cuando salgamos de esta. Por tanto, las campañas deberían ir encaminadas a exigir y ofrecer soluciones alternativas para cubrir el hueco que va a dejar el trasvase del Tajo.
Pero para llenar ese agujero futuro lo primero que hay que saber es cuánta agua se gasta y en qué se gasta. Después de muchos años de usos para urbanismo insostenibles, usos espúreos y, en muchos casos, ilegales del agua; después de muchos años de ampliaciones de regadíos arbitrarias, cientos de pozos ilegales por todas partes, roturaciones fuera de control… después, digo, de todo eso que se ocultó bajo el famoso “Agua para Todos”, resulta de locos pretender seguir haciendo lo mismo, o casi, ocultándolo baja la nueva pancarta de “En el Levante, sin agua: desierto y paro”.
Lo segundo, averiguar y establecer cuáles son los recursos disponibles con previsión de futuro y adecuar la demanda a esa oferta. Gestionar. Así de sencillo, pero que parece que o no se hace o se hace mal. Si esa gestión fuera eficiente y consecuente con los recursos disponibles actuales y previsibles, no pasaría lo que pasa.
Estamos en un período plurianual de sequía, vale. Entonces, Sin embargo, la Agencia Estatal de Meteorología dio balance positivo en las cuencas del Segura y del Júcar para el último periodo anual. Si, según la Agencia, estamos en números verdes, ya no hubo sequía el periodo anterior. Misterio.
¿Cómo se explica, por demás, que en la manifestación y en todo el entorno propagandístico puesto en pie por los convocantes, y sus cooperadores necesarios de instituciones y medios, uno de los mensajes fuera el de la supuesta sostenibilidad de los usos del agua cuando todos sabemos lo que ha venido pasando en la agricultura alimentada por agua del Tajo en el Campo de Cartagena y las consecuencias que las prácticas depredadoras han tenido para el Mar Menor?
¿O hay que recordar que algunos de los principales impulsores de la manifestación están incluidos con nombres y apellidos o razones sociales empresariales en la denuncia por la contaminación de la laguna del fiscal Díaz Manzanera? Por poner solo dos ejemplos, entre esos está la transnacional GS España, que aportó 10 autobuses para desplazar personal a Madrid. O el presidente de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, Roque Madrid Pérez. Inocentes, por supuesto, mientras no se demuestre lo contrario. Pero en la denuncia del fiscal están. No son los únicos. Hay algún otro con reciente premio a su labor agroindustrial que también están en los papeles del fiscal.
Con tanta confusión, no viene mal volver a lo de antes. Hay que clarificar, lo primero, cuánta superficie se puede regar legalmente, cuánta agua se necesita para hacerlo y con qué recursos hídricos legales presentes y futuros se puede contar ahora y en el futuro. Empezando por ahí, las cortinas de humo, sobran. Especialmente en época preelectoral.
